Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Romanos 13:1-8
Toda persona debe someterse a las autoridades de
gobierno, pues toda autoridad proviene de Dios, y los que ocupan puestos de
autoridad están allí colocados por Dios.
Romanos 13:1 (NTV)
Está muy claro en la mente paulina que el
cristiano es ciudadano de dos mundos, del reino de Dios y del estado político.
En efecto, el deber del cristiano es someterse a las autoridades, cualquiera
sea la forma de gobierno que lo dirija, excepto, si existe contradicción entre
la autoridad civil y la de Dios. En este último caso debemos obedecer a Dios
antes que a los hombres: “Mas Pedro y Juan respondieron diciéndoles: Juzgad si
es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios” (Hechos 4:19,
RV60). Como ciudadanos de dos mundos, el cristiano debe ser obediente a la ley
de Dios como a las leyes de la tierra. El principio de la autoridad espiritual
se desprende del trono de Dios y sostiene a toda su Creación: El
propósito de la autoridad es evitar el desorden y el caos a través de sus
autoridades delegadas en la familia, en el estado, en la iglesia y en la
sociedad: “Pero asegúrense de que todo se haga de forma apropiada y con orden”
(1 Corintios 14:40, NTV).
Las exhortaciones del apóstol Pablo en sus
escritos son muy claras, y tienen el respaldo de la práctica propia, de él
haber vivido lo que predicaba, porque el emperador que reinaba era el terrible
Nerón, quien posteriormente ordenó la pena de muerte al Apóstol. ¡Nunca
sabremos cuántas veces Pablo oró por aquel gobernante malvado! Lo que sí
sabemos es que no había elecciones libres, ni votos secretos, ni otro candidato
que no fuera el emperador. Si las elecciones libres- como hoy las conocemos,
como la base de un sistema democrático- hubieran existido, pienso con todo
respeto, que además de sus oraciones, el Apóstol hubiera votado por la
libertad: “Estad, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y
no estéis otra vez sujetos al yugo de esclavitud” (Gálatas 5:1, RV60).
Más de una vez habrá conflicto entre los que
desean andar en el caos, el desorden, la corrupción, la miseria, la pobreza, la
inseguridad social, y el dominio absoluto de las voluntades de los otros seres
humanos, y lo que Dios nos ha concedido como una de sus leyes a nuestro favor:
La libertad. Un cristiano fiel tiene el deber cívico de participar activamente
en la vida moral, social, económica y política de su comunidad, y en la de su
nación, procurando en todo momento ser vocero y ejemplo, con espíritu y valores
cristianos. No se puede ser un mayordomo de Dios sin ser un servidor dentro de
la sociedad en que vivimos. Nosotros, como cristianos nacidos de nuevo, debemos
ser los primeros en pagar impuestos, apoyar la agenda de los movimientos
sociales, políticos y religiosos en propuestas de leyes dignas, de avance y
progreso de nuestra patria; todo esto comienza con ejercer nuestro derecho a
elegir y ser elegidos por medio de nuestra participación, al ejercer nuestro
derecho al voto en las elecciones para nuevos gobernantes.
En un proceso de oración y búsqueda en la Palabra
de Dios para comprender mejor la amplitud y plenitud de nuestro deber cívico,
encuentro que el apóstol Pablo nos habla en sus escritos sobre la existencia de
“principados”, “poderes”, “tronos” y “dominios” que influyen en los
acontecimientos de la tierra, y que requieren de una lucha espiritual para
vencerlos: “Pues no luchamos contra enemigos de carne y hueso, sino contra
gobernadores malignos y autoridades del mundo invisible, contra fuerzas
poderosas de este mundo tenebroso y contra espíritus malignos de los lugares
celestiales” (Efesios 6:12, NTV). Nuestras oraciones en el poder del Espíritu
Santo van a favor de las autoridades gobernantes, pero también, en animar a los
cristianos a que participemos en el cumplimiento de nuestros deberes cívicos
mientras podamos ejercerlos, y ayudemos a cambiar la historia de nuestra patria
terrenal.
Oración:
Amado Padre Celestial:
Sueño con una patria nueva no como un capricho
humano, sino como la que tú describes:
“Que nuestros hijos florezcan en su juventud como plantas bien nutridas; que nuestras hijas
sean como columnas elegantes, talladas para embellecer un palacio. Que nuestros
graneros estén llenos de
toda clase de cosechas; que los rebaños en nuestros campos se multipliquen de a
miles, y hasta de a diez miles, y que nuestros bueyes estén muy cargados de
alimentos. Que ningún enemigo penetre nuestras murallas, ni nos lleve cautivos, ni haya gritos de alarma
en las plazas de nuestras ciudades. ¡Felices los que viven así! Felices de
verdad son los que tienen a Dios como el Señor.” Salmo 144:12-15 (NTV)
En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
No se puede ser un mayordomo de Dios, sin ser un
servidor dentro de la sociedad en que vivimos.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo
conmigo?
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