martes, 28 de febrero de 2012

Como pecadores arrepentidos

Francisco Aular

Al oír esto Jesús, les dijo: Los sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos. No he venido a llamar a justos, sino a pecadores. Marcos 2:17

Absorto en mis pensamientos, problemas y sufrimientos, ajeno a todo cuanto había a mi alrededor, tardé en percibir el fulgor de su presencia. Allí estaba a mi lado, mi Señor y Rey, presente en todo lo que hago, aun antes de nacer, pero su gracia es mayor en situaciones especiales de mi vida.
Me miró fijamente desde la remota profundidad del tiempo, y con voz cálida y plena de afecto, sentí, en lo sensible de mi espíritu, que me dijo: “¿Sabes que te escogí para mi servicio desde el vientre de tu madre? ¿No fui yo el que te tomó de la mano derecha y te llevó al hospital cuando eras un niño de nueve años y estuviste enfermo?”. Siguió diciendo, “¿quién crees que puso en el corazón de aquel médico el mismo tipo de sangre que la tuya, y, además, el amor como para que compartiera su sangre contigo?” Y así fue enumerándome una a una sus bendiciones para conmigo. Agradecido, iba a decirle muchas cosas, pero Él continuó: “¿Por qué te empeñas en librar tus combates sin llamarme? ¿Por qué no confías en mí? ¿Es que acaso no he estado a tu lado en peores circunstancias, aconsejándote y ayudándote a vencer las dificultades? ¿Te llamé acaso porque tú fueras justo? ¿Me escogiste tú a mí, o fui yo quien tomó la iniciativa de abandonar la gloria por ti? Tu indiferencia es una ofensa al amor que te tengo".
Me sentí avergonzado. Todo cuanto me dijo era cierto. No pude responderle, pero tampoco era necesario, pues Él conoce mis pensamientos y responde a mis preguntas antes de que yo llegue a formularlas. Mi amado SEÑOR cada vez que comienza algo lo termina, así que prosiguió: "Mi Palabra, en vez de alimento y disciplina para tu alma y espíritu, sólo es una herramienta para ti. Te sientes solo porque tu fe es frágil. Crees en mí, pero dudas. Admites mi existencia, pero tratas de resolver tú solo las situaciones que no puedes controlar sin mi ayuda. Crees, pero más con temor que con esperanza. Te quedas a medio camino entre tus temores y mi ayuda. No terminas de entregarte a mí con todas tus penas y tus alegrías, con tus angustias y temores, con tus virtudes y debilidades; con todo tu ser".
Aquella mañana, en mi tiempo devocional, comprendí que había muchas cosas que no estaba confiándole a JESÚS. Trabajaba para Él, pero estaba lejos de Él. Las notas y letra de uno de mis himnos favoritos, otra vez, cobraron vida para mí, y las canté en profunda adoración: "Él conmigo está, puedo oír su voz, y que suyo dice seré; / Y el encanto que hallo en Él allí, con nadie tener podré". Me humillé y nuevamente, recordé de dónde había venido, de dónde, Él por su gracia, me había salvado. No había nada bueno en mí, excepto, su Espíritu. Sentí triunfo al saber que yo soy de Él, y derramé lágrimas de gozo delante de su presencia y de su Palabra. El bálsamo de la seguridad de mi salvación fue derramado sobre mi cabeza y cubrió todo mi ser de pecador arrepentido. Porque como lo dijo el apóstol Pablo después de mucho años de conocer al Señor: "Cristo Jesús vino al mundo para salvar a los pecadores, de los cuales yo soy el primero" (1 Timoteo 1:15b). Ciertamente, Él ha venido para que gente como tú y como yo, le sirvamos a pesar de todo lo que somos. Así es Él.

 Oración:
Padre amado: ¡Gracias por llevarme de tu mano y no dejarme! Aquí estoy pidiéndote que me des tu gracia para seguir avanzando hacia lo que debo ser como tu hijo. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Alabe al Señor por su presencia en nuestros esfuerzos en el Reino, a pesar de nuestras imperfecciones de cristianos en construcción.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?




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