lunes, 4 de septiembre de 2023

FUERZA PARA EL CAMINO

Mis amados perlistas, después de unos días de malestar físico y gracias al regalo de sus oraciones, ¡estoy de regreso! Abrazos para todos en todas partes. ¡Adelante, siempre adelante!
Francisco Aular
MARTES, 5 de Septiembre de 2023
Lectura devocional: Salmos 28
El Señor es mi fuerza y mi escudo;
    mi corazón en él confía;
    de él recibo ayuda.
Mi corazón salta de alegría,
 y con cánticos le daré gracias.
—Salmos 28:7 (NVI)

La hermana Felipa de Lávinz, una anciana sexagenaria, atendía la pequeña librería de la Misión Bautista Emanuel. Ella provenía de Lima, Perú. Así que me convertí en uno de sus clientes. Ella viéndome lo maravillado que me encontraba con aquella literatura cristiana evangélica, me dijo con ternura: —“¡Francisco, tengo libros de muchos temas, pero yo te recomiendo que comiences por las de los misioneros y sus testimonios!”. 

 

DIOS guió a mi amada hermana Felipa, me encantó su recomendación y me leía un libro cada semana. Al leer todas esas historias, aprendí a reír y llorar con esos hombres y mujeres, misioneros de la Palabra. Mi admiración ha sido tan grande por los testimonios de aquellos, evangelizadores y misioneros: ¡Qué terminé siendo uno de ellos!

 

Uno de aquellos misioneros de la Palabra fue Francisco G. Penzotti (1852-1925), argentino, abnegado hombre de DIOS que llevó la Biblia hasta las más apartadas regiones de muchos de nuestros países sudamericanos, y por lo cual sufrió persecuciones, y fue encarcelado en Casamatas del Callao, Perú el 26 de julio de 1890, por el delito de haber distribuido la Palabra de DIOS. En una de las paredes del calabozo en donde estaba preso se encontró escrito este verso: 

“Calabozo de mis penas
cementerios de hombres vivos
más temible que la muerte,
que cadena y que grillos”.


Allí mismo brotó de su corazón la letra del himno que dice:

“¿Qué me importan del mundo las penas,
Y doblada tener la cerviz?
¿Qué me importa sufrir en cadenas
Si me espera una patria feliz?


Resignado, tranquilo y dichoso
de la aurora vislumbro la luz:
Mis prisiones las llevo gozoso,
por JESÚS, quien venció en la cruz.


Aunque preso, las horas se vuelan
en gratísimo y santo solaz;
Con la Biblia mis males se ausentan
para darme la dicha es capaz.


¡Libro santo! Mi estancia ilumina,
nunca, nunca te apartes de mí;
contemplando tu bella doctrina
No hay males, ni penas aquí”.


¿Qué ocurrió con Francisco Penzotti? Salió de aquella cárcel y siguió predicando la Buena Noticia de Salvación, y el Libro que es su fuente: la Biblia. 

 

Murió a los 73 años de edad, el 24 de julio de 1925, y sus últimas palabras fueron: “Vale la pena servir al Señor, ¡qué lindo, qué lindo es morir!”. 

Francisco Penzotti recibió en su peregrinar por este mundo: Fuerzas para el camino, por el camino de tus mandamientos correré, cuando ensanches mi corazón. 

 

En efecto, estos héroes de nuestra fe que he nombrado, y muchos otros cuyos nombres “están escritos en el libro de la vida”, han demostrado que el resplandor de la Biblia es más fuerte que el brillo de la espada de los verdugos. Un ser humano guiado por la Palabra de DIOS es más fuerte también que las huestes de los césares y del poder temporal de los Atilas. 

 

Oración:

PADRE CELESTIAL:

¡Gracias por el esfuerzo, pasión y triunfo de aquellos que nos trajeron la Palabra de DIOS! Por eso, ¡anhelo obedecer tus mandamientos! Sigue dándome vida y el gozo de servirte a través de tu Palabra, hazme andar por el camino de tus mandatos, porque allí es donde encuentro la felicidad, y la verdadera vida. Ayúdame a predicar tu Palabra con valor, fe, esperanza, amor y perseverancia. En el nombre de JESÚS. Amén.

Perla de hoy:

La Biblia señala el camino y nos ilumina juntamente con el poder del ESPÍRITU SANTO al decirnos cómo nacer de nuevo y cómo crecer hasta la plenitud de JESÚS. 

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