Francisco
Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Lucas
1:39-56
Entonces dijo María: Mi alma glorifica al
Señor, y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador. Lucas 1:46,47 (RV60)
No sé en qué
estaría pensando yo cuando escribí en las postales navideñas de aquel año
“Felices Fiestas” en vez de “Feliz Navidad”. Vi a los fieles de nuestra iglesia
irse contentos al recibir cada uno la salutación. Pero un anciano de mucha
sabiduría y diácono de nuestra iglesia esperó a que todos se fueran, y me dijo
muy respetuosamente: “Pastor, dígame: ¿Felices Fiestas o Feliz Navidad?...”, no
dijo más y se marchó. Me fui a la casa, y me di cuenta de mi error. ¡El hermano
tenía razón! ¡Como cristiano que soy debo celebrar a JESÚS, y esta no debe ser
una fiesta cualquiera!
¿Feliz
Navidad o Felices Fiestas? En verdad celebramos la Natividad del SEÑOR, su
Nacimiento, o sea, la Navidad. Los cristianos entonces en estos días,
deberíamos tener “una alegría tan grande y hermosa que no puede describirse con
palabras”. Aquí en Canadá, el país donde vivo, a nivel político y comercial
adoptaron hace años la salutación “Felices Fiestas”, según ellos, para no ofender
a los judíos, a los mahometanos, a los ateos, y en fin, a todos aquellos que no
celebran el Nacimiento de JESÚS. El asunto es protocolar y persigue estar en
buenas relaciones con todo el mundo.
Sin embargo,
creo que una de las bendiciones de la libertad de cultos es no censurar a nadie
por sus creencias religiosas o ateas, entonces, ¿por qué la autocensura que nos
hacemos los cristianos? Por ejemplo, me acerco a mi vecino mahometano y le doy
mi salutación navideña de “¡Feliz Navidad!”. Mi vecino sabe que yo lo respeto,
pero que el cristianismo, aunque sea de manera nominal o cultural, ha sido la
religión mayoritaria de esta nación y del mundo occidental. Es posible que mi
vecino, al yo darle espalda, tire
mi tarjeta al basurero, pero no lo que sí puedo estar seguro es que olvidará mi
gesto de acordarme de él y su familia.
Ahora bien,
no tengo ninguna razón para no decirle al mundo entero que amo a JESÚS, que Él
es mi SEÑOR y SALVADOR. Ciertamente JESÚS no dio una orden para que
celebráramos su Nacimiento, pero tampoco nos dijo que no lo hiciéramos. Pues
bien, vemos por los relatos de los Evangelios del gozo que sintieron y
proclamaron todos aquellas personas que participaron en la primera Navidad;
ellos hicieron historia. Sentimos el gozo de María, la madre de JESÚS, al saber
que estaba embarazada: “Engrandece mi
alma al Señor y mi espíritu se regocija en Dios mi Salvador” (Lucas
1:46,47 RV60). Hubo gozo en el cielo y un ángel se apareció a los
pastores y les anunció las buenas nuevas del Nacimiento de JESÚS: “…he aquí os doy nuevas de gran gozo que
será para todo el pueblo: que os ha nacido hoy, en la ciudad de David, un
Salvador, que es CRISTO el Señor” (Lucas 2:10,11 RV60). Hubo
cánticos navideños entonados por las huestes celestiales (es posible que no
fuera cantado porque los ángeles no cantan, en realidad), pero es un gran acto
de adoración: “¡Gloria a Dios en las alturas, y en la tierra paz, buena
voluntad para con los hombres!” (Lucas 2:14 RV60).
Hubo fenómenos milagrosos movidos por la omnipotencia divina, como la estrella
que guió a los sabios que vinieron del oriente: “Y al ver la estrella, se regocijaron
con muy grande gozo” (Mateo 2:10 RV60). Esos sabios fueron guiados durante
meses para ir a Belén; llegaron y se postraron llenos de gozo delante de JESÚS
para ofrecerles sus regalos navideños: “Y
al entrar en la casa, vieron al niño con su madre María, y postrándose, lo
adoraron; y abriendo sus tesoros, le ofrecieron presentes: oro, incienso y
mirra” (Mateo 2:11 RV60). Los pastores que llegaron primero y vieron a JESÚS
acostado en el pesebre, no resistieron las ganas de salir a comunicar esta
noticia a los demás: “Y volvieron los pastores glorificando y alabando a Dios
por todas las cosas que habían oído y visto, como se les había dicho” (Lucas
2:20 RV60). ¡Qué noche tan maravillosa fue la noche en que nació
JESÚS; eso hay que celebrarlo!
Si a usted no
lo anima la alegría de millones de personas en estos días; sino disfruta de la
música navideña que suena a toda hora en muchos lugares; sino lo entusiasma el
regalar –si puede hacerlo en medio de esta crisis- sin esperar nada a cambio;
si usted es enemigo de la Navidad; sino le eleva su espíritu los ensayos de los
programas de las iglesias y de sus coros para lucir bien afinados para la
gloria de JESÚS; sino siente que su corazón en estos días se inclina hacia la
familia y sus valores; si sus pies son incapaces de llevarlo hacia el bien, entonces,
mi amado: ¡Usted está muerto! Pero siento en mi alma abrazarlo y con el amor de
JESÚS, quien es la Vida Eterna, sacudirlo con este grito que viene desde mi espíritu,
atraviesa mi alma y llega hasta mi garganta: “¡Feliz Navidad!”.
Oración:
Amado Padre Celestial:
Hoy te alaba mi corazón postrado delante de Ti, porque en tu sabiduría
perfecta nos enviaste a JESÚS en aquella Navidad tan maravillosa. Tu diste a tu
Hijo por nosotros, y por eso ahora eres mi Padre también. Ayúdame a proclamar
al mundo entero la verdad de la Encarnación de tu Hijo por nosotros. Por eso
somos libres. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
¡Feliz
Navidad!, es un mensaje lleno de vida y esperanza cuando conoces a JESÚS.
Interacción:
¿Qué me dice DIOS hoy por
medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la
cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por
aprender?
¿Existe alguna bendición
para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento
por obedecer?
¿Existe algún pecado por
evitar?
¿Existe algún pensamiento
para llevarlo conmigo?
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