Francisco Aular
Lectura devocional:Proverbios
23:12-35
Hijo mío, si tu corazón fuere sabio, también a mí se me alegrará
el corazón. Proverbios 23:15 (RV60)
Quizás un padre valga mucho
menos que la madre, imposible competir con ella. A lo mejor papá tiene el mismo
valor que un buen amigo; o tal vez, nunca lo conocí, con la cual vale menos que
mi mascota.
Estamos de acuerdo en algo, sin
aporte de un padre, no estuviéramos aquí, aún la manipulación genética de un
laboratorio para producir un niño de probeta, necesitaré su aporte. Pero no
hablaré de esos tipos de padres, porque gracias al Señor, han existido, existen
y existirán, los verdaderos padres. Esos que estuvieron nerviosos, sudorosos y
al punto del desmayo, sin anestesia viendo nacer a cada uno de sus hijos; esos
que se inclinaron para cambiar los pañales a sus niños, considerándolo un
privilegios; los que se desvelaron conjuntamente con mamá, meciendo la cuna;
los que lloraron secretamente al dejar su niño por primera vez en la escuela;
los que sacaron tiempo para estar con sus niño en esas ocasiones tan especiales
en el deporte, aupando a su campeón; esos padres que nunca se han sentido
dignos de la admiración de sus hijos porque él tuvo en mente, simplemente
disfrutarlos; ese padre que no se siente el héroe que principalmente su hija
dice que es; ese padre que nunca tuvo que usar el látigo, porque solamente con
una mirada y la palabra de aliento al hijo, lo corregía; esos que vimos que
trataba con dignidad, respeto y honor a nuestra madre; esos que domingo tras
domingo, nos llevaron a la iglesia, y nos guiaron en obedecer al Libro de los
libros, la Biblia en donde aprendimos a ser quienes somos; aquel padre que el
día del matrimonio de su hija, tuvo la confianza en depositar su tesoro en
manos de otro hombre desconocido, y después tener la sabiduría de ganarse otro
hijo; esos padres, que consideran que sus hijos le han dado, lo mejor que la
vida puede dar en su vez: nietos.
Hace años, en una librería
adquirí una tarjeta que dice lo siguiente: He
aquí cómo piensa el hijo generalmente de su padre: A los siete años: Mi papá es un sabio. Todo lo sabe. A los doce años: Parece que mi padre…se
equivoca en algunas cosas. A los
dieciocho años: Mi padre está un poco atrasado. No es de esta época. A los veintiún años: Mi padre no sabe
nada; definitivamente se está poniendo viejo. A los treinta años: No sé si ir a consultar este asunto con mi
padre. Tal vez podría aconsejarme. A los
cuarenta y cinco años: ¡Que lástima que papá se haya ido! Él me hubiera
aconsejado. A los sesenta años:
¡Pobre mi padre! Era un sabio. Lástima que yo lo haya comprendido demasiado
tarde.
¿Cuánto vale un padre? Vale
mucho, si estuvo a mi lado ya fuera él, mi padre biológico o de crianza. Si fue
un padre cristiano nacido de nuevo, se que él hubiera dicho con el sabio
salomón: Hijo mío, si tu corazón fuere
sabio, también a mí se me alegrará el corazón.
Oración:
Padre eterno, tú eres nuestro verdadero Padre y nosotros los pecadores,
tus hijos pródigos. Me conmueve al verte que has salido en nuestra búsqueda,
nos arrepentimos de nuestros pecados, te pedimos perdón: te conmueves y nos
besa y pones en nosotros el anillo de nuestra realeza al darnos la bienvenida
nuevamente a nuestro hogar. Alabado sea tu santo nombre por tun amor y tu
gracia. Amén.
Perla
de hoy:
Todavía tienes tiempo para ser el padre que Dios quiere que seas, tu
valor dependerá al buscar a tu verdadero Padre, y hacerle caso, a Su Palabra.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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