Francisco Aular
Entonces Dios el Señor hizo caer al hombre en un sueño profundo y, mientras dormía, le sacó una de las costillas y le cerró otra vez la carne. De esa costilla Dios el Señor hizo una mujer, y se la presentó al hombre, el cual, al verla, dijo:«¡Ésta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar “mujer”, porque Dios la sacó del hombre.» Génesis 22:21-23 (Dios habla hoy)
“Ishah” fue el nombre que Adán, “Ish”, le puso a aquella hermosura, al bello género que Dios había sacado de su costado. ¡La escena es un poema escrito con los dedos de Dios! El Creador hacer caer en un profundo sueño a Adán y, mientras duerme, descansando todo lo que era y lo que tenía en la voluntad de Dios, le saca una de sus costillas y hace a la primera mujer con ella. Resultado: Amor del bueno a primera vista que lo hace exclamar:«¡Ésta sí que es de mi propia carne y de mis propios huesos! Se va a llamar “mujer”, porque Dios la sacó del hombre.» Como bien apuntaba San Agustín: “La mujer, no fue hecha de su cabeza, como para tener dominio sobre él; ni de sus pies para ser pisoteada por él; sino de su costado para ser igual a él, de debajo de su brazo para ser protegida, y de junto al corazón para ser amada.”.
Confieso que me gustan las bodas, y he tenido el privilegio, como ministro del Señor Jesucristo de efectuar muchas. Existe algo en común en las bodas, y es la belleza de la novia y el marco o ambiente que se le brinda a la pareja contrayente. Comienzo la ceremonia con la clásica pregunta: “¿Quién entrega a esta mujer?” Se hace un silencio en todo el templo, todos miran al acompañante de la novia e indefectiblemente, el padre de la novia respira profundo, y dice: “Yo…”. Hubo una boda en la cual me tocó ser el que preguntaba y el que respondía. Sí, en la boda de nuestra hija Mary Ruth. Hice la pregunta desde el púlpito, y luego me sitúe al lado de ella y respondí. Acto seguido, los dos marchamos por el largo pasillo al compás de la marcha nupcial; como un relámpago, cruzaron por mi mente tantos hermosos recuerdos, desde su nacimiento después de tres varones; sus primeros pasos, cuando se ponía los zapatos de su mami, y entraba a mi oficina solamente para decirme: “Papi, te amo”. Las oraciones de todas las noches, en donde abrazados, nos despedíamos. Así, que fue natural que al entregarla a su esposo, César Parra, cuatro ojos estuvieran llenos de lágrimas de gozo.
Reconociendo las distancias, podemos viajar al momento en que el Creador hace entrega de “Isiah” o Eva, o “Ish” Adán. Me imagino la escena en aquella alborada de la humanidad allí en Edén. La vegetación con sus árboles en flor, y otros con sus frutos deliciosos hicieron un pasillo natural; las aves multicolores guiadas por el águila, volaban por encima y se perdían entre las nubes y el cielo azul; un coro de ángeles susurraba un aleluya, acompañados de una filarmónica celestial; las flores con sus exquisitos perfumes que vertían de tal forma que no hubo ser viviente en todo el Paraíso que no lo percibiera. ¡Eran las bodas de “Ishah” e “Ish” nuestros primeros padres! Hubo un momento en que se hizo silencio solemne y reverente en todo el cielo y el Edén, y una voz como el sonido de un millón de cataratas, preguntó”: ¿Quién entrega a esta mujer? Y la misma voz respondió: “YO, su Creador”, “y se la presentó al hombre…”.
Permítanme otra ilustración personal, a mi nieta Rebecca, cuando tenía tres años le encantaba ver los álbumes de fotografías, especialmente los de la boda de sus padres. En uno de esos momentos, sus ojos vivaces no perdían detalle, reconociendo los rostros de muchos de nosotros, su familia, que aparecíamos allí. Sin embargo, entre aquellos que estuvieron en aquel matrimonio no se vio a sí misma, entonces, preguntó: “Papi, mami… ¿dónde me dejaron que no me invitaron y no estoy allí…?”, lo que Rebecca no entendía es que sí estuvo, pero en los hombros de sus padres. Igualmente, nosotros, sí estuvimos allí en Edén, en el precioso momento en que Dios creó a “Ishah: Lo más bello del planeta.
La ocasión es oportuna para desear a todas las “Ishah” ¡Feliz día! Les dedico este poema, el cual escribí hace algunos años:
Romance a la Mujer
Si quieres ser un rosal
que perfuma la ribera.
Si quieres ser manantial
que surte de agua fresca.
Si quieres ser como águila
volar con tus fuerzas nuevas.
Si quieres ser como lluvia
bendición sobre la tierra.
Si quieres ser como el viento
que no conoce fronteras.
Si quieres ser esa mano
que mueve la cuna nueva.
Si quieres ser el consejo
que en el corazón se lleva.
Si quieres ser el lucero
que echa fuera las tinieblas.
Si quieres ser valentía
que ni el dolor la remueva.
Si quieres ser la alegría
que vence toda tristeza.
Si quieres ser el motivo
en que se inspire el poeta.
Si quieres que te admiren
por tu mente y tus ideas.
Si quieres ser una vida
que va dejando la estela.
Si quieres valer un precio
que sobrepasa las perlas.
Si quieres amar a Dios
Mucho más que a tu belleza.
Si quieres como la hormiga
Ahorrar para lo que venga.
Si quieres ser lo que eres
lo más bello del planeta.
Sólo sigue siendo tú: ¡Mujer!
porque tu nombre encierra
misterio, amor y comprensión.
Las virtudes más excelsas:
Madre. Esposa. Hija.
Hermana. Nieta y Suegra.
Si quieres encima llevar el
dulce nombre de Abuela
No detengas tu andar
hermoso como de reina.
Del principio hasta el final
que ¡viva la diferencia!
Por eso yo no me canso
De admirarlas y quererlas.
Porque para eso, Dios te hizo
Del hombre: ¡Su compañera!
Francisco Aular
A mi esposa, hija, nueras, nieta, hermanas, sobrinas, primas y discípulas
Manassas, 8 de marzo de 2006 “Día internacional de la Mujer”
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