viernes, 16 de marzo de 2012

¡Arriésgate a amar como Dios ama!

Francisco Aular
…Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. Romanos 5:5b. (RV60)
En los años sesenta se puso muy de moda lo que se llamó la “revolución del amor”, no era raro encontrar en las camisetas que lucían los jóvenes, las palabras de San Agustín, padre de la Iglesia: “Ama y haz lo que quieras”, por supuesto que la frase no era tomada como una alusión al amor de Dios “Ágape”, base de la cita del hombre de Dios, sino al amor carnal “eros”. El primero, el ágape, es el amor que se da incondicionalmente, tal y como el amor de Dios que tan bien lo expresa el apóstol Juan en su inmortal cita: Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna. (Juan 3:16). El segundo tipo de amor, “eros”, es el amor pasional, un amor para nutrir nuestro ego y nuestros deseos; está en el corazón del amor interesado en lo sexual en vez de en lo espiritual; este es el tipo de amor que siempre quiere algo a cambio, ¡generalmente acaba tal y como comienza!, fácilmente se puede convertir en odio al final: “Luego la aborreció Amnón con tan gran aborrecimiento, que el odio con que la aborreció fue mayor que el amor con que la había amado” ( 2 Samuel 13:15 RV60). ¡Usted puede ver este tipo de amor en los actores y actrices de Hollywood o en los artistas que el mundo aplaude, y que van de fracaso en fracaso sin encontrar satisfacción!
¿Acaso hemos nacido solamente para este tipo de amor meramente corporal, o para mostrar el amor de Dios a través de nosotros el cual nos es dado por el nuevo nacimiento? ¿Es posible que podamos los cristianos nacidos de nuevo amar como Dios amó? ¡Claro que sí! Ahora bien, hace muchos años, un hombre de Dios, el cual respeto mucho, me aconsejó: “Procura mantenerte lejos de la gente, no te encariñes con ellos, no te abras tanto, mantén la distancia; no corras riesgos”… ¡A la verdad, les confieso, que he hecho todo lo contrario! ¡Es imposible para mí servir al pueblo de Dios sin correr el riesgo de amarlos y amarlos hasta el fin! El hecho es que cuando amamos con el amor de Dios, corremos riesgos. Las personas fácilmente pueden herirnos, decepcionarnos, criticarnos y al final abandonarnos, sin embargo, el amor de Dios en nosotros es un perfume que queda cuando nos abandonan o nosotros, por amor, salimos. JESÚS nos amó y corrió el riesgo de ser humillado, herido y abandonado momentáneamente por aquellos a los cuales amó, pero al final su amor triunfó, triunfa y vencerá.
La Biblia nos desafía a que corramos el riesgo y amemos a los demás de manera incondicional, este es el tipo de amor que no se da para obtener ganancia personal, sino por el contrario, para darse y sin medida a los demás, así lo dijo Pablo: “todo lo sufre, todo lo cree, todo lo espera, todo lo soporta” (1 Corintios 13:7 RV60). Es más, la Biblia dice que Dios ha derramado Su amor en nosotros para que podamos amar a los demás: Porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones por el Espíritu Santo que nos fue dado. (Romanos 5:5 RV60) ¡Se nos ordena amar con el amor de Dios! ¿Has sido herido por amar así? Debes saber que el amor “Ágape” en nosotros, va mucho más allá de las heridas de la vida, de los aparentes fracasos, porque a veces, pareciera, que solamente los perdedores aman; si en verdad es el amor de Dios en ti, el cuidado del Padre que es amor (1 Juan 4:8) nunca te abandonará, y podrás decir como el Apóstol: “Y yo con el mayor placer gastaré lo mío, y aun yo mismo me gastaré del todo por amor de vuestras almas, aunque amándoos más, sea amado menos” (2 Corintios 12:15). Así que “¡Arriésgate a amar como Dios ama!
Oración:
Si fuera tinta todo el mar,
Y todo el cielo un gran papel
Y cada hombre un escritor,
Y cada hoja un pincel.
Nunca podría describir
El gran amor de Dios.
Que al hombre pudo redimir
De su pecado atroz. (1)
Perla de hoy:
Pase lo que pase, el amor de Dios en ti nunca deja de ser.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
(1) Himnos de Fe y Alanza, número 42, segunda estrofa

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