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Lectura devocional: Romanos 8:18-23
Pues tengo por cierto que las aflicciones del tiempo presente no son comparables con la gloria venidera que en nosotros ha de manifestarse.Romanos 8:18 (RV60)
Al día siguiente, en la prensa aparece la fotografía del famoso ciclista; yace en el suelo después de su gesta deportiva, el cansancio y el calambre de sus piernas no le permiten estar de pie, sin embargo, en su rostro, combinado con las lágrimas del esfuerzo y el sufrimiento físico, también se dibuja la gloria del triunfo.
Sería nuestro máximo ideal vivir una vida sin problemas, sin aflicciones y que al nacer de nuevo en CRISTO se deje de sufrir, como lo asegura un gancho publicitario de una secta. Al contrario, JESÚS nos dijo claramente que tendríamos problemas en este mundo:
“En el mundo tendréis aflicción; pero confiad, yo he vencido al mundo” (Juan 16:33b).
El apóstol Pablo, el misionero y teólogo práctico más grande del Cristianismo, lo expresó así, frente a los sufrimientos que él sabía que lo esperaban y que él sellaría con su propio martirio:
“Porque esta leve tribulación momentánea produce en nosotros un cada vez más excelente y eterno peso de gloria; no mirando nosotros las cosas que se ven, sino las que no se ven; pues las cosas que se ven son temporales, pero las que no se ven son eternas”. (2 Corintios 4:17,18,RV60).
De hecho, el Nuevo Testamento no sabe nada del cristianismo ligero que hoy se anuncia en muchos lugares. Es más, debemos saber que DIOS tiene un propósito detrás de cada aflicción. Así que, tarde o temprano nos daremos cuenta de la verdad: ningún ser humano es inmune a los problemas, a las pruebas ni al sufrimiento. La diferencia entre el dolor de los hijos de DIOS, y el de los que no lo son, estriba en nuestra actitud frente al mismo. El coro de un precioso himno que entonamos a menudo en nuestra congregación dice:
Ya tengo la victoria,
Pues Cristo me salva.
Buscóme y compróme
Con su divino amor.
Me imparte de su gloria,
Su paz inunda mi alma;
Victoria me concedió
Cuando por mí murió.
(HB#466, CBP,1966)
En efecto, los cristianos nacidos de nuevo, sabemos que DIOS puede usar nuestro sufrimiento para llevarnos a un nivel de madurez y espiritualidad más altos. Una preciosa mujer de DIOS que conocí en mi juventud, modelo de esposa de pastor y misionera, cayó postrada en cama con un terrible cáncer que la invadió. Pocos minutos antes de morir alguien le preguntó: “Hermana, ¿cómo se siente?”, Ella hizo un esfuerzo y le dijo: “¡Me siento muy feliz en compañía de mi SEÑOR!”.
Ciertamente, los discípulos de JESÚS vivimos entre el sufrimiento y la gloria.
PADRE ETERNO
Me postro delante de ti para rendirte el tiempo, la honra y el honor que te mereces. Sé que ningún triunfo terrenal es duradero. Tú nos permites toda una vida aquí en la tierra y hay promesas tuyas de salvación eterna al invitarte a ser parte de nuestro caminar aquí y en esta hora. En realidad, tú nos has hecho para ti y no podemos vivir sin ti. Ayúdame para esforzarme en tu gracia a pesar de las pruebas que enfrento. Mi gozo depende de ti. Que tu mano vaya conmigo al decirle a otros del verdadero propósito de nuestras vidas. En el nombre de JESÚS. Amén.
Pídele a DIOS que frente a las tormentas de la vida puedas hundir tu ancla en Su misericordia y Su gracia.
Interacción:
¿Qué me dice DIOS hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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