Escribo desde Toronto, llegué ayer, y estoy muy feliz de estar aquí en esta ciudad que nos recibió como familia en 1990, por invitación de la amada Iglesia Betel de Scarborough…¡Llenos de gratitud al SEÑOR por esta ciudad que es de nuestro DIOS, pero la mayoría de sus habitantes, no lo saben, por eso estamos aquí!
¡Feliz sábado para todos en todas partes!
Por Francisco Aular
Versículo de hoy:
“La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Juan 14:1, RV60)
—¡Pastor! ¿Vio la noticia?”. Escuché la voz nerviosa de una de mis nueras que me llamaba desde Canadá. Rápidamente encendí la televisión y vi asombrado como un avión chocaba contra una de las Torres Gemelas de Nueva York. Mary, mi esposa y yo, oramos.
Vivíamos entonces en Ashburn y viajábamos a la oficina de la Emmanuel Baptist Church en Manassas, para los últimos trámites para plantar una nueva iglesia y otras facetas de nuestro ministerio, allí en el Norte de Virginia.
Tomamos la carretera 28. Por el camino, seguimos la noticia por la radio. Un locutor con acento cubano que había visto el impacto del primer avión, decía: —“¡Yo no creo que fuera un ataque terrorista, porque vi los esfuerzos que hizo el piloto para no chocar contra el edificio” … El hombre no terminó su comentario porque fue interrumpido por el segundo avión que impactó la otra torre. En ese mismo instante y ante el asombro de los millones de personas que tenían sintonizados sus televisores y sus radios en todo el mundo con la noticia, veían llenos de consternación y solidaridad humana el impacto del otro avión contra la otra Torre. Igualmente, las imágenes de hombres y mujeres atrapados por las llamas y lanzándose al vació, recorrieron el mundo.
Pero aquello no era todo, porque los que habían planificado esos ataques terroristas, habían pensado ir mucho más allá que lo que habíamos visto.
En efecto, un taxista que estaba pasando a la altura del Pentágono, daba cuenta de haber visto un avión que se estrellaba contra las instalaciones del corazón de las Fuerzas Armadas de Estados Unidos, el Pentágono. ¡No había duda Estados Unidos estaba recibiendo un ataque terrorista de grandes proporciones!
Se hablaba de un avión que andaba volando sobre Pennsylvania y que vendría para golpear contra la Casa Blanca. Por su parte, en Washington la residencia presidencial y todos los edificios del gobierno estaban siendo evacuados. ¡No se sabía en dónde estaba el Presidente, por razones de seguridad! El terror comenzó a llegar al corazón de cada estadounidense y nosotros que manejamos la Palabra de DIOS, empezamos a consolar con sus consejos de sabiduría milenaria, a los que venían a nosotros por ayuda.
De allí en adelante aquel 11 de septiembre del 2001 cambió la historia de Estados Unidos, y no es exagerado decir, del Mundo entero. Precisamente, hoy han transcurrido veinte años en que esta pesadilla, mantiene a millones de personas temblando por el miedo, están pensando, si la próxima víctima del terrorismo, será uno de ellos. El miedo que a menudo nos sirve para que huyamos del peligro, es bueno. De esta manera el miedo es un buen compañero cuando nos servimos de él. Pero es malísimo cuando el miedo se hace dueño de nosotros. Se convierte en fobia y ya es imposible, vivir y disfrutar de la vida.
Los enemigos de Estados Unidos y el Mundo libre, como lo hacen con el fatídico Holocausto. Intentan negar esos hechos que están bien documentados para la historia. Como lo sabemos, el diablo es el padre de la mentira, y hoy anda suelto, porque sus días, están contados.
En todo caso, los cristianos, nacidos de nuevo, como lo están demostrando hoy en día, los cristianos de Iraq y de Afganistán que habían creído en CRISTO mientras los talibanes, no habían regresado y ahora, están allí en el poder. Los cristianos están allí enfrentando la muerte. Eso mismo, puede decirse de otros países del Medio Oriente y el mundo comunista. Hoy prefieren morir que negar a JESÚS.
Me los imagino en los manos de sus captores, repitiendo las palabras del SEÑOR JESÚS: “La paz os dejo, mi paz os doy; yo no os la doy como el mundo la da. No se turbe vuestro corazón, ni tenga miedo.” (Juan 14:1, RV60).
O tal vez como el Apóstol, puedan decir:
“Porque para mí, el vivir es Cristo y el morir es ganancia”. (Filipenses 1:21, NVI).
¡No tengamos el miedo que paraliza! ¡Nosotros conocemos el final feliz de esta película del fin del mundo!
¡Adelante, siempre adelante!
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