Vivimos en un mundo en donde reina la confusión. Voces de todo tipo en este mosaico religioso en que vivimos, se levantan proclamando su verdad. A menudo estas voces que compiten y se contradicen entre sí, reclaman nuestra lealtad. ¿Cómo podemos saber que andamos en la verdad en medio de tantas contradicciones? DIOS lo sabía por eso nos dejó Su guía infalible, la Biblia. Las Sagradas Escrituras se constituyen en el mapa de DIOS mediante el cual quien se guía por ellas encontrará, tarde o temprano a Quien es el centro de ellas a JESÚS. La Palabra de DIOS es la semilla que, al caer en los diferentes tipos de corazones, hará la obra para la cual DIOS la envió: dar vida eterna. El evangelizador, no es responsable por los distintos tipos de suelos en la cual la semilla cae, pero debe ser obediente y convertirse en un sembrador fiel.
Sí, en efecto, la Biblia es la semilla de la cosecha porque es el Libro que cuenta la Historia de la Salvación. Narra que antes de los tiempos, DIOS se propuso tener a Su lado para siempre a dos seres, los ángeles que no tienen cuerpo, y nosotros los seres humanos. DIOS nos hizo. Una parte de los ángeles liderados por Satanás quisieron hacerse autónomos y cayeron en desobediencia. El ser humano creado y puesto en el mejor ambiente posible, también se quiso hacer como Su Creador y desobedeció, por esta razón fue echado del Paraíso y desde allí en adelante, la Biblia cuenta todos los esfuerzos del ser humano para encontrar nuevamente la comunión con DIOS. Sin embargo, DIOS había tomado la iniciativa de venir al rescate del ser humano, “antes de la creación del mundo” (Efesios 1.4), y así lo cumplió.
De hecho, todo el Nuevo Testamento nos explica esa preciosa historia de gracia, fe, amor y esperanza, ignorar las Escrituras es ignorar a JESÚS mismo. Ignorar a JESÚS, es perder la oportunidad de la salvación eterna. Porque Él, dijo: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14.6).
La Biblia no sólo es la Historia de la Salvación, pero también nos inspira, nos exhorta, nos envía y nos exige: “Por tanto, vayan y hagan discípulos de todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, enseñándoles a obedecer todo lo que le es mandado a ustedes” (Mateo 28.19 NVI).
Dicho de otra manera, ¡la Palabra de DIOS es la semilla de la gran cosecha de hoy, como lo fue ayer y por los siglos de los siglos! Hace 57 años, leyendo un ejemplar de la Biblia que alguien se la había regalado a un primo, me convertí en un cristiano nacido de nuevo. Esa Palabra no volvió vacía, lamentablemente mi primo nunca la leyó y creyó, pero hasta hoy esa Palabra está viva para mí, y en mí. Ciertamente, la Biblia nos dice que no todos creerán a este Mensaje, pero todos deben tener la oportunidad de oírlo, y conscientemente aceptarlo o rechazarlo.
En estos momentos de pandemia universal y en especial aquí en el occidente, estamos viviendo el cierre de los templos en muchos países. No obstante, la Palabra de DIOS, no está presa. Como nunca nunca, la presencia del Mensaje esta llegando con eficacia a muchos corazones y haciendo su obra en muchos corazones. Con esto quiero decir que el llamado urgente de DIOS para venir a Él está abierto, como lo escribió el profeta Isaías: “Busquen al Señor mientras puedan encontrarlo; llámenlo ahora, mientras está cerca.” (Isaías 55:6, NTV).
Como ya lo hemos dicho, no sabemos quienes responderán ni quienes lo rechazarán, el tipo de corazón en donde caerá no es asunto nuestro, sin embargo, debemos sembrar abundantemente porque ciertamente, la Biblia es la semilla de la cosecha que se aproxima.
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