Francisco
Aular
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Lectura devocional: Colosenses
1:24-29
Es Cristo
en vosotros la esperanza de gloria. Colosenses 1:27b. (RV60)
A los discípulos del SEÑOR JESUCRISTO, se nos da la esperanza para
iluminar con ella a los que no tienen esperanza. La esperanza llena las
expectativas de un buen futuro. En realidad, la esperanza no es algo que
tenemos sino Alguien: “Es Cristo en
vosotros la esperanza de gloria.” (Colosenses 1:27b.RV60). Este fue el
Mensaje que cambió al mundo: “¡CRISTO vive en mí!” Ninguno como el Apóstol
Pablo para entender este misterio de Dios, y ponerlo en una sentencia como ésta:
“Mi
antiguo yo ha sido crucificado con Cristo. Ya no vivo yo, sino que Cristo vive
en mí. Así que vivo en este cuerpo terrenal confiando en el Hijo de Dios, quien
me amó y se entregó a sí mismo por mí.” (Gálatas 2:20,NTV). ¡Este es el triunfo
de la esperanza! ¡JESÚS, enfrentó con valor la agonía y la muerte porque Él y
solo Él, es la única esperanza! ¡La esperanza no se rinde! ¡Vale la pena vivir
para proclamar este evangelio de la esperanza!
Otro aspecto es el siguiente, el cristiano que ha
depositado en JESÚS su única esperanza de salvación, no marcha hacia la muerte,
sino hacia la vida. La esperanza tiene una propiedad purificadora, porque
mediante ella aprendemos, no sólo a existir, sino a vivir; no sólo a gustar,
sino a saborear; no sólo a tocar, sino a sentir; no sólo a mirar, sino a
observar; no sólo a oír, sino a escuchar; no sólo a escuchar, sino a entender;
no sólo a pensar, sino a investigar; no sólo a hablar, sino a producir. Como
consecuencia, la noche, el frío y la escarcha nunca se ponen sobre nuestra
esperanza. ¡Eso sí!, como todos los dones y virtudes de Dios en nosotros, estos
son usados y desarrollados de dentro hacia afuera, Dios nos los dio y es
nuestra responsabilidad usarlos.
Lo peor que le puede suceder a cualquier ser humano es
la muerte, pero, el verdadero hijo de Dios tiene la esperanza de la resurrección.
El cristiano nacido de nuevo es realista y ve este mundo y sus millones de
habitantes tal y como JESÚS los ve, necesitados de amor, fe y esperanza. Cuando los seres humanos se sienten sin esta esperanza, les
aterra morir. Algo les dice que no están preparados para morir, pero el
cristiano nacido de nuevo no cambiará nunca lo temporal por lo eterno, tampoco,
anhela quedarse en este mundo imperfecto porque Dios ha puesto en su corazón
que existe un lugar mejor para él: No se angustien. Confíen en Dios, y confíen
también en mí. En el hogar de mi Padre hay muchas viviendas; si no fuera así,
ya se lo habría dicho a ustedes. Voy a prepararles un lugar. Y si me voy y se
lo preparo, vendré para llevármelos conmigo. Así ustedes estarán donde yo esté (Juan
14:1-3; NVI).
Por eso,
la tumba no es el final para el que ha puesto su esperanza en JESÚS,
como no lo fue para Él. ¡Este es el pensamiento que cubre todo el Nuevo
Testamento! Aparte de la gran lección que encierra la vida humana de JESÚS,
desde su encarnación hasta el triunfo de su resurrección, está también la
esperanza con que se lanzaron a la conquista de un mundo adverso al Mensaje de
la cruz, sus primeros discípulos, los apóstoles. En efecto, los apóstoles
temerosos el día de la crucifixión, mantuvieron un bajo perfil, de repente,
vieron a JESÚS resucitado. La fe de aquellos hombres y mujeres que caminaron y
comieron en compañía de JESÚS viviente se fortalece, y desde entonces, nada ni
nadie, los pudo detener. Unido a todo esto, está la esperanza de la Segunda
Venida de JESÚS, mientras tanto, alienta saber que JESÚS ya vive por la fe en
todo hijo de Dios. El saberlo lo llena de esperanza.
Por consiguiente, la Biblia dice: Es Cristo en vosotros la esperanza de gloria (Colosenses 1:27b.).
Siendo así, no existe desesperación humana, por grande que parezca, que el
verdadero discípulo del Señor no encuentre que su esperanza triunfe sobre ella.
No existe dolor humano que no se redima por el triunfo de la esperanza. No
existe pecado tenebroso o sutil que no sea al final vencido por el triunfo de
la esperanza. No existe tormenta por fuerte y oscura que sea, que impida que
nos orientemos por el triunfo de la esperanza como un faro luminoso al final
del camino. ¡Con la esperanza en la batalla, no hay lugar para la derrota, sino
para el triunfo!
Hubo en el Antiguo Testamento, un profeta que era
poeta, el escribió una de las oraciones más hermosas que tenemos en la Palabra Dios. El profeta le cantó al
triunfo de la esperanza:
Aunque la higuera no dé renuevos, ni haya frutos en las
vides; aunque falle la cosecha del olivo, y los campos no produzcan alimentos;
aunque en el aprisco no haya ovejas, ni ganado alguno en los establos;
aun así, yo me regocijaré en el Señor,
¡me alegraré en Dios, mi libertador! El Señor
omnipotente es mi fuerza; da a mis pies la ligereza de una gacela (Habacuc
3:17-19).
Oración:
PADRE ETERNO,
Ayúdame a
cantar como el himnólogo:
“Oí bendita historia,
De Jesús quien de su gloria,
Al Calvario decidió venir
Para salvarme a mí.
Su sangre derramada
Se aplicó feliz a mi alma
Me dio victoria sin igual
Cuando me arrepentí.
Coro:
Ya tengo la victoria
Pues Cristo me salva
Buscóme y compróme
Con su divino amor.
Me imparte de su gloria,
Su paz inunda mi alma;
Victoria me concedió
Cuando por mí murió.”
(Victoria en Cristo, #466, CBP,1994)
Perla
de hoy:
La esperanza en sí es medicina para
nuestro ser, ¡usémosla!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?
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