Francisco
Aular
Lectura
devocional: Juan 3:1-17
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que
ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda,
mas tenga vida eterna…Este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido
y es hallado…Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había
perdido. Juan 3:16; Lucas 15:24; Lucas 19:19 (RV60)
Existen temas de la Biblia
que son de vida o muerte. Hoy meditamos sobre uno
de ellos: ¡Perdidos o salvados! Si en
realidad, después de cincuenta años, estudiando la Palabra de Dios, el tema que
voy a tocar, no fuese importante, no escribiría al respecto. Pero toda la Biblia
desde Génesis hasta el Apocalipsis nos proclama esta doctrina y es necesario
que la anunciemos. Veamos:
¡Perdidos…o
salvados!
He aquí el dilema inevitable para todo ser humano que viene
al este mundo. No lo podemos evitar, no lo podemos eludir. Porque tarde o temprano
el dilema me tocara a mí y te tocará a ti también. Es más tocará a todos tus
descendientes. Nos tocará a todos. Nadie podrá salir corriendo por una puerta
de escape a este dilema que exige una decisión y que se nos presenta delante de
nosotros desde que nuestra madre nos trajo al mundo: o seremos salvos aceptando
el regalo de la salvación a través de JESÚS y seremos felices por toda la
eternidad en el Cielo al lado de nuestro Salvador y Señor, o estaremos
perdidos, para toda la eternidad, en el despreciable lugar del Infierno. Déjame
serte lo más sincero y claro posible porque tú y yo, y todos los que vivimos en
este mundo hoy, estamos en el vértice de una decisión que tomar. Y tenemos que
hacerla mientras estamos en el camino de la vida humana. Ir al Cielo o al
Infierno es algo voluntario. ¡Nadie irá obligado al Cielo porque allí solo
reina el gozo, la paz y la bienaventuranza infinita de los que voluntariamente,
lo elegimos! Pero si en esta vida, te resultan molestosas, aburridas e
incómodas las cosas de Dios. ¡Tú has elegido el Infierno! Lo pienso y expreso
de esta manera: imagínate que te mueres y tus familiares y amigos, que igual
que tú, no viven una vida que agrada a Dios, se reúnen para pedirle a Dios que
por favor te lleve al cielo. ¿Por qué habrá de hacerles caso? Al fin y al cabo,
Dios sabe que nunca apreciaste ni Su Palabra ni a Su Hijo en este mundo. No
sabes nada de Su Palabra. Nada de Su iglesia. Amaste solamente las cosas
temporales, esas que siempre se quedan aquí, cuando nos vamos de este mundo.
Creo que Dios diría, y solemnemente y
te lo digo con la Palabra: “No todo el que me dice: Señor, Señor,
entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos…Nunca
os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7.21, 23b) Estoy
convencido de esto, Dios no hizo el Infierno para el ser humano, sino para el
diablo y sus seguidores. Depende de nosotros, en esta vida, con quién queremos
pasar la eternidad. Serás lo que quieras ser, y estarás donde quieras estar.
¡Es tu decisión!
¡Perdidos…o
salvados!
Jesús de Nazareth, vino desde el cielo para hablarnos
principalmente de este importante asunto, porque como lo dijera el famoso
estudioso bíblico el doctor W.G.T Shedd: “Jesucristo es el responsable de la
doctrina de la perdición eterna. Todos los que se oponen a este dogma teológico
están en conflicto con Él. Ni la iglesia cristiana ni el ministerio cristiano
son los autores del mismo. El ministerio cristiano jamás habría inventado tal
dogma; tampoco lo hubiera predicado durante los siglos de la era cristiana,
como Jeremías, con lágrimas y reticencia, salvo por mandato del mismo Señor
Dios que dijo: “Dirás todo lo que te mande” (Jeremías 1.7) Sin duda es más
agradable a nuestros corazones hablar acerca de la felicidad de los salvados
que de los sufrimientos de los perdidos; ambas verdades deben ser proclamadas
si hemos de predicar toda la verdad tal como Dios nos la ha hecho conocer. Más
aún, el amor salvífico de Dios sólo puede apreciarse adecuadamente con ese
estado de pecado y miseria del cual Cristo vino a salvarnos. Si rechazamos lo
que la Biblia dice acerca del infierno es porque no tenemos una comprensión y
apreciación adecuadas del glorioso evangelio del Dios bendito. Sólo en su luz
podemos ver el verdadero significado de la pregunta del carcelero de Filipo,
hecha a Pablo y a Silas: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30)
Ciertamente, la obra de JESÚS en la tierra, sería en vano, sino la tomamos en
cuenta y hacemos la decisión de su oferta de salvación: “Porque el Hijo del
Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10)
Permítame
ilústralo de esta forma, cuando llegué a la iglesia, los amados de ese tiempo
no andaban por las ramas a la hora de anunciar esta verdad de ¡Perdidos o salvados! Los hermanos, no
solo lo hablaban, explicaban o predicaban: ¡También lo cantaban! Allí estaba yo
en aquella mañana de agosto de 1963, mi pastor el hermano Carlos Clark, en su
primer culto en la gran ciudad de Caracas, dirigió el himno e hizo el
llamamiento, mientras en el piano, la pianista, Ruth Ayllón, tocaba la
inolvidable melodía: “Pecador ven a Cristo Jesús”. Me puse en pié, y conmovido
pasé al frente donde me esperaba mi pastor para darme la bienvenida a la
familia de Dios… (Efesios 2:19) ¡Qué gran día ese para este pobre pecador! Dios
ya ha puesto 50 años entre aquel día y este momento, pero todavía me parece
oírlo, con aquel énfasis de su letra de ¡perdidos
o salvados! He aquí la letra:
I
Pecador, ven a Cristo Jesús,
Y feliz para siempre serás,
Que si tú le quisieres tener,
Al divino Señor hallarás.
Y feliz para siempre serás,
Que si tú le quisieres tener,
Al divino Señor hallarás.
CORO
Ven a Él (pecador), ven a Él, (pecador)
Que te espera tu buen Salvador.
Ven a Él (pecador), ven a Él (pecador)
Que te espera tu buen Salvador.
II
Si cual hijo que necio pecó
Ven a Él (pecador), ven a Él, (pecador)
Que te espera tu buen Salvador.
Ven a Él (pecador), ven a Él (pecador)
Que te espera tu buen Salvador.
II
Si cual hijo que necio pecó
Vas buscando a sus pies compasión
Tierno Padre en Jesús hallarás
Y tendrás en sus brazos perdón.
III
Si, enfermo te sientes morir,
Él será tu doctor celestial,
Y hallarás en su sangre también
Medicina que cure tu mal.
Él será tu doctor celestial,
Y hallarás en su sangre también
Medicina que cure tu mal.
IV
Ovejuela
que huyó del redil,
¡He
aquí tu benigno Señor!
Y
en los hombros llevadas serás
De
tan dulce y amante Pastor
(CBP El Nuevo Himnario Popular
#62)
Oración:
Gracias
Señor por llamarme y poner en mí la fe para dar el paso de la muerte a la vida,
y por tu presencia constante. Gracias porque estás aquí y ahora conmigo.
Gracias por amarme y sostenerme hasta el momento en ir a tu presencia. En el
nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
¡Perdido o
salvado! Depende de nosotros, en esta vida, en donde queremos pasar la
eternidad.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por
medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la
cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por
aprender?
¿Existe alguna bendición
para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento
por obedecer?
¿Existe algún pecado por
evitar?
¿Existe algún pensamiento
para llevarlo conmigo?
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