Francisco Aular
Lectura
devocional: Génesis 37.1-11
Al poco tiempo José tuvo otro sueño y de nuevo se lo contó a sus
hermanos.—Escuchen, tuve otro sueño —les dijo—. ¡El sol, la luna y once
estrellas se inclinaban ante mí! Génesis 37:9 (NTV)
De entrada, les
confieso que he sido un soñador desde niño – no me estoy refiriedo al sueño en
el aspecto onírico, sino a la visión de ponerse metas y alcanzarlas en la
vida-. Aunque veía salir a mi padre y hermano mayor a hacer las labores del
campo, todos los días; nunca me vi allí. Algunos de nuestros familiares vivían
en la gran ciudad de Caracas, y yo me veía caminando por aquellas calles de la
capital con mis zapatos y todo. Así fue. En efecto, mis doce años los cumplí en
Caracas, para entonces, tenía dos años y medio viviendo en la gran ciudad
venezolana, y como yo había nacido en una montaña y me había criado en un
pequeño pueblo del interior del país, aun así, mi corazón de niño campesino se
llenaba de asombro por los descubrimientos que poco a poco iba haciendo en mi
nuevo mundo, entre ellos, la televisión. ¡Dios había cumplido la primera etapa
de mis sueños de niño, ahora tenía que seguir soñando y seguir aferrado a mis
sueños de estudiar y salir adelante! Todavía cuando cuento esta historia me
pregunto ¿cómo logre mantener vivo aquelos sueños de superación personal? Lo
ilustraré por medio de un amigo de mi infancia en aquel barrio El Retiro en San
José del Avila, al noroeste de la ciudad de Caracas, a finales del gobierno de
Marcos Pérez Jiménez.
Pues
bien, un día llegó a nuestra casa, “Jimmy”, como regalo a una primita en su
primer cumpleaños. Era un perrito raza “cacri” (callejero con criollo); se ganó
rápidamente el corazón de todos en casa, y particularmente se convirtió en “mi
mejor amigo”. Era inteligente y un poco cómico, en las navidades de ese año los
vecinos se divirtieron de lo lindo con “Jimmy”, porque lanzaban al aire los
fuegos artificiales de la época, y él saltaba en un vano intento por
atraparlos. Jimmy era pequeño, de color blanco con una raya marrón que le nacía
en el lomo y dividía su carita en dos, sus orejas eran grandes y al moverlas y
por sus ladridos, yo sabía lo que quería.
Muchas cosas acontecieron desde
que “Jimmy” llegó a mi vida, pero una de los hechos -que mis hijos, cuando eran
pequeños, me pedían que les relatara con frecuencia- ocurrió el día en que me
defendió y expuso su vida por mí. Pasó así: Tal y como acostumbrábamos
diariamente fuimos a hacer las compras, él siempre iba delante y yo lo seguía
sin perderlo de vista, él siempre llegaba primero a la tienda, y algunas veces,
el carnicero le tenía un huesito. De retorno a casa cambiábamos de lugar, yo
iba delante y el detrás entretenido con su hueso, que sólo soltaba para ladrar
a los otros perros que respondían desde sus casas el saludo. De repente, en una
esquina, un señor italiano recién llegado al barrio, apareció en escena, venía
con su perro gigante y mal encarado que de inmediato se abalanzó sobre mí; el
hombre le gritaba en italiano y yo le gritaba en español, pero el perro no se
detenía. En fracción de segundos, “Jimmy”, que por el susto no acordaba de él,
entró en escena. Era una pelea desigual, temí por mi perro. Los vecinos
salieron, algunos gritaban al señor italiano que evitara que su perro matara al
mío -ya les dije que “Jimmy” tenía su público-, en un momento, ambos animales
se trabaron en lucha, daban vueltas y vueltas, hasta que el perrote empezó a
dar aullidos de dolor, y fue
entonces, que descubrimos que “Jimmy” tenía asida la cola de su contendor
entres los dientes, así que yo mismo, tuve que ayudarlo a abrir su hocico para
que lo soltara. ¡Todos aplaudían!
Aquel día aprendí algo que me ha
ayudado en mi liderazgo con iglesias pequeñas. ¡No importa el tamaño del
desafío, lo importante es la visión y la pasión para acometerlo en el nombre del
Señor! Como oró el profeta Eliseo por su discípulo Giezi en el “Valle de la
visión”: “Señor,
ábrele a Giezi los ojos para que vea.” El Señor
así lo hizo, y el criado vio que la colina estaba llena de caballos y de carros
de fuego alrededor de Eliseo. (2 Reyes 6:16,17) ¡Sin visión no habrá sueños
para cumplir!
En la vida cristiana, debemos
llenarnos de la visión divina para compartir a JESÚS y extender Su reino en
todo la tierra. Esto es muy sencillo porque,
el fruto de un cristiano
es otro cristiano, y el de una iglesia es otra iglesia. ¡Ese es un sueño puesto
por el mismo Dios que inspiró a José! ¡Que Dios nos abra nuestros ojos para ver
con los ojos del alma, nuestros sueños una realidad! Sé que todo depende del líder
que está al frente del ministerio. Una sola cosa le pido al Señor y lo palpo
como nunca al final de mi vida que no ¡deje de soñar grandes cosas para Su
honra y gloria!
Así
nosotros, como pueblo de Dios, tenemos que soñar grandes sueños y aferrarnos a ellos como
mi perrito “Jimmy” con el perro grande, ¡no soltarlos hasta que los venzamos!
También desde ese día entendí el dicho: “No es el tamaño del perro en la lucha,
sino, la lucha en el perro lo que vale”. ¡No importa el tamaño de nuestra
iglesia, sino el tamaño de nuestro Dios! No sé cual es tu plan personal o para
la obra de Dios, solo una cosa es necesaria al visionar y soñar con tu meta
final: ¡Aférrate a tus sueños!
Oración:
Padre
eterno:
La idea de
escoger a una manada pequeña metida en un barrio a donde nadie va, o debajo de
un puente o un árbol, tal vez en una cocina o una sala de un hogar, y de
utilizar a hombres y mujeres comunes con visión y pasión para dar inicio al
trabajo extraordinario de levantar una catedral para ti, no es humano, nace en
tu Corazón. Gracias amado Dios porque en eso andamos por el mundo entero, somos
tu Pueblo Visionario; danos tu bendición. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
¡No
importa el tamaño del desafío, lo importante es la visión y la pasión para
acometerlo en el nombre del Señor!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio
de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual
pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por
aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por
obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para
llevarlo conmigo?
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