Francisco Aular
Lectura devocional: 1 Corintios 15:51-56
En memoria del hermano y
amigo: Daniel Enrique Robayo Quintero.
¿No sabéis que un príncipe y grande ha caído hoy en Israel? 2 Samuel
3:38b (RV60);
Entonces, cuando nuestros cuerpos
mortales hayan sido transformados en cuerpos que nunca morirán, se cumplirá la siguiente Escritura: “La
muerte es devorada en victoria”. 1 Corintios 15:54 (NTV)
Con
mucho amor para la familia Robayo Hidalgo: Berta, Daniel, Belkys, Tania y
Martha Elena. Un abrazo también para los nueve nietos y dos bisnietos.
Ayer, Toronto amaneció con
una mañana primaveral como para ponerla en el almanaque. Sin embargo, un
pálpito, un sentimiento profundo se apoderó de mí… Pendiente como he estado de
la salud de mi amado hermano y amigo Daniel Robayo Quintero; llamé a su casa,
ya lo hecho tantas veces, en estos años…, me atendió la hermana Berta, me dio la noticia de la partida de
nuestro amado hermano a la presencia del Señor. Oramos y lloramos juntos.
Desde luego, mis
pensamientos me llevaron a tantas escenas que la vida nos presenta en relación
con la amistad. La amistad no se teoriza, se vive, se practica, y es el
resultado del cual nos habló nuestro amado Pastor JESÚS de Galilea cuando nos
dijo: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su
vida por sus amigos” (Juan 15:13; RV60).
Daniel Robayo nunca falló en la amistad. Su calidad humana y su
comprensión del ser humano lo llevaron a experimentar la amistad en su esencia
misma. La amistad la practicó a manos llenas por donde quiera que fue. Tenía la
costumbre de poner “sobrenombres cariñosos” de una manera espontánea a sus
amigos. Para él no había enemigos. Aún habiendo llegado alto en su carrera
militar, no usó su influencia para lograr sacar partido en beneficio propio. Sus
compañeros de armas de la aviación, lo llamaban “Halcón” y él, voló muy alto.
Daniel Robayo hacia maravillas para sacar tiempo. Se las arreglaba
para atender el mayor número de compromisos posibles. Lo vi yendo al hospital
para visitar a sus compañeros de armas, y otras personas; lo vi en bodas.
Fuimos juntos al cementerio y a llevar consuelo a los demás. Hizo discípulos y
enseñó a otros a discipular. No dejaba de lado las cuestiones formales o
protocolares, pero también se escurría hasta los hogares de sus amigos para
disfrutar un tiempo con ellos y la conversación, siempre al lado de su Biblia.
Había que verlo con cuánto gusto y placer compartía con cualquiera y en
cualquier lugar acerca de la Salvación por la fe en nuestro Señor Jesucristo.
Juntos, él y yo recorrimos la patria venezolana de un lado a otro. Sus
vehículos fueron invertidos en viajar kilómetros tras kilómetros, manejando siempre
como el gran aviador que era “un caballero del aire”.
En el carácter de Daniel no había dobleces. Era un ser humano de una
sola pieza. Enfrentaba cualquier situación viniera de donde viniera. Sin lugar para los acomodos y la
hipocresía. Buscaba la reconciliación rápidamente porque su sentido de la
amistad, se lo exigía. Pedía perdón y perdonaba. Daniel, daba consejos a sus amigos, pero también buscaba
consejos de los demás.
Han pasado unas cuántas horas de la partida de Daniel Enrique Robayo
Quintero. Nos sirve de inspiración recordarlo ahora. Se nos ha ido el
“marchista mayor”, en efecto, le dedicó a la Marcha Evangelizadora tres décadas
de su vida. Su humildad, inspiración y su capacidad de logística, le
imprimieron a la oración, la evangelización y el discipulado su nota distintiva
que ha dado a este movimiento su razón de ser y su hacer en Venezuela. Llegó a
formar generaciones de hombres y mujeres dedicados a la oración, la
evangelización y el discipulado. Cuando le llegó el tiempo de su salida obligada
por su condición de salud, de la dirección de la Marcha Evangelizadora, mantuvo
su interés hasta el final. La red discipular de Daniel Enrique Robayo Quintero
es tan amplia que ya no la podemos seguir.
Daniel Robayo no fue solamente un siervo de Dios en la obra
denominacional, sino, también una bendición para toda la obra evangélica
nacional. Al final de los años setenta, hubo una persecución en contra de los
misioneros estadounidenses, Daniel, siendo un militar activo, puso en peligro
su carrera, y defendió dentro de sus límites, el trabajo de los misioneros,
especialmente los de las Nuevas Tribus.
En los
últimos días, se enfrentó a su dolor físico con valor y fe cristiana. Sin duda,
el versículo lema de la familia Robayo Hidalgo, que él y su amada Berta nos
repetían al visitarlos, lo alentó en todo tiempo: “Porque Jehová es nuestro escudo, y nuestro rey es
el Santo de Israel.” (Salmo 89:18, RV60). Hasta el último momento Daniel
Robayo se mantuvo orando por la Marcha Evangelizadora e invitando a la juventud
a continuar llevando en alto la bandera de la fe.
Los que tuvimos la dicha de tratar a Daniel Enrique Robayo Quintero y
disfrutar de su modestia y humildad, estamos eternamente agradecidos al Señor
por esta bendición, y él será para siempre ejemplo de esa calidad de ser humano
que amó y sirvió al Señor JESÚS en espíritu y en verdad. Nuestro amado General,
o soldado raso del Señor como prefería ser llamado, ya está en las mansiones
eternas. Terminó su carrera con el gozo del Señor, diciendo como siempre lo anheló: “He peleado la buena batalla, he acabado la
carrera, he guardado la fe.” (2 Timoteo 4:7, RV60).
Aún conservo un libro dedicado por mi amado hermano Daniel: “Para mi
buen hermano, discipulador y amigo, pastor Francisco Aular. Daniel Robayo,
Caracas, agosto de 1985”.
Mi llanto es esta hora es de gratitud al
Eterno por la vida de nuestro amado Daniel Enrique Robayo Quintero.
Es un llanto como el del rey David que
reconoce que uno de sus fieles soldados, ya no estará entre nosotros. Ya no
vendrá a recibirme al aeropuerto como siempre lo hizo, por ese don de servicio
que poseía, y su amor y amistad por todos nosotros. Perdónenme, pero Daniel
Enrique Robayo Quintero, por cualquier lado que lo vea, era muchas cosas juntas
para nosotros, y eso, es grande y hermoso. Por ello, puedo exclamar como el
rey: “¿No sabéis que un príncipe y
grande ha caído hoy en Israel?” 2 Samuel 3:38b, RV60). Pero del mismo modo,
somos consolados por la Palabra de Dios: “Entonces, cuando nuestros cuerpos
mortales hayan sido transformados en cuerpos que nunca morirán, se cumplirá la
siguiente Escritura: “La muerte es devorada en victoria”. (1 Corintios 15:54,NTV).
¡Nosotros esperamos esa mañana gloriosa! Mientras tanto va: Mi llanto por un
amigo.
Oración:
¡Gracias, oh Dios, por la dicha de haber
andado un trecho del camino con tu siervo Daniel Enrique Robayo Quintero!
¡Gracias, oh, Dios por su vida fecunda y su ejemplo como siervo tuyo! ¡SEÑOR,
tu das y tu quitas. Sea tu nombre bendito para siempre! En el nombre de JESÚS.
Amén.
Perla de hoy:
Hoy mis lágrimas
las seco con la hermosa toalla de la fe, la esperanza y el amor.
Interacción:
¿Qué
me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?
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