Francisco Aular
Lectura devocional: 1 Tesalonicenses 4:13-16
Bienaventurados
los que lloran, porque ellos recibirán consolación Mateo 5:4
(RV60). Hermanos, no queremos que ignoren
lo que va a pasar con los que ya han muerto, para que no se
entristezcan como esos otros que no tienen esperanza. 1.a a
Tesalonicenses 4:13 (NVI)
El versículo más
pequeño de la Biblia, pero al mismo tiempo el más grande del Libro sagrado,
dice: “Jesús lloró” (Juan 11:35 RV60). Ese llanto de JESÚS debió sorprender a
los griegos porque para ellos, sus dioses eran incapaces de sentir simpatía por
las desgracias de los seres humanos, los griegos creían en dioses esencialmente
incapaces de sentir ninguna emoción; sus dioses eran aislados, desapasionados e
impasibles ante el dolor y angustia de sus adoradores, ¡no había ninguna
esperanza de que el llanto fuera consolado! ¡Qué imagen tan diferente tenemos
de Dios en JESÚS! En el cuadro original que precede al llanto de JESÚS, el
versículo 28 pudiera traducirse así -traducción del original griego-: “Se
conmovió profundamente en Su espíritu de tal manera que no pudo reprimir un
gemido, y tembló movido por una profunda emoción.” (William Barclay, Comentario al Nuevo
Testamento, Editorial CLIE, 2006, pag.449) Aquí el corazón de
Dios mismo se conmueve y se une a nuestro instante de dolor como seres humanos,
porque en breve versículos después, JESÚS resucitará a Lázaro. Me atrevo a
opinar que el llanto del Señor es llanto con esperanza.
En efecto, cuando un ser amado fallece es natural que
tengamos una sensación de pérdida, e inclusive de una profunda soledad que nada
ni nadie podrá llenar nunca más. En esos momentos de crisis, de angustia,
podemos también experimentar más íntimamente la solidaria y amorosa presencia
de JESÚS. Sí, JESUCRISTO, quien lloró al lado de los que lloraron; quién sufrió
la cruz y enfrentó solo la muerte y el infierno para nuestra salvación, sabe lo
que es el sufrimiento y la soledad. Y porque Él mismo pasó por allí es capaz de
darnos fuerzas con Su presencia: “Bendito sea el Dios y
Padre de nuestro Señor Jesucristo, Padre de misericordias y Dios de toda
consolación, el cual nos consuela en todas nuestras tribulaciones, para que
podamos también nosotros consolar a los que están en cualquier tribulación, por
medio de la consolación con que nosotros somos consolados por Dios” (2
Corintios 1:3,4 RV60).
Por tanto en nuestras vidas como cristianos nacidos de nuevo -poseedores de
la vida eterna, la vida “zoé”, la vida que viene desde el cielo que tenemos en
JESÚS-, nuestro llanto es un llorar con esperanza.
La historia de las epístolas paulinas nos hablan de los hermanos de
Tesalónica, ellos habían entendido que JESÚS vendría en Su Segunda Venida. Esperaban
que tal evento ocurriría mientras ellos estaban vivos, pero estaban preocupado
por los cristianos que habían muerto. Ellos querían estar seguros de los que ya
habían muerto resucitarían para ver la gloria de Dios, ese día de la Segunda
Venida. Así Pablo, tiene la oportunidad de enseñarle esta verdad bíblica: la
persona que ha vivido, ha experimentado su nuevo nacimiento en JESÚS, y aunque
haya muerto, su vida “bios”, la vida humana se le habrá terminado, pero su vida
eterna “zoé” es para siempre, por eso les dice:
Hermanos, no queremos que ignoren lo que va a pasar con los que ya han muerto,
para que no se entristezcan como esos otros que no tienen esperanza. Esto nos
revela que la relación que tenemos con JESÚS es tal que nada ni nadie la puede
romper, ni aun la muerte. Así como JESÚS murió pero resucitó, todos los que
hayamos depositado nuestra fe, nuestra confianza únicamente en Él para la
salvación eterna, establecemos una unión eterna con JESÚS.
Por ejemplo, en la Biblia de una creyente anciana que
falleció, -tenía su Biblia bien subrayada y con notas que ella había escrito al
margen a través de los años-, en una de ellas, decía: “Dios no nos ofrece un
camino fácil a la Tierra Prometida, pero sí nos brindará un camino seguro.”
Negar el sufrimiento, los problemas, enfermedades y aflicciones, no es propio
del cristianismo. He transitado un largo trecho tanto en mi vida humana como en
la espiritual, mi vocación pastoral me ha puesto al lado de los que pasan por
distintas pruebas, sean cristianos o no; pero he comprobado que en tales
circunstancias una fe firme en la Palabra de Dios nos permiten: Llorar con
esperanza.
Oración:
Amantísimo Padre Eterno:
Ayúdame a consolar a otros
como yo he sido consolado por ti, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de
hoy:
Simplemente estar al lado de los dolientes, y llorar con ellos en la
esperanza de la resurrección es mejor que las palabras.
Interacción:
¿Qué me
dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe
una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe
una lección por aprender?
¿Existe
una bendición para disfrutar?
¿Existe
un mandamiento a obedecer?
¿Existe
un pecado a evitar?
¿Existe
un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?