Francisco Aular
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— ¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro? Mateo 11:3 (NVI)
Definitivamente, Juan el Bautista fue un hombre excéntrico. Su nacimiento fue milagroso, y seguramente, aprendió la historia de su pueblo Israel en las piernas de su padre Zacarías, un sacerdote. Su crecimiento fue a cielo descubierto, el sol le había curtido la piel porque la bóveda celeste era el único techo sobre su cabeza. En su juventud no bebió vino ni sidra como los demás hombres. Andaba por el desierto buscando la dirección de Dios, porque sabía, desde muy pequeño, que él era el mensajero que abriría el paso a JESÚS. Dice la Biblia que “Juan estaba vestido de pelo de camello, y tenía un cinto de cuero alrededor de sus lomos; y comía langosta y miel silvestre” (Marcos 1:6).
La carrera ministerial de Juan el Bautista fue la mejor para su cometido profético, llamó al arrepentimiento, bautizó a los creyentes e hizo discípulos. También bautizó a JESÚS. Juan debió quedarse admirado en el momento del bautismo de JESÚS, porque los cielos se abrieron y él vio al Espíritu Santo que en forma de paloma se posó sobre Jesús. Claramente oyó la voz de Dios que decía, “Tú eres mi Hijo amado y en ti tengo complacencia”. La predicación de Juan era apasionada y no podía ver el mal sin condenarlo, viniera de donde viniera. Todo hubiera ido bien para él, si no se hubiera metido con el terrible Herodes Antipas de Galilea. Públicamente, lleno de valor y osadía, condenó la conducta de aquel déspota oriental; Herodes se vengó y Juan fue arrojado a la cárcel. Condenado a una muerte segura, el ministerio de Juan se terminó de una manera inesperada.
Encerrado Juan, repasa su vida. Está completamente seguro que dada todas las circunstancias proféticas, JESÚS es “el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo", pero en una de esas oportunidades lo ataca la duda. Les aclaro algo antes de continuar, no estoy aquí para juzgar a Juan, más bien, hago este relato para agradecerle ese gesto de sinceridad que tuvo, y que nos ha ayudado a los más pequeños del Reino, a saber que la duda no es un pecado imperdonable, por el contrario, cuando la duda tiene como finalidad la búsqueda de la verdad para seguirla, entonces es necesaria y bienvenida.
Juan acude directamente a JESÚS con su duda y nosotros debemos hacer lo mismo: “¿Eres tú el que ha de venir, o debemos esperar a otro?” La respuesta de JESÚS está basada en sus hechos: “—Vayan y cuéntenle a Juan lo que están viendo y oyendo: Los ciegos ven, los cojos andan, los que tienen lepra son sanados, los sordos oyen, los muertos resucitan y a los pobres se les anuncian las buenas nuevas” (Mateo 11:4,5 NVI).
Según sus rasgos biográficos, es posible que a Juan el Bautista, predicador lleno de fuego y de juicio, le hubiera gustado otra respuesta, como por ejemplo: “Juan espérame allí. Voy a convocar los ejércitos celestiales y le voy a enseñar a ese Herodes quien somos nosotros, los revolucionarios del momento…”, ¡pero no fue así!, más, aún, su respuesta es “¡toda la misericordia de Dios está en marcha para salvar a los pecadores!”.
Cuando los discípulos de Juan se marcharon, el SEÑOR alabó a Juan el Bautista, y lo hizo en gran manera: “Les aseguro que entre los mortales no se ha levantado nadie más grande que Juan el Bautista…” (Lucas 11:11a NVI). Juan era el mensajero del Altísimo, por cierto, Juan sería el último de los profetas, aunque él no tenía, como nosotros ahora, un cuadro completo del propósito final de la venida de JESÚS a la tierra. No sabía Juan que el secreto de la venida de JESÚS fue y es para establecer una nueva relación con el ser humano pecador. Dios había llegado en JESÚS a transformar el mundo, no por medios violentos, sino por medio del amor. El reino de Dios había llegado. En este mundo los hombres son grandes por sus posesiones y poder, pero en este reino, cuyo fundador es JESÚS, las distinciones se miden por otra regla:”Sin embargo, el más pequeño en el reino de los cielos es más grande que él” (Lucas 11b).
Todos los que llegamos después de Juan el Bautista por aceptar el regalo de la vida eterna en JESÚS por su muerte en la cruz del Calvario somos, por así decirlo, más grandes que los que alcanzaron misericordia solamente por la promesa. Podemos decir como el otro que dudaba, el apóstol Tomás, al contemplar a JESÚS resucitado de la muerte: “¡Señor mío y Dios mío!”… “Jesús le dijo: porque me has visto, Tomás, creíste: bienaventurados los que no vieron, y creyeron” (Juan 20:28,29 RV60). Es decir, felices los que van por respuestas, y al recibirlas, alaban a Dios porque están más allá de la duda.
Oración:
Amado Padre:
Cuán hermoso es morar bajo tu protección y guía. Sabemos que tu Palabra es la verdad, ella es confiable y segura. Ayúdame a compartir la certeza de la fe, la esperanza y el amor que depositaste en mí. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
JESÚS y su Obra es la respuesta más segura en las tormentas de duda.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?