Lectura
devocional: Proverbios 24:10-12
Libra a los que son
llevados a la muerte; salva a los que están en peligro de muerte. Proverbios
24:11 (RV60)
Hace pocos años, aquí, en Toronto, María Angélica Vargas se enteró que
un hombre argentino como ella, estaba
muy grave en el hospital. “Tengo que llegar primero que la muerte con el
Mensaje de vida eterna”, se dijo a sí misma, allí, en su apartamento; la tarde cayó
en el horizonte y la noche estaba próxima, pidió ayuda, pero nadie pudo llevarla. Empezó a preguntarse, ¿qué hago?,
mi inglés no es bueno, ¿cuál bus tomar? –en aquel entonces, a sus setenta y
tantos años a Angélica nada ni nadie la detenían en su determinación de llevar
el Evangelio, y especialmente, a los que están en “peligro de muerte”-, oró y
se lanzó a la calle, la atormentaba el pensamiento de no llegar a tiempo, su
pasión evangelizadora era mucho más grande que cualquier impedimento, así que, con
su personalidad carismática se comunica con personas amables a quienes habla en
español. Toma tres buses, y en el último, ve en la distancia la conocida “H”
azul. Se baja y camina con la esperanza que sea el hospital indicado. A medida
que se acerca, va leyendo en las letras grandes el mismo nombre que tiene en el
papel, ¡sí es el hospital indicado! A los pocos minutos, Biblia en mano,
comparte el Mensaje a aquel hombre cuya alma estaba sedienta de Dios como el
desierto del agua. El hombre se arrepiente de sus pecados, le pide perdón a
Dios y sonríe agradeciéndole a Angélica su visita. A los pocos días aquel
hombre muere, pero la muerte ya no es un “salto al vacío”, sino un viaje hacia
Aquel que dijo: “Libra a los que son llevados a la muerte; salva a los que
están en peligro de muerte” (Proverbios 24:11). Sin duda, el mismo que había
llevado a Felipe al desierto por donde viajaba el eunuco –véase el relato
contado en el libro de los Hechos de los Apóstoles 8:26-39-, el Espíritu Santo,
también había guiado a María Angélica Vargas. Dios había preparado el corazón
de este hombre tal como lo había hecho con el etíope. No se puede expresar con
palabras el gozo que tenía nuestra amada María Angélica, cuando regresaba a
casa.
¡Vamos por ellos!, porque nuestra labor es de vida o muerte: “Libra a los que son llevados a la muerte. Salva a los que están en
peligro de muerte” (v.11). Hubo un tiempo en que nuestra obra, en
mi país, dependía nada más que de pastores, misioneros y evangelistas para
realizar la evangelización. Aunque en lo personal yo sentía la carga por los
perdidos, no sabía cómo evangelizarlos, solo los invitaba a la iglesia. Yo no
sabía que podía ser un instrumento para librar y salvar a los que están
“muertos en sus delitos y pecados”. Así que mientras trabajaba como fotógrafo
clínico en la sala de autopsias del Hospital Vargas de Caracas, me dedicaba a
visitar a los enfermos, leerles la Palabra, orar por su salud e invitarlos a la
iglesia.
Una tarde, andaba visitando y
entré a la sala 5, de mujeres, mientras caminaba por el pasillo, una enferma,
desde su cama me llamó por mi nombre: “¡Francisco!”, me acerqué adonde estaba,
y a pesar de su vientre hinchado, su rostro con el espectro de la muerte, la
reconocí, era la madre de una de mi excompañeras de estudios; la saludé por su
nombre, me di cuenta que casi no podía hablar, la ayudé a incorporarse y
apoyarse en mí.
Me dijo con una voz muy profunda:
“¡Francisco, me muero, tengo miedo, mucho miedo!” Hice lo que sabía, oré y le
leí la Palabra, le dije que yo vendría con mi Pastor. Salí del hospital con la
decisión de volver esa misma noche, pero aquella semana había la reunión anual
de pastores y no encontré a mi pastor ni a ningún otro en la ciudad. A la
mañana siguiente, dispuse las cámaras para fotografiar las piezas anatómicas de
los cadáveres que allí estaban; fui a la cava para saber cuántos estaban, y,
les confieso, que nunca, mientras viva, podré olvidar lo que sentí al descubrir
que el primer cadáver, ¡era el de la madre de mi amiga!, la señora que había
visitado el día anterior. Me turbé y las lágrimas empezaron a brotar sin poder
detenerlas. Bajé a la sala de espera en donde sabía que encontraría a sus tres
hijas, apenas me vieron, corrieron hacía mí y nos abrazamos. Los cuatro lloramos,
ellas, por la madre fallecida, y yo, porque no la había librado, ni salvado de
la muerte eterna. ¡La muerte me había ganado!
¡Creo que aquel día surgió en mi
mente y corazón, el primer atisbo de la Marcha Evangelizadora! Sí, con su
énfasis de entrenar a los miembros de todas nuestras iglesias, en la oración,
la evangelización y el discipulado. La evangelización salió de los templos y se
fue a la calles, a las plazas, a las fábricas, cuarteles, centros universitarios,
hospitales y cárceles. Por fin, la Palabra no estaba más presa. ¡La Palabra es
libre y hará exactamente lo que Dios quiere que haga, “salvar a los que están
en peligro de muerte”. ¡Gloria a Dios!
Hoy, 15 de agosto, hace exactamente 37 años, nació
la Marcha Evangelizadora. El momento es oportuno para agradecer al Señor el haber mantenido en su
calendario este esfuerzo año tras año y agradecer también a todos los marchistas,
a los diferentes directores de la Marcha en estas casi cuatro décadas, a los
que año tras año invierten sus vacaciones para ir a orar y evangelizar, y,
además, contribuir con lo financiero -hasta hoy, cada marchista y directivo
paga su participación en el evento-. A todos, un fuerte abrazo marchista, y les
digo: ¡Nos vemos en el Adiestramiento Continental de la Marcha Evangelizadora
del 2017! ¡Será la celebración de nuestros 40 años! Por eso, me siento lleno de
gratitud al Señor cada vez que una persona como María Angélica Vargas, se lanza
al rescate de un alma para Cristo, veo las mismas características, la pasión
evangelizadora que nos distingue desde el principio, al obedecer la voz de la
Palabra de Dios y del Espíritu Santo, que nos dice: ¡Vamos
por ellos!
Oración:
Padre eterno:
Hoy tengo
en mi corazón gratitud por aquellos que van llevando el Evangelio persona a
persona en todas partes. Gracias Señor por darme pasión evangelizadora, amor
por los que van a un destino, separados de ti. Nosotros sabemos que tú eres capaz
de hacer lo que tu Palabra dice que puedes hacer; sabemos que somos lo que tu
Palabra nos dice que somos; sabemos que podemos hacer lo que tu Palabra dice
que podemos; y sabemos que tu Palabra es viva y eficaz y actúa poderosamente en
nosotros. Ayúdame Señor, para que yo puede oír cuando me dices: ¡Vamos por ellos!
En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
No sé cómo puede ser la separación eterna de Dios del pecador. JESÚS lo
sabe y por eso nos dice: ¡Vamos por ellos!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy
por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a
la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por
aprender?
¿Existe una bendición
para disfrutar?
¿Existe un mandamiento
a obedecer?
¿Existe un pecado a
evitar?
¿Existe un nuevo
pensamiento para llevarlo conmigo?
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios