viernes, 28 de febrero de 2014

¡Vivir y morir libres!


Francisco Aular
faular@hotmail.com
Jesús les dijo a los que creyeron en él: —Ustedes son verdaderamente mis discípulos si se mantienen fieles a mis enseñanzas; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. Juan 8:31,32 (NTV)
Estamos asistiendo actualmente a un movimiento de cambios en el Norte de África, llamado la primavera democrática o la primavera árabe. Dos corrientes mayoritarias navegan para llegar al puerto del poder, una de ellas la democrática, y la otra, el fanatismo musulmán. No sabemos quién dominará al final, pero allí están, en esos países, los admirables pueblos, luchando y muriendo. En efecto, han sido seis meses de lucha desigual entre una población enardecida por tantos abusos de los dictadores que han estado allí por décadas, y gobiernos con ejércitos o milicias armadas con todas las ventajas posibles que concede los armamentos de guerra. ¿Qué buscan y qué esperan, esos jóvenes, y por asombroso que parezca: ¡Las mujeres!?  Esos ciudadanos se levantan teniendo solamente en sus corazones y en sus bocas la palabra “libertad”; es posible que muchos mueran, pero mientras vivan, sus gritos  los atraviesan hasta ensordecerse a sí mismos, impactando a nivel mundial e influyendo, para frenar el abuso del poder aún en los países democráticos, como es el caso de los “indignados de España”. La gente percibe que la libertad de sus derechos humanos ha sido cercenada, viven sumidos en la pobreza social y espiritual, y sueñan con un futuro para sus conciudadanos en donde haya esperanza de prosperidad y felicidad, libertad de expresión y de religión y conciencia, que solo es posible viviendo en democracia. Es decir, la gente luchará hasta el final, porque a la verdad, nuestro paso por este mundo es breve, pero ellos quieren: ¡Vivir y morir libres! Ante el desarrollo de tales acontecimientos, el ver el derramamiento de sangre, el llanto de mujeres y hombres por las injusticias, vienen a mi mente las palabras del escritor venezolano Eduardo Blanco, cuando en su Venezuela heroica dice: “¡Libertad!, ¡libertad!, ¡cuánta sangre y cuántas lágrimas se han vertido por tu causa!...¡Y todavía hay tiranos en el mundo!”.  Sin embargo, la Biblia nos dice que Dios “sembró la eternidad en el corazón humano”  (Eclesiastés 3:11 NTV), y por ello, anhelamos: ¡Vivir y morir libres!
¿Qué podemos hacer como cristianos ante las injusticias, la corrupción, y la entrega de la soberanía de nuestro país? Lamentablemente, existen países con gobiernos, sistemas completamente cerrados a la pluralidad democrática, como era el caso de los días del nacimiento de la fe cristiana con el imperio romano; entonces, protestar es un suicidio inútil. Pero los cristianos en las naciones libres o en aquella a punto de perder su democracia, deben hacer oír su voz tanto por Dios en su clamor a Él; como el hacer llegar al conocimiento de la Comunidad Internacional, los abusos a que son sometidos continuamente por gobiernos con un barniz nada más de la verdadera democracia; eso sí, deben utilizar para ello,  todos los medios lícitos que la democracia, permita. Aquí más vale poner en práctica aquel pensamiento de la española María Zambrano Alarcón (1904-1991): “Prefiero una libertad peligrosa que una servidumbre tranquila.”
Pues bien, todos hemos seguido los sucesos de Ucrania, en los últimos meses, allí un intelectual de 49 años, Oleksandr Turchinov, exmiembro del partido comunista en la otrora Unión Soviética, y ahora, con la llegada de la democracia pluralista, se involucró en la política a través del partido Plataforma Democrática y como tal, participó activamente en las manifestaciones contra el sistema que amenazaba a su país, al entregarlo practicamente al gobierno ruso. La noticia es esta, Turchinov, ¡es un pastor evangélico bautista! La prensa internacional informa que el expresidente de Ucrania huyó, dejando detrás de sí un pais salpicado de sangre y arruinado. En su lugar, Oleksandr Turchinov, ha sido nombrado como Presidente Interino. La responsabilidad de este pastor al frente de una congregación de millones de personas, será llevarlos, -si Dios lo permite- a pastos frescos que nos ofrece la la justicia, la paz y la libertad. Otra vez, lo escribo: El cristiano es ciudadano tanto de la tierra como del cielo, está capacitado para llevar delante de Dios, el sufrimiento de la tierra; y traer a la tierra, la fe, el amor y la esperanza del cielo. ¡Callar, cuando se debe hablar, no es una opción!
Ciertamente, la historia nos dice que por ninguna causa se han hecho tantos sacrificios, ni se ha derramado tanta sangre como por la causa de la libertad, por la libertad de conciencia, por la libertad de la patria, o por la libertad de oír y conocer el mensaje de JESÚS: —Ustedes son verdaderamente mis discípulos si se mantienen fieles a mis enseñanzas; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres.  En efecto, podemos afirmar con los historiadores del cristianismo: “La sangre de los mártires del cristianismo ha sido vertida para hacer germinar la semilla de la fe a través de los siglos.” Esto lo podemos comprobar, en este mismo instante, en el cual centenares de cristianos están muriendo, precisamente allí, en el Norte de África, en países con religiones ateas como en la China comunista y Corea del Norte; con religiones múltiples, como el caso de la India y Pakistán –por cierto en este último país, no debemos olvidarnos de esa valiente mujer Asia Bibi, quien a pesar de haber sido legalmente absuelta, está esperando es una especie de corredor de la muerte para ser ejecutada-, sin embargo, la libertad que JESÚS no da es por Su gracia, no está sujeta a los vaivenes de la historia, ni a los azares de la corrupción gubernamental ni de fortuna; la fidelidad de los creyentes, de los discípulos de JESÚS es porque son “verdaderamente libres”. Esta es una libertad cierta, profunda e inmutable que atraviesa todo el ser: espíritu, alma y cuerpo. “Somos más que vencedores” (Romanos 8:37) ¡Nada ni nadie nos podrá separar del amor de Dios, eso nos da libertad plena! Esta libertad les ha sido concedida por la fe en JESÚS a aquellos que quieren: ¡Vivir y morir libres!
Oración:
Amado Padre Celestial:
¡Gracias, gracias infinitas por la libertad que nos has dado en JESÚS!, dame fuerza, valor, sabiduría y virtud para preservarla y anunciarla hasta el fin de esta vida temporal, para que otros la conozcan, la experimenten y la vivan. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
Paz, sin libertad y justicia, es esclavitud.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?




No hay comentarios:

Publicar un comentario

Déjanos tus comentarios