¿DESANIMADO? NO ESTAMOS SOLOS, nos acompañan hombres y mujeres de DIOS como: David, Job, Noemí, Ana, Elías, Jeremías y Jonás, y sin duda muchísimos más. Ellos pasaron bajo la nube del desánimo, y vencieron. Está claro y se lo digo de una vez, el sentirse desanimado no es el pecado, sino el permitirle que esa emoción, se anide en nosotros. ¡No se lo permitamos!
¿Desanimado? Seguimos con la idea en mente, todo este Salmo 42, aunque no dice que el autor sea David, sin embargo, es su estilo inconfundible que lo hemos seguido en muchos de sus otros Salmos. En este caso, el rey David, busca en su alma y confiesa que tenía “sed de Dios, del Dios viviente”. También el Salmo 42 tiene dos estribillos que hacen la pregunta, y nos dan la única respuesta y cura de ese desánimo:
—Salmo 42:11
¿Desanimado? Aquí está la solución: “¡Pondré mi esperanza en Dios! Nuevamente lo alabaré”. La esperanza y la alabanza. La esperanza nunca produce más gozo y brillantez que en la noche oscura del alma, nublada por el desánimo o la aflicción.
¿Desanimado?... “Claro que no, a pesar de todas estas cosas, nuestra victoria es absoluta por medio de Cristo, quien nos amó”. (Romanos 8:37, NTV). Sin embargo, en la historia de la salvación esos héroes del pasado, tanto en el Antiguo como el Nuevo Testamento, abrieron caminos y el Evangelio de la Palabra de DIOS, nos llegó a nosotros. ¡Saber estas cosas me entusiasma, y me sigue desafiando con fervor santo y para la gloria de DIOS!
¿Desanimado? Repito la idea, no es pecado pasar por la nube del desánimo, el pecado está en dejarnos dominar por el desánimo y paralizarnos. Grandes hombres de DIOS pasaron por el desánimo, pero lo vencieron. Así que el ánimo, ese entusiasmo contagioso de la fe, la esperanza y el amor acompañados de la alabanza a DIOS por lo que Él es, es la fuerza que nos pone en acción, por el contrario, el desánimo nos quita la fuerza y hasta el deseo de vivir.
¿Desanimado? Aquí en el Salmo 42, el salmista eleva su alma deprimida por la nostalgia de los éxitos del pasado, el acecho de sus enemigos y los recuerdos de Jerusalén con su templo. Pareciera que el salmista ha tocado fondo y no le queda ni las esperanzas para salir adelante; pero nuestro DIOS está allí en esos momentos, cuando el ser humano conoce y reconoce su desvalimiento, y no le quedan asideros de donde agarrarse, porque pareciera que todas las vigas de sostenimiento crujen y ceden ante su peso. ¡Entonces, DIOS que hasta ese momento ha estado acompañándolo sin que el salmista lo note se presenta en el camino, como la única columna de seguridad del creyente! ¡Y allí mismo se levante lleno del gozo de DIOS y exclama: “Nuevamente lo alabaré, ¡mi Salvador y mi Dios!”. (v.11b).
¿Desanimado? No. El desánimo tocó la puerta y le dije: “Upernikao” ¡Soy más que vencedor!
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