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Vino a Nazaret, donde
se había criado; y en el día de reposo entró en la sinagoga,
conforme a su costumbre, y se levantó a leer. Lucas 4.16
En mi viaje que realicé a Israel,
visitamos las ruinas de una sinagoga en Capernaum de los tiempos de JESÚS.
Nuestro guía un judío convertido al cristianismo, nos explicó, algunos detalles
de esta institución para la enseñanza de la religión, surgida posiblemente, en
los días del cautiverio babilónico. Después de aquellos días del exilio forzado,
los judíos voluntariamente se esparcieron por todas las naciones de aquellos
tiempos y establecieron en muchas ciudades sus comunidades judías y el centro
de la conservación de la fe, su religión y la adoración al SEÑOR y su Palabra,
se realizó en forma colectiva en las sinagogas. Se debía establecer una
sinagoga cuando hubiera diez adultos varones, y esos diez se convertían en sus
dirigentes de una vez. De esta manera, todos los sábados los judíos se reunían
especialmente para leer y estudiar la Ley y los Profetas. Esto es así hasta
hoy. Sin duda, la sinagoga tenía un lugar muy prominente en la comunidad en que
JESÚS, creció. Y, también el cristianismo surgió desde allí, cuando los
primeros misioneros desde esa plataforma anunciaban las Buenas Nuevas. El guía
nos dijo algo que todavía lo guardo en mi corazón: “Para nosotros los judíos la
adoración al SEÑOR abarca toda nuestra vida y todo lo que hacemos.
Independientemente de que JESÚS es nuestro Mesías, Él vino a este lugar como un
varón comprometido con la adoración al SEÑOR, y por eso, mis antepasados le
dieron aquel día, como parte de la actividad de la sinagoga que leyera al
Profeta Isaías”.
Pues bien, en
cuanto a nosotros los cristianos nacidos de nuevo, la adoración es mucho más
que ir al templo cada domingo, muchos más que una parte del servicio. La
adoración es una actitud del espíritu humano postrado delante de Dios, no tiene
tanto que ver con la postura externa sino con una conducta que nace, se desarrolla
en el espíritu humano, renacido por el poder del Espíritu Santo. Así lo explicó
JESÚS a la mujer samaritana: “Mas la hora viene, y ahora es, cuando los
verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también
el Padre tales adoradores busca que le adoren. Dios es Espíritu; y los que le
adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren.” (Juan 4:23,24, RV60).
Ciertamente, el Padre Celestial disfruta, se goza y
busca a los adoradores en donde quiera que estén. La adoración es un estilo de vida individual y también
colectivo, por ello cada cristiano es un templo vivo de donde surge la
adoración al Dios vivo que servimos. Desde luego, cuando el pueblo de Dios, la
iglesia se reune, todos esos templos vivos ¡se funden en uno para postrarse
delante del Eterno porque Él y solo Él es digno de ser adorado!
Oración:
Padre amado:
Que estás en el cielo, santificado
eres y digno de ser alabado. No soy digno de que entres a mi casa pero gracias
a tu amado Hijo, moras conmigo. Ayúdame para que en todo lo que yo sea y haga,
se vea la marca de que soy tu hijo y que estás conmigo como lo dices en tu
Palabra. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
SEÑOR tú eres mi adoración en todo lo que
soy y por dondequiera que voy.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy
por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa
a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección
por aprender?
¿Existe alguna
bendición para disfrutar?
¿Existe algún
mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a
evitar?
¿Existe algún
pensamiento para llevarlo conmigo?
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