viernes, 8 de abril de 2016

Crisis de esperanza

Mis amados perlistas:
Les informo que por motivos de un viaje misionero, no estaré por estos lados con este devocional; regresaremos Dios mediante, el lunes 2 de mayo de 2016. Gracias al Señor tenemos en este “blog” una buena cantidad de devocionales que usted puede seleccionar  a su gusto.
Agradezco en gran manera nos regale sus oraciones.
¡Un abrazo y hasta entonces!
Con mucho afecto,
pastor y amigo.
Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Romanos 12:1-12
Alégrense por la esperanza segura que tenemos. Tengan paciencia en las dificultades y sigan orando. Romanos 12:12 (NTV)

El Dr. Leonardo Polo, catedrático de Historia de la Filosofía en la universidad de Navarra, España, afirmó: “La crisis actual es una crisis de esperanza”. En efecto, hoy en día, más que nunca, han hecho su aparición magos, adivinos, brujos, profetas de desastres a corto plazo; hablan, tuercen la historia, escriben, utilizan los medios de comunicación y van de lugar en lugar, llevando sus elucubraciones, cuentos y fábulas. Las librerías esotéricas hacen sus ganancias con la gran clientela de este tipo de literatura. Y la gente les cree, y los sigue. Porque el ser humano, desde siempre, desde que despertó a la intriga, a la duda y a la desobediencia, ante el enigmático árbol “de la ciencia del bien y del mal” -cuyo conocimiento le estaba prohibido-, ha gustado de explorar y ha puesto su esperanza en los misterios del futuro que su mente finita predice. Ciertamente, algunos futurólogos de gran talento han estado preocupados por el porvenir de la raza humana, pero otros, van a los horóscopos y a los adivinos para intentar superar la crisis de esperanza que los asfixia. Pero, ¿hay alguien que puede profetizar el destino? Bueno, déjeme decirle que si tal persona existiera, en pocos días, llegaría a gobernar a este mundo.
Los vaticinios para este año y el próximo son tan oscuros como lo han sido siempre en el largo camino que la Humanidad ha recorrido. El ser humano en su afán por explorar los misterios del futuro, por penetrar lo desconocido y saber cómo será el mañana, ha cometido muchísimos errores, y para decirlo coloquialmente: ¡No ha acertado ni con una! Se repiten los tópicos: el fin del mundo en mayo del 2011 -dicen algunas sectas del cristianismo-. Se terminará el 21 de diciembre de 2012, porque desde esa fecha el calendario maya lo predice, dicen otros. ¡Todas esas fechas, vinieros y se fueron, y aquí estamos! Con esos mismos vaticinios han fallado los famosos Testigos de Jehová varias veces, y también algunos otros de la teología del miedo.
Pues bien, toda esta angustia cósmica a que estamos sometidos, levantamiento de los pueblos en el norte de África, la represión de los dueños del poder contra los manifestantes, la reacción de la comunidad internacional ante estos hechos; el incremento del terrorismo en cualquier parte del mundo; la debacle financiera de las principales economías; el incremento de gobiernos corruptos que frenan la libertad y prosperidad de las naciones que gobiernan en su vano intento de destruir la esperanza de sus conciudadanos a ser verdaderamente libres; los millones que mueren de hambre; el retorno de enfermedades y epidemias que creíamos vencidas; la inseguridad social: uno sabe que sale pero no sabe si regresa vivo a casa, porque los delincuentes están al asecho; crisis de valores; desmoronamiento de los matrimonios y las familias y otras instituciones tradicionales. Como lo hemos afirmado, todas estas situaciones producen en nosotros una crisis de esperanza.
Existe por decirlo de alguna manera, un debilitamiento y vacilación en las convicciones, y no se ve a corto plazo una renovación de los valores que nos han sostenido por siglos. La situación personal, nacional o planetaria nos agobia. No se trata de que peligre nuestra vida, sino la vida en sí misma. Esto nos lleva a una sensación de vacío, de cansancio; estamos simplemente agotados antes de hacer nada. En lugar de vivir, sobrevivimos. Sin duda, tenemos una crisis de esperanza.
Afortunadamente, el Hacedor del ser humano tiene un plan para nosotros, comenzó en la eternidad pasada, existe en el presente, y se proyecta a un fabuloso futuro. Dios nos creó para Él, y como decía San Agustín: “Oh Dios, nos has hecho para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en ti…”.
Así como los árboles lucen secos, como esqueletos emblanquecidos en el duro invierno, reverdecen ante la inminencia de la primavera. El Dios invisible, pero presente, es según el apóstol Pablo, “la esperanza de gloria”… Dios nos ha preparado para salir airosos a pesar de los sufrimientos, las circunstancias adversas y de nuestras lágrimas. Si la angustia es la realidad de un mundo injusto y sin remedio, la esperanza de Dios es la salvación posible en cualquier instante; la salvación es el regalo que Dios nos hace; así podemos realizar el verdadero propósito de vivir en este mundo y mas allá de esta vida humana; sí efectivamente, esta es una invitación a nacer de nuevo, para poseer una fuente inagotable, y entre otras bendiciones, la esperanza: “Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado” (Romanos 5:5 NVI).
De esta manera, la esperanza en el cristiano no entra en crisis por las circunstancias inmediatas, sino que está siempre presente y se agiganta por encima de ellas, porque se fundamenta en la fe inconmovible de un Dios inmutable, siempre dispuesto a cumplir sus promesas, y con la certeza como en todas las virtudes espirituales, la esperanza vive en nosotros: “Alégrense por la esperanza segura que tenemos. Tengan paciencia en las dificultades y sigan orando.” (Romanos 12:12, NTV). La esperanza en el cristiano, nacido de nuevo, no es algo que posee, sino Alguien quien vive en él: ¡JESÚS! Así podemos enfrentar con éxito la crisis de esperanza.
Oración:
Amado Padre Celestial:
Así como el sembrador planta la semilla esperanzado en su multiplicación al final de la cosecha, igualmente, ayúdame a descansar en ti y haz que mi esperanza sea viva y creciente. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La esperanza es confiar que lo que Dios me promete en Su Palabra, lo cumplirá.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

jueves, 7 de abril de 2016

¡Perdidos… o salvados! (2)

Francisco Aular
Jueves, 7 de abril de 2016
Lectura devocional: Lucas 19:1-10
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna…Este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido y es hallado…Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Juan 3:16; Lucas 15:24; Lucas 19:19 (RV60)

¡Perdidos… o salvados! Los sesenta y seis libros de la Biblia proclaman, sin pedirnos permiso, ¡qué todo ser humano está perdido y necesita salvación! El mismo JESÚS, con su carácter santo y misericordioso, no se anduvo con evasivas, ni con palabras que sonaran agradables a los oídos de aquellos primeros oyentes, al hablar de ese asunto. No mitigó en lo más mínimo, las durezas del tema con palabras que pusieran dudas acerca de la cruda realidad de la situación del ser humano delante de un Dios santo, sino que proclama con énfasis, una y otra vez, palabras como éstas: “Aquellos irán al castigo eterno, y los justos a la vida eterna” (Mateo 25:46); e igualmente, “Y los que hicieron lo bueno, saldrán a resurrección de vida; mas los que hicieron lo malo, a resurrección de condenación” (Juan 5:29).
¡Perdidos… o salvados! Desde que Adán escogió hacer su propia voluntad en vez de vivir bajo la dirección de Dios, nosotros sus descendientes nacemos pecadores y enemigos de Dios. En consecuencia, todos estábamos perdidos y sin esperanza. Marchábamos sin freno por el camino ancho de la condenación eterna. Pero Dios nos envió a JESÚS como la única esperanza, por eso en Isaías 53:6 leemos: “Todos nosotros nos descarriamos como ovejas, cada cual se apartó por su camino; mas el SEÑOR cargó en él el pecado de todos nosotros”. De allí que el Señor Jesucristo nos confirma esta profecía, tanto con su vida como con su muerte, pero también por medio de sus Palabras: “…yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia” (Juan 10:10b). También señaló, una y otra vez: “Yo he venido a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10); “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6).
¡Perdidos… o salvados! Podemos afirmar también, lo que alguien dijo: “Hay muchos caminos para apartarse de Dios, pero solo un camino para volver: JESÚS”. En efecto, la Biblia dice: “Dios no envió a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para salvarlo por medio de Él. El que cree en Él no es condenado, pero el que no cree ya está condenado por no haber creído en el nombre del Hijo unigénito de Dios” (Juan 3:17,18). En efecto, uno no tiene que morir para saber que está condenado o salvado. Fíjese en el tiempo del verbo; está en presente: “El que cree en él no es condenado” (aquí y ahora), pero el que no cree ya está condenado (aquí y ahora)”.
En el aquí y en el ahora decidimos el dilema: ¡Perdidos… o salvados! Estoy consciente que cada uno de nosotros se aferra en esta vida a sus propios ídolos: los placeres de la carne, sus posesiones materiales, el poder, la fama, diversiones, etcétera. Todos, de una manera u otra, nos alejamos de Dios. Vivimos esta vida humana y en este mundo terrenal, como si fuera para siempre. Perdemos la brújula que debe marcar el verdadero sendero que nos conduce al Cielo. Algo tan importante como es la vida que viviremos para siempre se la dejamos a los buenos amigos que quedan atrás; que pidan por nosotros. Me consta, por haber oficializado decenas de entierros que, aun los mejores deseos que se dicen al lado del ataúd o la tumba de un ser amado, lo mas lejos que llegan es hasta las puertas del cementerio, al regreso del campo santo, decimos como ese refrán español: “¡El muerto al hoyo y el vivo al pollo!”… Por esta razón, creo que nuestro Dios, en su misericordia y mientras vivamos, nos extiende su amor infinito y una y otra vez en la vida, y nos ofrece la oportunidad de que lo conozcamos y seamos salvos. Aun muy dentro de nuestro ser, nuestra alma pide que la llenemos de eternidad, es decir, de Cristo. Por eso, uno de los grandes teólogos, Agustin de Hipona dijo: “Señor nos hiciste para Ti, y está intranquilo nuestro corazón hasta que descanse en Ti”, y el gran físico y filósofo Blas Pascal dijo: “En el corazón del ser humano existe un vacío con la figura Dios, que no puede ser llenado con ninguna cosa creada sino con Dios mismo, el Creador, revelando en Jesucristo”. Poéticamente lo expresó Amado Nervo:
Inútil la fiebre
que aviva tu paso,
no hay agua que pueda
calmar tu ansiedad
por mucho que bebas.
El alma es un vaso
que sólo se llena
con eternidad.
Oración:
Gracias Padre eterno por dejarnos un mapa para buscarte y enontrarte: La Biblia. “Ella me dice quien soy de donde vine y hacia donde voy” También me dice cómo ser salvo para siempre, y ser encontrado y transformado por el poder del Espíritu Santo. Ayúdame Señor a obedecer tu Palabra porque ello es todo en esta vida y en la venidera. En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
¿Perdido o salvado? Es la pregunta que exige una respuesta individual.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

miércoles, 6 de abril de 2016

¡Perdidos… o salvados!

Francisco Aular
Lectura devocional: Juan 3:1-17
Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna…Este mi hijo muerto era, y ha revivido; se había perdido y es hallado…Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido. Juan 3:16; Lucas 15:24; Lucas 19:19 (RV60)

Existen temas de la Biblia que son de vida o muerte. Hoy meditamos sobre uno de ellos: ¡Perdidos o salvados! Si en realidad, después de cincuenta años, estudiando la Palabra de Dios, el tema que voy a tocar, no fuese importante, no escribiría al respecto. Pero toda la Biblia desde Génesis hasta el Apocalipsis nos proclama esta doctrina y es necesario que la anunciemos. Veamos: 
¡Perdidos…o salvados! He aquí el dilema inevitable para todo ser humano que viene al este mundo. No lo podemos evitar, no lo podemos eludir. Porque tarde o temprano el dilema me tocara a mí y te tocará a ti también. Es más tocará a todos tus descendientes. Nos tocará a todos. Nadie podrá salir corriendo por una puerta de escape a este dilema que exige una decisión y que se nos presenta delante de nosotros desde que nuestra madre nos trajo al mundo: o seremos salvos aceptando el regalo de la salvación a través de JESÚS y seremos felices por toda la eternidad en el Cielo al lado de nuestro Salvador y Señor, o estaremos perdidos, para toda la eternidad, en el despreciable lugar del Infierno. Déjame serte lo más sincero y claro posible porque tú y yo, y todos los que vivimos en este mundo hoy, estamos en el vértice de una decisión que tomar. Y tenemos que hacerla mientras estamos en el camino de la vida humana. Ir al Cielo o al Infierno es algo voluntario. ¡Nadie irá obligado al Cielo porque allí solo reina el gozo, la paz y la bienaventuranza infinita de los que voluntariamente, lo elegimos! Pero si en esta vida, te resultan molestosas, aburridas e incómodas las cosas de Dios. ¡Tú has elegido el Infierno! Lo pienso y expreso de esta manera: imagínate que te mueres y tus familiares y amigos, que igual que tú, no viven una vida que agrada a Dios, se reúnen para pedirle a Dios que por favor te lleve al cielo. ¿Por qué habrá de hacerles caso? Al fin y al cabo, Dios sabe que nunca apreciaste ni Su Palabra ni a Su Hijo en este mundo. No sabes nada de Su Palabra. Nada de Su iglesia. Amaste solamente las cosas temporales, esas que siempre se quedan aquí, cuando nos vamos de este mundo. Creo que Dios diría, y solemnemente y  te lo digo con la Palabra: “No todo el que me dice: Señor, Señor, entrará en el reino de los cielos, sino el que hace la voluntad de  mi Padre que está en los cielos…Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores de maldad” (Mateo 7.21, 23b) Estoy convencido de esto, Dios no hizo el Infierno para el ser humano, sino para el diablo y sus seguidores. Depende de nosotros, en esta vida, con quién queremos pasar la eternidad. Serás lo que quieras ser, y estarás donde quieras estar. ¡Es tu decisión!
¡Perdidos…o salvados! Jesús de Nazareth, vino desde el cielo para hablarnos principalmente de este importante asunto, porque como lo dijera el famoso estudioso bíblico el doctor W.G.T Shedd: “Jesucristo es el responsable de la doctrina de la perdición eterna. Todos los que se oponen a este dogma teológico están en conflicto con Él. Ni la iglesia cristiana ni el ministerio cristiano son los autores del mismo. El ministerio cristiano jamás habría inventado tal dogma; tampoco lo hubiera predicado durante los siglos de la era cristiana, como Jeremías, con lágrimas y reticencia, salvo por mandato del mismo Señor Dios que dijo: “Dirás todo lo que te mande” (Jeremías 1.7) Sin duda es más agradable a nuestros corazones hablar acerca de la felicidad de los salvados que de los sufrimientos de los perdidos; ambas verdades deben ser proclamadas si hemos de predicar toda la verdad tal como Dios nos la ha hecho conocer. Más aún, el amor salvífico de Dios sólo puede apreciarse adecuadamente con ese estado de pecado y miseria del cual Cristo vino a salvarnos. Si rechazamos lo que la Biblia dice acerca del infierno es porque no tenemos una comprensión y apreciación adecuadas del glorioso evangelio del Dios bendito. Sólo en su luz podemos ver el verdadero significado de la pregunta del carcelero de Filipo, hecha a Pablo y a Silas: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30) Ciertamente, la obra de JESÚS en la tierra, sería en vano, sino la tomamos en cuenta y hacemos la decisión de su oferta de salvación: “Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10)
Permítame ilústralo de esta forma, cuando llegué a la iglesia, los amados de ese tiempo no andaban por las ramas a la hora de anunciar esta verdad de ¡Perdidos o salvados! Los hermanos, no solo lo hablaban, explicaban o predicaban: ¡También lo cantaban! Allí estaba yo en aquella mañana de agosto de 1963, mi pastor el hermano Carlos Clark, en su primer culto en la gran ciudad de Caracas, dirigió el himno e hizo el llamamiento, mientras en el piano, la pianista, Ruth Ayllón, tocaba la inolvidable melodía: “Pecador ven a Cristo Jesús”. Me puse en pié, y conmovido pasé al frente donde me esperaba mi pastor para darme la bienvenida a la familia de Dios… (Efesios 2:19) ¡Qué gran día ese para este pobre pecador! Dios ya ha puesto 50 años entre aquel día y este momento, pero todavía me parece oírlo, con aquel énfasis de su letra de ¡perdidos o salvados! He aquí la letra:
                 I
Pecador, ven a Cristo Jesús,
Y feliz para siempre serás,
Que si tú le quisieres tener,
Al divino Señor hallarás.
CORO
Ven a Él (pecador), ven a Él, (pecador)  
Que te espera tu buen Salvador.
Ven a Él (pecador), ven a Él (pecador)
Que te espera tu buen Salvador.

                 II
Si cual hijo que necio pecó
Vas buscando a sus pies compasión
Tierno Padre en Jesús hallarás
Y tendrás en sus brazos perdón.
               III
Si, enfermo te sientes morir,
Él será tu doctor celestial,
Y hallarás en su sangre también
Medicina que cure tu mal.
               IV
Ovejuela que huyó del redil,
¡He aquí tu benigno Señor!
Y en los hombros llevadas serás
De tan dulce y amante Pastor
(CBP El Nuevo Himnario Popular #62)
Oración:
Gracias Señor por llamarme y poner en mí la fe para dar el paso de la muerte a la vida, y por tu presencia constante. Gracias porque estás aquí y ahora conmigo. Gracias por amarme y sostenerme hasta el momento en ir a tu presencia. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
¡Perdido o salvado! Depende de nosotros, en esta vida, en donde queremos pasar la eternidad.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

martes, 5 de abril de 2016

¡Alcancé salvación!

Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: Hebreos 2:1-4
¿Cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande? Esta salvación fue anunciada primeramente por el Señor, y los que la oyeron nos la confirmaron. Hebreos 2:3 (NVI)

JESÚS contó la historia de un hombre rico que murió, y pocos segundos después de su muerte, se encontró con la triste realidad de que nunca había nacido de nuevo y por lo tanto, no tenía vida eterna. Estaba en el lugar de separación eterna de Dios y estando en tormentos estableció una conversación con Abraham, en donde le pidió que enviara a Lázaro, un mendigo que también había muerto en aquella misma hora, pero que tenía vida eterna. Éste fue llevado a la presencia de Dios. Viendo el hombre la felicidad de Lázaro y su estado de justa condenación, se preocupó por cinco hermanos que, como el hombre rico, tampoco tenían vida eterna y pidió que enviara a Lázaro para predicarles cómo podían ellos salvarse de aquella condenación eterna. Esta fue la respuesta que recibió: “…Si no oyen a Moisés y a los profetas, tampoco se persuadirán aunque alguno se levantare de los muertos” (Lucas 16:31 RV60)
Como aquellos a quienes JESÚS dirigió estas palabras, nosotros pensamos que nos vamos a quedar en esta tierra para siempre. Pero la verdad de las cosas es que aquí viviremos, tal vez, un máximo de cien años, y moriremos. Pero el ser humano es también un ser espiritual, y esa parte espiritual vivirá para siempre, sea en el cielo o en el infierno. Nosotros somos más responsables hoy que aquellos que oyeron a JESÚS, porque nosotros también tenemos la Biblia que incluye a Moisés y los profetas, más el Nuevo Testamento que nos cuenta que ¡JESÚS murió por nuestros pecados, fue sepultado y resucitó al tercer día! Debido a lo que JESÚS es y lo que hizo por nosotros, el camino de la salvación a través del nuevo nacimiento por la gracia de Dios y nuestra fe en Él, está abierto delante de nosotros.
¿Qué es la salvación? Es la liberación del poder y castigo del pecado que mora en todos nosotros los seres humanos. La Biblia dice: “pues, todos han pecado y están privados de la gloria de Dios” (Romanos 3:23 NVI), y luego añade: “Porque la paga del pecado es muerte, mientras que la dádiva de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor” (Romanos 6:23 NVI). Aquí nos dice que ¡la salvación es un regalo de Dios! Este fue el descubrimiento que yo hice hace más de cinco décadas cuando lo leí en la Biblia ¡Qué salvación se nos ofrece para escapar a la condenación eterna en que nacimos! ¡Esto es como encontrar una salida de un edificio en llamas! Tiene razón la Biblia al afirmar: ¿Cómo escaparemos nosotros si descuidamos una salvación tan grande?
Yo era uno de esos que pensaba que la salvación había que ganársela en alguna manera, y desde muy jovencito me quise ganar el cielo por esa vía. Me comparaba con los pandilleros, borrachos y drogadictos de mi barrio, y yo salía bien parado de mi diagnóstico. Sin embargo, yo tenía un gran temor a morirme joven. Cada vez que yo oía que alguien se moría en mi vecindario, me decía a mi mismo: “La muerte pasó bien cerca, y no me vio: ¡qué susto!” Esto se tornaba una pesadilla que me duraba varios días porque mi madre de crianza era la rezandera de la comunidad, y allí estábamos ella encabezando los rezos y yo su compañero respondiéndolos… ¡Yo podía escuchar a los bromistas echar sus chistes y las risas en el patio de la casa del muerto, y yo, lamentaba perdérmelos! Así transcurría mi vida en los tiempos de mi adolescencia.
Pero un precioso día ¡qué día! Leyendo la Biblia, descubrí que yo no era mejor que un hombre que vino una noche a hablar con JESÚS, se llamaba Nicodemo. Aquel hombre era un religioso de los principales del su pueblo judío. Era un hombre intachable. JESÚS, no le reprocha nada. Pero a un hombre de esta estatura religiosa y filosófica, JESÚS le dice: “De cierto, de cierto te digo, que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3 RV60). Luego en otra parte de Juan, JESÚS dice: “Yo soy el camino, y la verdad y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí” (Juan 14:6 RV60). Más tarde en la oración sacerdotal de JESÚS, afirma: “Mas no ruego solamente por ésto, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Juan 17:20 RV60) ¡Esto fue suficiente para mí!, en este versículo Dios me habló. La fe iluminó mi entendimiento entenebrecido. La fe me dio la luz que necesitaba. La fe me invitó a la casa del banquete de Dios. La fe me abrió las puertas del cielo. Abrí las puertas de  mi vida a JESÚS y Su gracia corrió como un río de agua viva por todo mi ser, dándome la salvación. Me arrepentí de todos mis pecados e invité a JESÚS a que fuera mi SEÑOR Y SALVADOR. Me levanté de mis rodillas con la sensación espiritual de que todas mis cargas el SEÑOR me las quitó. Y Su perdón y misericordia, desde entonces ilumina mi ser. Era Semana Santa y no había nadie en mi casa. Me guardé aquel gozo por varios días, bebiendo y comiendo Palabra de Dios hasta que al final, pude decirle a otros, lo que ha sido mi mensaje por 53 años: ¡Alcancé salvación!
Oración:
Amantísimo Padre Celestial:
En este momento vengo a Ti como lo que soy un ser humano perdido y necesitando de Tu salvación. En esta hora me arrepiento de todos mis pecados e invito a JESÚS a ser el SEÑOR Y SALVADOR de mi vida. ¡Gracias Padre, por escucharme! Ayúdame a decirles  a los demás quien eres Tú y lo que haz hecho por nosotros. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Hemos nacido en este mundo con el único propósito de llegar a ser hijos de Dios por la obra de JESÚS, como nuestro SEÑOR Y SALVADOR.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo? 

lunes, 4 de abril de 2016

¡Aférrate a tus sueños!

Francisco Aular
Lectura devocional: Génesis 37.1-11
Al poco tiempo José tuvo otro sueño y de nuevo se lo contó a sus hermanos.—Escuchen, tuve otro sueño —les dijo—. ¡El sol, la luna y once estrellas se inclinaban ante mí! Génesis 37:9 (NTV)

De entrada, les confieso que he sido un soñador desde niño – no me estoy refiriedo al sueño en el aspecto onírico, sino a la visión de ponerse metas y alcanzarlas en la vida-. Aunque veía salir a mi padre y hermano mayor a hacer las labores del campo, todos los días; nunca me vi allí. Algunos de nuestros familiares vivían en la gran ciudad de Caracas, y yo me veía caminando por aquellas calles de la capital con mis zapatos y todo. Así fue. En efecto, mis doce años los cumplí en Caracas, para entonces, tenía dos años y medio viviendo en la gran ciudad venezolana, y como yo había nacido en una montaña y me había criado en un pequeño pueblo del interior del país, aun así, mi corazón de niño campesino se llenaba de asombro por los descubrimientos que poco a poco iba haciendo en mi nuevo mundo, entre ellos, la televisión. ¡Dios había cumplido la primera etapa de mis sueños de niño, ahora tenía que seguir soñando y seguir aferrado a mis sueños de estudiar y salir adelante! Todavía cuando cuento esta historia me pregunto ¿cómo logre mantener vivo aquelos sueños de superación personal? Lo ilustraré por medio de un amigo de mi infancia en aquel barrio El Retiro en San José del Avila, al noroeste de la ciudad de Caracas, a finales del gobierno de Marcos Pérez Jiménez.
Pues bien, un día llegó a nuestra casa, “Jimmy”, como regalo a una primita en su primer cumpleaños. Era un perrito raza “cacri” (callejero con criollo); se ganó rápidamente el corazón de todos en casa, y particularmente se convirtió en “mi mejor amigo”. Era inteligente y un poco cómico, en las navidades de ese año los vecinos se divirtieron de lo lindo con “Jimmy”, porque lanzaban al aire los fuegos artificiales de la época, y él saltaba en un vano intento por atraparlos. Jimmy era pequeño, de color blanco con una raya marrón que le nacía en el lomo y dividía su carita en dos, sus orejas eran grandes y al moverlas y por sus ladridos, yo sabía lo que quería.
Muchas cosas acontecieron desde que “Jimmy” llegó a mi vida, pero una de los hechos -que mis hijos, cuando eran pequeños, me pedían que les relatara con frecuencia- ocurrió el día en que me defendió y expuso su vida por mí. Pasó así: Tal y como acostumbrábamos diariamente fuimos a hacer las compras, él siempre iba delante y yo lo seguía sin perderlo de vista, él siempre llegaba primero a la tienda, y algunas veces, el carnicero le tenía un huesito. De retorno a casa cambiábamos de lugar, yo iba delante y el detrás entretenido con su hueso, que sólo soltaba para ladrar a los otros perros que respondían desde sus casas el saludo. De repente, en una esquina, un señor italiano recién llegado al barrio, apareció en escena, venía con su perro gigante y mal encarado que de inmediato se abalanzó sobre mí; el hombre le gritaba en italiano y yo le gritaba en español, pero el perro no se detenía. En fracción de segundos, “Jimmy”, que por el susto no acordaba de él, entró en escena. Era una pelea desigual, temí por mi perro. Los vecinos salieron, algunos gritaban al señor italiano que evitara que su perro matara al mío -ya les dije que “Jimmy” tenía su público-, en un momento, ambos animales se trabaron en lucha, daban vueltas y vueltas, hasta que el perrote empezó a dar aullidos de  dolor, y fue entonces, que descubrimos que “Jimmy” tenía asida la cola de su contendor entres los dientes, así que yo mismo, tuve que ayudarlo a abrir su hocico para que lo soltara. ¡Todos aplaudían!
Aquel día aprendí algo que me ha ayudado en mi liderazgo con iglesias pequeñas. ¡No importa el tamaño del desafío, lo importante es la visión y la pasión para acometerlo en el nombre del Señor! Como oró el profeta Eliseo por su discípulo Giezi en el “Valle de la visión”:Señor, ábrele a Giezi los ojos para que vea.” El Señor así lo hizo, y el criado vio que la colina estaba llena de caballos y de carros de fuego alrededor de Eliseo. (2 Reyes 6:16,17) ¡Sin visión no habrá sueños para cumplir!
En la vida cristiana, debemos llenarnos de la visión divina para compartir a JESÚS y extender Su reino en todo la tierra. Esto es muy sencillo porque,   el fruto de un cristiano es otro cristiano, y el de una iglesia es otra iglesia. ¡Ese es un sueño puesto por el mismo Dios que inspiró a José! ¡Que Dios nos abra nuestros ojos para ver con los ojos del alma, nuestros sueños una realidad! Sé que todo depende del líder que está al frente del ministerio. Una sola cosa le pido al Señor y lo palpo como nunca al final de mi vida que no ¡deje de soñar grandes cosas para Su honra y gloria!
Así nosotros, como pueblo de Dios, tenemos que soñar grandes sueños y aferrarnos a ellos como mi perrito “Jimmy” con el perro grande, ¡no soltarlos hasta que los venzamos! También desde ese día entendí el dicho: “No es el tamaño del perro en la lucha, sino, la lucha en el perro lo que vale”. ¡No importa el tamaño de nuestra iglesia, sino el tamaño de nuestro Dios! No sé cual es tu plan personal o para la obra de Dios, solo una cosa es necesaria al visionar y soñar con tu meta final: ¡Aférrate a tus sueños!
Oración:
Padre eterno:
La idea de escoger a una manada pequeña metida en un barrio a donde nadie va, o debajo de un puente o un árbol, tal vez en una cocina o una sala de un hogar, y de utilizar a hombres y mujeres comunes con visión y pasión para dar inicio al trabajo extraordinario de levantar una catedral para ti, no es humano, nace en tu Corazón. Gracias amado Dios porque en eso andamos por el mundo entero, somos tu Pueblo Visionario; danos tu bendición. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
¡No importa el tamaño del desafío, lo importante es la visión y la pasión para acometerlo en el nombre del Señor!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?

viernes, 1 de abril de 2016

¿Dónde está la felicidad?

Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: Filipenses 4:10-20
Sé lo que es vivir en la pobreza, y lo que es vivir en la abundancia. He aprendido a vivir en todas y cada una de las circunstancias, tanto a quedar saciado como a pasar hambre, a tener de sobra como a sufrir escasez. Todo lo puedo en Cristo que me fortalece. _Filipenses 4:12-13 (NVI)
Alguien dijo: “La felicidad es apreciar lo que ya se ha conseguido”. En ese sentido el Apóstol Pablo nos dio su ejemplo: “Es más, todo lo considero pérdida por razón del incomparable valor de conocer a Cristo Jesús, mi Señor. Por él lo he perdido todo, y lo tengo por estiércol, a fin de ganar a Cristo” (Filipenses 3:8 NVI) ¡Teniendo a JESÚS, Pablo lo tenía todo!
Sin embargo, a través de la historia los seres humanos han buscado la felicidad en lugares equivocados. A la pregunta: ¿Dónde está la felicidad? Respondemos: No está en Hollywood. Marlene Dietrich, una famosa artista de otros tiempos, dijo: “No, no soy feliz. Poseo la felicidad de la época. En los días en que vivimos no creo sea posible ser feliz”. La felicidad no está en la fama. Elvis Presley, el famoso rey del rock and roll, pese a la enorme aclamación que recibía y haber sido el artista mejor pagado de su época en toda la historia del cine, contestó a la pregunta “si era feliz”: “Les voy a decir una cosa: a veces me rodea una gran soledad. Muchas veces me siento infeliz y no sé que camino seguir. No sé que es lo que debo hacer para ser feliz”. La felicidad tampoco está en el ateísmo. Voltaire, uno de los más refinados incrédulos, exclamó: “¡Ojalá nunca hubiera nacido!”. No está en los placeres. Lord Byron, vivió una vida disipada en los placeres. Él dijo: “El dolor, la miseria y la pena son mi porción peculiar”. Contrario a lo que pensamos, la felicidad tampoco está en el dinero y los bienes materiales: Jay Gould, uno de los grandes multimillonarios estadounidense dijo en su lecho de muerte: “Supongo que he sido el hombre más miserable del mundo”. No está en el poder y la gloria militar. Alejandro el Grande conquistó todo el mundo conocido en su época. Después de esta hazaña lloró y dijo: “No hay más mundo que conquistar”.
Mira a tu alrededor: todo lo que veas que no puedes comprar con todo el dinero del mundo y te puedas llevar al salir de aquí, esa es la felicidad. Desde hace más de cuatro décadas, descubrí que la felicidad no es algo, sino alguien: JESÚS. ¡Teniéndolo a Él, lo tengo todo! Tanto en esta vida temporal como en la vida eterna que comienza en el mismo día en que deposito toda mi confianza de salvación únicamente en Él. No quiero decir que no sufrirás y tendrás problemas, como yo los he tenido, y sin duda los tendré. Pero con JESÚS serás fortalecido y nunca estarás por debajo de las circunstancias, sino por encima. Y podrás  afirmar como San Pablo: “Todo lo puedo en Cristo que me fortalece.” Tener a JESÚS en la vida es alcanzar el propósito de nuestra vida y con ello, la felicidad. En consecuencia, cuando un ser humano llega a esta estatura espiritual, podemos decir como el Apóstol: “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” (Filipenses 1:21, RV60). Lleva este pensamiento contigo en este día: Teniendo a JESÚS, lo tenemos todo.
Oración:
PADRE eterno:
Alabo en esta hora tu santo nombre, y te doy gracias por ser tu hijo por medio del sacrificio de tu amado Hijo JESÚS. Mi felicidad es servirte y ser parte de tu plan de redención para este mundo, que yo no desmaye en cumplir con mi misión histórica de proclamar tu salvación a los que tú pongas en mi camino. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La verdadera felicidad no es contentarnos por lo que hemos logrado, sino por lo que JESÚS ha logrado en nosotros.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento por obedecer?
¿Existe algún pecado por evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo conmigo?