Mis amados perlistas:
Les informo que por motivos de un viaje misionero, no
estaré por estos lados con este devocional; regresaremos Dios mediante, el
lunes 2 de mayo de 2016. Gracias al Señor tenemos en este “blog” una buena
cantidad de devocionales que usted puede seleccionar a su gusto.
Agradezco en gran manera nos regale sus oraciones.
¡Un abrazo y hasta entonces!
Con mucho afecto,
pastor y amigo.
Francisco
Aular
faular@hotmail.com
Lectura
devocional: Romanos 12:1-12
Alégrense por la esperanza segura que tenemos.
Tengan paciencia en las dificultades y sigan orando. Romanos 12:12 (NTV)
El
Dr. Leonardo Polo, catedrático de Historia de la Filosofía en la universidad de
Navarra, España, afirmó: “La crisis actual es una crisis de esperanza”. En
efecto, hoy en día, más que nunca, han hecho su aparición magos, adivinos, brujos,
profetas de desastres a corto plazo; hablan, tuercen la historia, escriben,
utilizan los medios de comunicación y van de lugar en lugar, llevando sus
elucubraciones, cuentos y fábulas. Las librerías esotéricas hacen sus ganancias
con la gran clientela de este tipo de literatura. Y la gente les cree, y los
sigue. Porque el ser humano, desde siempre, desde que despertó a la intriga, a
la duda y a la desobediencia, ante el enigmático árbol “de la ciencia del bien
y del mal” -cuyo conocimiento le estaba prohibido-, ha gustado de explorar y ha
puesto su esperanza en los misterios del futuro que su mente finita predice.
Ciertamente, algunos futurólogos de gran talento han estado preocupados por el
porvenir de la raza humana, pero otros, van a los horóscopos y a los adivinos
para intentar superar la crisis de esperanza que los asfixia. Pero, ¿hay
alguien que puede profetizar el destino? Bueno, déjeme decirle que si tal
persona existiera, en pocos días, llegaría a gobernar a este mundo.
Los
vaticinios para este año y el próximo son tan oscuros como lo han sido siempre
en el largo camino que la Humanidad ha recorrido. El ser humano en su afán por
explorar los misterios del futuro, por penetrar lo desconocido y saber cómo
será el mañana, ha cometido muchísimos errores, y para decirlo coloquialmente:
¡No ha acertado ni con una! Se repiten los tópicos: el fin del mundo en mayo
del 2011 -dicen algunas sectas del cristianismo-. Se terminará el 21 de
diciembre de 2012, porque desde esa fecha el calendario maya lo predice, dicen
otros. ¡Todas esas fechas, vinieros y se fueron, y aquí estamos! Con esos
mismos vaticinios han fallado los famosos Testigos de Jehová varias veces, y
también algunos otros de la teología del miedo.
Pues
bien, toda esta angustia cósmica a que estamos sometidos, levantamiento de los
pueblos en el norte de África, la represión de los dueños del poder contra los
manifestantes, la reacción de la comunidad internacional ante estos hechos; el
incremento del terrorismo en cualquier parte del mundo; la debacle financiera
de las principales economías; el incremento de gobiernos corruptos que frenan
la libertad y prosperidad de las naciones que gobiernan en su vano intento de
destruir la esperanza de sus conciudadanos a ser verdaderamente libres; los
millones que mueren de hambre; el retorno de enfermedades y epidemias que
creíamos vencidas; la inseguridad social: uno sabe que sale pero no sabe si
regresa vivo a casa, porque los delincuentes están al asecho; crisis de
valores; desmoronamiento de los matrimonios y las familias y otras
instituciones tradicionales. Como lo hemos afirmado, todas estas situaciones
producen en nosotros una crisis de esperanza.
Existe
por decirlo de alguna manera, un debilitamiento y vacilación en las
convicciones, y no se ve a corto plazo una renovación de los valores que nos
han sostenido por siglos. La situación personal, nacional o planetaria nos
agobia. No se trata de que peligre nuestra vida, sino la vida en sí misma. Esto
nos lleva a una sensación de vacío, de cansancio; estamos simplemente agotados
antes de hacer nada. En lugar de vivir, sobrevivimos. Sin duda, tenemos una
crisis de esperanza.
Afortunadamente,
el Hacedor del ser humano tiene un plan para nosotros, comenzó en la eternidad
pasada, existe en el presente, y se proyecta a un fabuloso futuro. Dios nos
creó para Él, y como decía San Agustín: “Oh Dios, nos has hecho para ti, y
nuestro corazón estará inquieto hasta que no descanse en ti…”.
Así como
los árboles lucen secos, como esqueletos emblanquecidos en el duro invierno,
reverdecen ante la inminencia de la primavera. El Dios invisible, pero
presente, es según el apóstol Pablo, “la esperanza de gloria”… Dios nos ha
preparado para salir airosos a pesar de los sufrimientos, las circunstancias
adversas y de nuestras lágrimas. Si la angustia es la realidad de un mundo
injusto y sin remedio, la esperanza de Dios es la salvación posible en
cualquier instante; la salvación es el regalo que Dios nos hace; así podemos
realizar el verdadero propósito de vivir en este mundo y mas allá de esta vida
humana; sí efectivamente, esta es una invitación a nacer de nuevo, para poseer
una fuente inagotable, y entre otras bendiciones, la esperanza: “Y esta esperanza no nos defrauda, porque Dios
ha derramado su amor en nuestro corazón por el Espíritu Santo que nos ha dado”
(Romanos 5:5 NVI).
De esta manera, la esperanza en el cristiano
no entra en crisis por las circunstancias inmediatas, sino que está siempre
presente y se agiganta por encima de ellas, porque se fundamenta en la fe
inconmovible de un Dios inmutable, siempre dispuesto a cumplir sus promesas, y
con la certeza como en todas las virtudes espirituales, la esperanza vive en
nosotros: “Alégrense por la esperanza segura que
tenemos. Tengan paciencia en las dificultades y sigan orando.” (Romanos 12:12,
NTV). La esperanza en el cristiano, nacido de nuevo, no es algo que posee, sino
Alguien quien vive en él: ¡JESÚS! Así podemos enfrentar con éxito la crisis de
esperanza.
Oración:
Amado Padre Celestial:
Así como el sembrador planta la semilla esperanzado
en su multiplicación al final de la cosecha, igualmente, ayúdame a descansar en
ti y haz que mi esperanza sea viva y creciente. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
La
esperanza es confiar que lo que Dios me promete en Su Palabra, lo cumplirá.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su
Palabra?
¿Existe alguna promesa a la cual pueda
aferrarme?
¿Existe alguna lección por aprender?
¿Existe alguna bendición para disfrutar?
¿Existe algún mandamiento a obedecer?
¿Existe algún pecado a evitar?
¿Existe algún pensamiento para llevarlo
conmigo?