SALUTACIÓN
LA IGLESIA DE AYER
Francisco Aular
Para que, si me retraso, sepas cómo deben comportarse las personas en la familia de Dios. Esta es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad.
—1 Timoteo 3:15(NTV)
Aquel quinquenio en la Venezuela de los años sesenta, fueron años fabulosos. Ocurrieron muchas cosas trascendentales. No hablaré de ellas en este ocasión. Pero en mi historia espiritual personal, estuvo la plantación de una nueva iglesia en el Este de Caracas: La Misión Bautista Emanuel, por un grupo de amados hermanos, la mayoría de ellos, españoles, también estadounidenses y de otros países.
LA IGLESIA DE AYER
Francisco Aular
Para que, si me retraso, sepas cómo deben comportarse las personas en la familia de Dios. Esta es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad.
—1 Timoteo 3:15(NTV)
Aquel quinquenio en la Venezuela de los años sesenta, fueron años fabulosos. Ocurrieron muchas cosas trascendentales. No hablaré de ellas en este ocasión. Pero en mi historia espiritual personal, estuvo la plantación de una nueva iglesia en el Este de Caracas: La Misión Bautista Emanuel, por un grupo de amados hermanos, la mayoría de ellos, españoles, también estadounidenses y de otros países.
Tenía tres años, cuando llegué aquel segundo domingo de agosto de 1963. Así desde ese primer día, empecé a trabajar en esa agencia del reino de DIOS en Caracas. Ahora sé que no eran los plantadores nombrados y menos yo, sino el Dueño de la Mies, el SEÑOR JESUCRISTO. En el futuro, en pocos años, esa Misión se convertiría en la Iglesia Bautista Emanuel de la Castellana. Cuna de hombres y mujeres que como yo, que nacimos, crecimos y fuimos enviados para ser misioneros de la Palabra. ¡En eso andamos!
Algunos piensan que un río pierde su nombre tan pronto el viajero lo cruza. Todos sabemos que nos es así. De igual modo, una iglesia en donde nos convertimos, sigue en nuestros corazones, pensamientos y oraciones porque la voluntad de DIOS, con respecto a nosotros es hacernos Sus hijos, y nos provee un hogar espiritual para toda la vida. Mi relación con mi amada EBE de la Castellana, se terminará en esta vida cuando me vaya de esta vida temporal.
Me van a disculpar esta disgreción”teológica” en este párrafo, pero tengo lectores que les será muy útil. En este momento tengo delante de mí, el famoso: “Léxico-Concordancia del Nuevo Testamento en Griego y español, Jorage G. Parker EMH,1975. Lo acabo de confirmar, la palabra “ekklesía” se utiliza 115 veces y significa: iglesia, congregación, concurrencia, asamblea. Como lo dijo el Apóstol utililizando esta palabra “ekklesía” a escibirle a su discípulo Timoteo: “Esta es la iglesia del Dios viviente, columna y fundamento de la verdad”.
Confieso que sufro de cierto apego positivio a las personas y lugares en donde he estado a lo largo de mi vida. Así en esta ocasión es inevitable que recuerde a la iglesia que me dio un presente y en ese presente de aquellos años; yo ignoraba que estaba ayudando a forjar una iglesia que en el ahora, está en mi pasado. En la iglesia de ayer. He pasado 59 años, yendo a las iglesias. Allí cuando estoy en un templo, no importa lo antiguo o moderno que sea, sé que una iglesia del pasado dejó sus huellas allí. ¡Alabado sea el SEÑOR!
Aquí está un poema que escribí hace muchos años. A usted que es miembro hoy, en su iglesia local. Inviértase hoy en esa agencia del reino porque esa será, en el futuro, la “iglesia de ayer”…
Elegía a la iglesia de ayer
Francisco Aular
Francisco Aular
En este otoño de la vida me asombra
el caer de las hojas en forma precoz.
Ver el piso plasmado como una alfombra…
Me invade la tristeza y se quiebra mi voz.
¿Dónde está la alegría de los rostros amados?
Sólo los recuerdos que se dejan ver…
Del ambiente y momentos pasados…
Reflejo presente de la iglesia de ayer.
Añoranzas que vienen fugaces en la brisa,
de mi primavera que veloz se fue;
esta vida mía ya no tiene prisa…
Y sólo quisiera vivirla otra vez.
Como aquellas hojas que se lleva el viento,
Veo el horizonte de mi vida de ayer…
Recuerdos alados vuelan con el tiempo
Y el corazón llora porque no han de volver.
Fuimos todos creciendo sin que nadie notara
que nuestra iglesia era un regalo de Dios…
El pastor Clark daba todo, sin guardarse nada;
y su amada Shirley: toda llena de amor.
Compartimos penas, alegrías y tristezas,
en sus rostros floridos nunca vi un lamento,
sí, relaciones abiertas con mucha franqueza
Y un hermano…de veras…lo siento…
¡Cómo los recuerdo, que cultos aquellos!
¡Renata en el órgano y Shirley en el piano!
Y, cantando esos himnos tan bellos!
Y el saludo final: ¿Qué tal buen hermano?
Y luego, Magín Álvarez, contando los diezmos
Con Francisco Aular y María Fernández;
Y Adonis riendo, por los chistes viejos…
Del hermano Madera y José Aleixandre.
Y la hermana Felipa con Lola de Dámaso,
enseñándole a vender en la librería…
Y José Alemán, arreglando su carro
Que después del culto, nunca le servía.
Enrique Dámaso, hijo, y Francisco Fermín
Haciendo sus planes para ser pastores,
y don Enrique Dámaso, cuidando el jardín…
De los niños: Spitaleri, Dámaso y Ordóñez.
Por eso en esta tarde triste de verano,
sólo con mi pensamiento, hoy puedo volver…
Recuerdos amorosos pero muy lejanos…
De mi bien amada iglesia de ayer.
Mi nostalgia infinita por testigo doy,
al recordar todo lo que ya se fue…
No olvidar nunca que la iglesia de hoy…
Será algún día… ¡La iglesia de ayer!
el caer de las hojas en forma precoz.
Ver el piso plasmado como una alfombra…
Me invade la tristeza y se quiebra mi voz.
¿Dónde está la alegría de los rostros amados?
Sólo los recuerdos que se dejan ver…
Del ambiente y momentos pasados…
Reflejo presente de la iglesia de ayer.
Añoranzas que vienen fugaces en la brisa,
de mi primavera que veloz se fue;
esta vida mía ya no tiene prisa…
Y sólo quisiera vivirla otra vez.
Como aquellas hojas que se lleva el viento,
Veo el horizonte de mi vida de ayer…
Recuerdos alados vuelan con el tiempo
Y el corazón llora porque no han de volver.
Fuimos todos creciendo sin que nadie notara
que nuestra iglesia era un regalo de Dios…
El pastor Clark daba todo, sin guardarse nada;
y su amada Shirley: toda llena de amor.
Compartimos penas, alegrías y tristezas,
en sus rostros floridos nunca vi un lamento,
sí, relaciones abiertas con mucha franqueza
Y un hermano…de veras…lo siento…
¡Cómo los recuerdo, que cultos aquellos!
¡Renata en el órgano y Shirley en el piano!
Y, cantando esos himnos tan bellos!
Y el saludo final: ¿Qué tal buen hermano?
Y luego, Magín Álvarez, contando los diezmos
Con Francisco Aular y María Fernández;
Y Adonis riendo, por los chistes viejos…
Del hermano Madera y José Aleixandre.
Y la hermana Felipa con Lola de Dámaso,
enseñándole a vender en la librería…
Y José Alemán, arreglando su carro
Que después del culto, nunca le servía.
Enrique Dámaso, hijo, y Francisco Fermín
Haciendo sus planes para ser pastores,
y don Enrique Dámaso, cuidando el jardín…
De los niños: Spitaleri, Dámaso y Ordóñez.
Por eso en esta tarde triste de verano,
sólo con mi pensamiento, hoy puedo volver…
Recuerdos amorosos pero muy lejanos…
De mi bien amada iglesia de ayer.
Mi nostalgia infinita por testigo doy,
al recordar todo lo que ya se fue…
No olvidar nunca que la iglesia de hoy…
Será algún día… ¡La iglesia de ayer!
(De Primicias del Alma,1998)
Aquí en este poema, evoco la importancia de la iglesia local, ese grupo de creyentes imperfectos que se reúnen en el nombre de JESÚS, cuya existencia es esencial para nuestro crecimiento y madurez espiritual.
¡Ayúdanos a plantar para mañana: la iglesia de ayer!
¡Te esperamos!
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Déjanos tus comentarios