SALUTACIÓN
Francisco Aular
Versículo de hoy: Estableciste los límites de la tierra e hiciste el verano, así como el invierno.
(Salmo 74:17 NTV)
¡Hasta luego amado otoño! Por aquí en Cochrane, Alberta, en donde vivimos desde hace dos años y medio, el cambio climático dado por las diferentes estaciones del año, es más acelerado que en Ontario donde residimos por treinta años. Como algunos lo saben, el otoño es mi estación favorita, esta cargada de lo que ha sido mi temperamento melancólico, solamente superado por la eterna primera de vivir en el Espíritu.
¡Hasta luego amado otoño! Mirar al jardín que alegró nuestra vida al llegar la primavera hundirse entre hojas muertes y nidos vacíos cambió la escena; sin embargo, este año disfrutamos este tiempo bellamente iluminado y calentado por la estrella mayor; mi esposa sembró flores que lucieron su hermosura por los meses cortos de sus vidas; mis gorriones que habían viajado al sur, regresaron y alimentarlos diariamente fue mi oportunidad la cual cumplí lleno de gozo; las hojas de los árboles, se volvieron verdes, florecieron y dieron sus frutos. La primavera pasó, el verano vino y se marchó, dio lugar al otoño. En esta semana, tristemente para mi temperamento, mi amado otoño hizo sus maletas de color de hojas caídas y entre una escena hermosísima que nos dio la aurora boreal, se marchó.
¡Hasta luego amado otoño! Eso sí, no se fue sin celebrar conmigo el otoño de mi vida en el séptimo sexto piso, apartamento cero seis. También el Día de Acción de Gracias, aquí en Canadá. Pensando en esta hermosa y melancólica estación, hace años escribí unos versos, en medio de uno de nuestro primeros otoños:
“En este otoño de la vida me asombra
El caer de las hojas en forma precoz.
Ver el piso plasmado como una alfombra…
Me invade la tristeza y se quiebra mi voz”.
¡Hasta luego amado otoño! No te irás definitivamente, sin dejarnos en compañía de tu hermano el invierno. ¡Ya está llegando y nos envió a su fiel heraldo el frío, que lo anuncia de una manera que lo sentimos hasta en los huesos! Pero, digámoslo sinceramente, nos da tiempo para prepararnos y como niños disfrutar la primera nevada y con ellos construir nuestros muñecos de nieve. Sacamos nuestras vestimentas de la estación: azul y rojos que lucen las mujeres, y nuestros abrigos y sombreros en los hombres. ¡Todo luce hermoso también y por todo lugar se llena de una de las mas grandes celebraciones que tiene la humanidad: La Navidad del SEÑOR! Para los canadienses, sin invierno no existe Navidad. Pero los Cristianos nacidos de nuevo, sabemos que el verdadero motivo de esta estación es ¡JESÚS! Gracias a su Encarnación -poco importa la fecha- JESÚS nos proveyó Su eterna Navidad. ¡Alabado sea Su Nombre!
¡Hasta luego amado otoño! En una fecha como esta en el 2013,-en Toronto, escribí: Me asomo a la ventana de mi balcón en este día, y mientras el tráfico, se desplaza de un lado a otro. Enfoco mi ojos en el árbol con sus hojas de colores ¡claro está en el otoño de su vida que apenas comenzó en la primavera! Ya no tiene ni el retoño de la infancia, ni el polen de la primavera y muchos menos el delicioso fruto del verano. Las aves que cantaron e hicieron sus nidos en sus ramas y criaron su polluelos, ya se fueron dejando el nido vacío. Sin embargo, ese árbol ha resuelto enfrentar el invierno y por ello, se viste de colores. Hasta la creación reconoce la soberanía de Dios: "Estableciste los límites de la tierra e hiciste el verano, así como el invierno." (Salmo 74:17 NTV) ¡No llores ni por la primera ni por el verano pasados, no sea que tus lágrimas te impidan ver la belleza del otoño y del invierno! ¡Feliz día para todos!
¡Feliz domingo del SEÑOR para todos!
¡Adelante, siempre adelante!
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