viernes, 17 de julio de 2015

¡No te rindas!

Francisco Aular
Lectura devocional: Hebreos 12:1-11
(…)corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante, puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe, el cual por el gozo puesto delante de él sufrió la cruz, menospreciando el oprobio, y se sentó a la diestra del trono de Dios. Hebreos 12:1b,2 (RV60)

Un hombre va entrando al estadio azteca de la ciudad de México en 1968. Se llama John Stephen Akhwari; las luces del estadio se habían apagado; las multitudes habían aclamado al campeón de aquella competencia de los Juegos Olímpicos México 68, hacía una hora. John Stephen Akhwari, representaba a su país Tanzania, como competidor olímpico, y tenía la esperanza de llevarse alguna medalla de retorno a su país, pero se lesionó en la carrera, su pierna sangraba copiosamente, pero el hombre se amarró un pañuelo; se notaba que el dolor era tan fuerte porque no lo disimulada al dar un paso tras otro. Así entró a la pista del estadio, sólo quedaban unos cuantos espectadores en las gradas cuando Akhwari terminó de cruzar la meta. Los médicos y enfermeros lo atendieron allí mismo, cuando le preguntaron por qué había seguido corriendo a pesar del dolor, y ante el peligro de perder la pierna, respondió: “Mi país, no me envió a cinco mil millas de distancia para iniciar la carrera. Me envió a terminarla”.
Igualmente, nosotros los cristianos nacidos de nuevo, se nos ha puesto delante de nosotros dos pistas para recorrerlas con finales distintos, estas son: La carrera de la vida cristiana, o la carrera del mundo. La primera es de logros eternos y la segunda con sus éxitos temporales. Una conduce a la vida y la otra a la muerte. Sin embargo, el mundo nos da lecciones, ellos se esfuerzan teniendo en mente su corona corruptible y sus minutos de fama y de gloria. El hijo de Dios marcha, corre sabiendo que su premio eterno lo recibirá al final, por tanto, se esfuerza en la gracia de Dios “puestos los ojos en Jesús, el autor y consumador de la fe” el autor de Hebreos describe la paradoja, “corramos con paciencia”. Dios nos da el fruto del Espíritu, la paciencia, a fin de no caer en la autoconmiseración –“pobrecito yo, cuánto sufro”- echemos bien fuera de nosotros ese complejo de mártir, no nos paralicemos: “corramos con paciencia”. En otras palabras: ¡No te rindas!
¡No te rindas! Porque JESÚS no recorrió la distancia entre el cielo y la tierra, para que nada más iniciemos la carrera cristiana; sino que su muerte y resurrección nos dio el poder para terminar nuestra carrera con gozo y triunfo.
¡No te rindas! porque tenemos aún una carrera por delante. No hemos llegado a la meta todavía, y no es asunto de rapidez solamente, hay que descubrir el poder vivificador de la lentitud y la paciencia en el recorrido.
¡No te rindas! Por los años que llevas en el SEÑOR; la iglesia y la obra del reino de Dios te necesitan. No eches en cara tus muchos años de gloria pasadas porque no son nada comparado con la gloria y el galardón que nos espera. ¡Lo mejor está por venir!
¡No te rindas! Como John Stephen Akhwari, pasamos por las mismas pruebas de otros seres humanos, los sinsabores, los problemas y las circunstancias de esta vida temporal. Dios no nos garantiza un camino de rosas sin espinas, pero sí nos dice: “Estoy con ustedes hasta el fin del mundo”. ¡Teniendo a JESÚS, lo tenemos todo! Así que sigamos corriendo “con paciencia” hasta el triunfo final. ¡No te rindas!
Oración:
Amado Padre Celestial:
¡Cuán hermoso es descansar en ti! Entender que el tiempo que pasaremos en esta vida es tan breve y lleno de mucho sufrimiento. ¡Nada que valga la pena sale por casualidad; nuestra salvación y libertad te costaron tu preciosa sangre y vida! ¡Tu muerte en nuestro lugar fue parte de tu plan de salvación para nosotros! Ahora nos encontramos en la carrera hacia nuestra plenitud en ti. La guerra está ganada, pero cada uno tiene que luchar y vencer sus propias batallas. ¡No me rendiré y viviré para tu gloria! Ahora es necesario el esfuerzo constante en tu gracia para salir de este mundo habiendo corrido la carrera de la fe exitosamente; haber sido testigo tuyo y llevar a muchos a tu salvación. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de  hoy:
En el calendario de Dios siempre es demasiado temprano para jubilarse.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?

¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

jueves, 16 de julio de 2015

¡Levántate y triunfa!

Francisco Aular
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Hebreos 11:23-40
…Porque tenía puesta la mirada en el galardón. Hebreos 11:26

Muy a menudo, en la Biblia, las metáforas que comparan la vida cristiana con las competencias deportivas son utilizadas por los diversos escritores de la Palabra de Dios inspirados por el Espíritu Santo. El autor de Hebreos hace alusión al boxeo, la lucha, la carrera y al premio que se otorgará a los triunfadores. Debemos aclarar que la salvación no es un premio, sino que es un regalo: “Dios nos regala la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor” (Romanos 6:23b; LBLA.) Usted dirá: “Teniendo la salvación lo tengo todo”, así pensé yo por muchos años como cristiano nacido de nuevo. Sin embargo, la Biblia nos dice que esta vida temporal que tenemos después de conocer a JESÚS, es tan solo un ensayo de la verdadera vida que nos espera en el cielo. Por nada del mundo debemos desviarnos del verdadero propósito que Dios tuvo al salvarnos, el cual es que le sirvamos con todo lo que somos y tenemos en la propagación de su Reino, y después, al final de esta vida habrá un momento para la gran premiación. Como en los juegos olímpicos, subiremos al podio entre los vítores de la Iglesia del Señor, y las loas de los seres angelicales. Los creyentes seremos juzgados por las obras que hicimos en este mundo, y recibiremos nuestro premio.
La Biblia nos habla de cinco clases de coronas que el SEÑOR JESÚS dará a sus fieles, una a los que han evangelizado, otra a los que murieron por Él; la corona de los fieles y sus servidores de toda una vida terrenal, una corona a los que “han apacentado la grey de Dios”, y otra corona a los que aman y esperan su venida.
Participar en los Juegos Olímpicos tanto como en la Vida Cristiana es mucho más que ganar medallas, premios o galardones. Sin embargo, nosotros debemos esforzarnos en la gracia de Dios y “poner la mirada en el galardón”.
Tal vez ustedes se acuerden del maratonista brasileño Vanderlei de Lima -quien participó en los Juegos Olímpicos de Atenas 2004 en donde su espíritu olímpico, su voluntad indoblegable  y su mirada que tenía en ganar una medalla para su país, pudieron más que el obstáculo que se le interpuso en su camino-. En efecto, cuando ya era prácticamente el ganador de la medalla de oro, porque lideraba el maratón, en el kilómetro 36 fue enfrentado y empujado por un loco religioso, se trataba del ex sacerdote irlandés Cornelius Horan, a Vanderlei, tal incidente le robó valioso tiempo, mientras trataba de desprenderse del atacante cayó al piso. Ayudado por el público, logró ponerse de nuevo en la carrera, retornando a la pista atlética, alcanzando el tercer lugar en la competencia con los brazos en alto y una gran sonrisa. El público se puso en pie en el estadio Parathinaikós para aplaudir la hazaña de aquel hombre. Obtuvo la medalla de bronce.
Las declaraciones de este deportista, y su actitud son un ejemplo de humildad y deportividad para el resto de nosotros: "No le guardo rencor al agresor. Me entrené durante cuatro años para conseguir el sueño de ganar una medalla y, gracias a Dios, lo he conseguido. Me siento realizado como atleta". Otra frase de este hombre nos inspira y desafía: “Mi alegría es mayor que mi tristeza”.  El Comité Olímpico, lo honró con la medalla Pierre de Coubertin por su esfuerzo en sobreponerse a las circunstancias, su valor y espíritu olímpico.
No tengamos dudas, Aquel que corrió el Maratón por nosotros, desde el cielo a la tierra, JESÚS, sabe de los obstáculos que se nos han presentado en nuestra carrera, conoce nuestras caídas por los empujones de los enemigos. Nos levantamos y seguimos corriendo nuestra carrera cristiana. Vivimos en un mundo injusto que no tiene arreglo. ¡JESÚS es la única respuesta al problema humano! Por encima de todo, debemos mantener nuestra mirada en Él y su galardón que nos espera; no pierdas la concentración: ¡Vuelve a la pista porque nos falta muy poco para cruzar la meta! ¡Levántate y triunfa!
Oración:
Mi Dios y Rey:
¡Grande eres y digno de ser alabado! ¡Tanta es tu grandeza que nos es imposible comprenderla en toda su magnitud! Gracias por regalarnos una salvación tan grande, segura y eterna. Hazme consciente de que no debo tener tu salvación en poco, y además, la esperanza de la resurrección y tu galardón cuando cruce la meta. Si acaso yo llegara a ganar alguno, lo pongo a tus pies por ayudarme a esforzarme en tu gracia; te serviré como tu esclavo por toda la eternidad. En el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy
Eres un triunfo en el reino de Dios si logras mantener tu mirada en Él, a pesar de los obstáculos.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento a obedecer?
¿Existe un pecado a evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo? 

miércoles, 15 de julio de 2015

¡Crucemos la meta juntos!

Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: Hebreos 12:12-29
Por lo cual, levantad las manos caídas y las rodillas paralizadas. Hebreos 12.12 (RV60)

Cuando nuestros hijos estaban en el hogar, hacíamos todo lo posible por no perder los eventos deportivos internacionales, por supuesto que poseo muchas anécdotas que vimos juntos al momento de producirse. Una de ella que recuerdo muy bien, fue las olimpíadas de 1992 en Barcelona, España, porque juntos disfrutamos uno de los momentos más memorables en la historia de las modernas olimpíada. Es posible que ustedes también recuerden de esta gran hazaña que nos conmovió a todos los que la vimos en todas partes del mundo. Muy pocos se recordarán de quien fue el vencedor de aquel encuentro deportivo, pero no podrán olvidar aquella escena que vive en nuestros recuerdos. Aquí va el relato como lo vi y sentí en el mismo instante en que ocurrió:
Derek Redmon, de Inglaterra, estaba cumpliendo con uno de sus grandes sueños en la vida: ¡Ganar una medalla de oro en los juegos olímpicos! Se había preparado con disciplina, paciencia y esfuerzo, para ser el mejor del mundo. Ya había llegado a las semifinales en la carrera de los 400 metros y, al sonar el disparo para iniciar la carrera, Derek se lanzó a correr, teniendo un comienzo magnífico, sentía que la sangre le hervía por todo su cuerpo. No era para menos. Estaba corriendo la carrera de su vida. Se dijo a sí mismo: “¡Este es el momento para el cual nací!”, y ya se acercaba a la línea de llegada cuando, de pronto, sintió un dolor agudo en la pierna derecha. Se detuvo unos segundo allí en la pista, habiéndose roto un tendón, la carrera había terminado para Derek.
Trató de ponerse de pie antes de que llegara el equipo médico. Aunque todos los demás corredores lo pasaron con sus ojos puestos en la meta, Derek empezó a arrastrarse hacia la meta, su rostro estaba bañado en lágrimas por el dolor y la desilusión. De pronto, un hombre se abrió paso entre los guardias de seguridad y sin detenerse ante nada, corrió hacia la pista.
Se acercó a Derek y lo abrazó.
 _No tienes por qué hacer esto_ Le dijo Jim Redmon a su hijo, quien no dejaba de llorar.
 _Sí, tengo ¡Debo cruzar la meta! –contestó Derek.
  _Bueno, entonces esta carrera la terminaremos juntos –dijo su padre.
 El padre de Derek tomó firmemente a su hijo, metió su cabeza por debajo del hombro del corredor y, juntos, emprendieron el recorrido que faltaba para llegar hasta la meta, rechazando la intervención que les prestaban la guardia de seguridad que los rodeaban. El precioso cuadro de aquel padre llevando casi a rastras a su hijo cojeando, copó la escena final de aquella carrera, la cabeza de Derek en algunos momentos apoyada en el hombro de su padre, siguieron el carril de Derek hasta llegar y cruzar la línea final.
Hubo un silencio total en aquel centro deportivo. La multitud que los observaba, primero pareció quedar paralizada. Luego, uno por uno, los presentes se pusieron de pie y empezaron a vitorear ante aquel cuadro, de la determinación deportiva del hijo y el apoyo de aquel padre.
Así como a Derek, se le hacía imposible cruzar la meta por sí solo. También nosotros los pecadores estamos limitados, lejos de la meta de Dios que nos dijo: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está en los cielos es perfecto (Mateo 5.48) Ciertamente el mejor de nosotros los pecadores tiene: “…las manos caídas y las rodillas paralizadas” Frente a la santidad de Dios. Pero JESÚS, se lanzó en nuestro rescate, y hoy corremos esta carrera cristiana con Él a nuestro lado. JESÚS, es la respuesta de Dios para guiarnos a los seres humanos hacia la meta final, es más, como lo afirmó el Apóstol Pablo: “Es Cristo en ustedes, la esperanza de gloria” (Colosenses 1.27) Esa preposición “en” nos dice, nos revela una de las verdades más preciosas: nuestra unión con JESÚS, Él está en nosotros y nosotros en Él. ¡Sí, Él está en nosotros, y nada ni nadie podrán detener nuestra carrera hacia el triunfo final!
Sin embargo, los hijos de Dios, nos necesitamos “unos a los otros”… Es posible que ahora mismo estés paralizado y estancado en tu carrera cristiana, ¡ven apóyate en mí! “¡Crucemos la meta juntos!”
Oración:
Amado Padre Celestial:
¡Cuán poderosos y hermosos son tus atributos que se inclinan a favor de tus hijos, nada más que por pura gracia! Tu bondad sobrepasa largamente a todas las expectativas de los seres humanos. Es muy grande saber que  la muerte de tu Hijo amado, nos compró un lugar en el cielo; pero es también glorioso que nos compraste nuestra libertad para que en este nuestro breve transitar por este mundo: “Seamos más que vencedores”. Ayúdame en los minutos finales de mi carrera, que yo pueda levantar mis ojos y ver la gloria que me espera, en el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:
La salvación es el milagro de un momento que nos pone en la carrera cristiana; nuestro avance hacia la meta es la labor de toda una vida.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo? 

martes, 14 de julio de 2015

Obediencia y corona

Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: 2 Timoteo 2:1-13
Así mismo, el atleta no recibe la corona de vencedor sino compite según el reglamento. 2 Timoteo 2.5

Con mucha frecuencia San Pablo utilizó en sus escritos, la figura de las metáforas para hacer aplicaciones a las doctrinas cristianas. Una de ellas fue la metáfora del atleta y su clara referencia a la obediencia cristiana. Uno puede inferir que el Apóstol estaba familiarizado con las competencias atléticas  y con los famosos juegos olímpicos, así como también los reglamentos que regían las distintas disciplinas deportivas que se practicaban en su tiempo. Ciertamente, los juegos atléticos más importantes que había entre los griegos eran los juegos olímpicos. Estas competencias deportivas tomaban lugar cada cuatro años, y se tenían en la llanura llamada Olimpia, a orillas del Río Alfeo, en el Peloponeso, Grecia. En esta llanura había un bosque, y allí un templo con una de las siete maravillas del mundo: la estatua de Júpiter Olímpico, hecho de oro y marfil, por Fidias, uno de los más grandes escultores de la antigüedad. También había una estatua de Minerva mirando hacia Atenas. Esta diosa era la patrona de los juegos olímpicos. Estos juegos se originaron en el año 776 A.C., y duraron hasta el año 394 D.C., cuando fueron prohibidos por el emperador cristiano Teodosio. A los juegos olímpicos se les otorgaba tal importancia que al mismo tiempo eran regidos por reglamentos muy estrictos, sin obediencia a ellos, no había triunfo, no había corona. Había que jugar limpio.
En efecto, todo atleta tenía que hacer un voto solemne de que participaría de acuerdo al reglamento de las olimpiadas. Si alguien jugaba de mala fe lo multaban con cantidades considerables de dinero. Para que sirviera de ejemplo a lo largo y ancho del lugar de las competencias había obras de artes que se había adquirido por medio de las multas que se le habían cobrado a los que había jugado ilegalmente.
La Biblia es el libro de los reglamentos y principios divinos que nos ha dejado Dios para que nos guiemos y la hagamos la norma de nuestra conducta. Todo hijo de Dios, es como el atleta que debe autodisciplinarse en sus ejercicios en la piedad, la fe, la espranza y el amor para estar en buena forma; el verdadero discípulo de JESÚS se ejercita para servir disciplinadamente y en obediencia “a fin de agradar a aquel que lo tomó por soldado.”
Es más, la Biblia nos dice que la salvación es un regalo que Dios nos hace en JESÚS, es imposible ganar la salvación aún intentando jugar limpio, por eso vino JESÚS: Quien sólo vive para pecar, recibirá como castigo la muerte. Pero Dios nos regala la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor” (Romanos 6.23 LBLA). Aunque la salvación es un regalo, vivir la vida cristiana, nos costará todo lo que tenemos y somos. El cristiano nacido de nuevo no vive para ganarse la salvación, porque gracias a JESÚS, ya la posee, pero vive y se esfuerza en la gracia de Dios para que esa salvación sirva de ejemplo y modelo para otros. Visto de esta manera la vida cristiana normal es como una carrera que emprendemos desde el día de nuestra conversión hasta el día cuando el SEÑOR, nos llame a Su presencia. La obediencia a la Palabra de Dios, nos pone en la carrera y nos mantiene en ella. Como a los atletas de las olimpiadas al final de la competencia se les premiaba, así también habrá premios al final de nuestra carrera cristiana. Habrá coronas para los que hayan vivido una vida cristiana y ejercido sus dones espirituales para la gloria de Dios.
Por encima de todo la Vida Cristiana Normal es obediencia y corona.
Oración:
Amado Padre Eterno:
Te alabo por el día en que me hiciste parte de tu pueblo, sangre de tu sangre y hueso de tus huesos. Tu gracia me puso en la carrera cristiana en la cual me encuentro. Ha sido hermoso servirte como mi SEÑOR y SALVADOR. No tengo nada que buscar en este mundo fuera de ti, teniéndote a ti tengo lo más que grande que esta vida humana me pudiera dar. Como dijo uno de tus grandes hombres: “Nos has hecho para ti y nuestro corazón estará inquieto, hasta que descanse en ti” Oh SEÑOR dame la gracia de terminar mi carrera cristiana con gozo, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Soy un atleta de Dios en obediencia y compitiendo según el reglamento, por Su gracia, la corona me espera.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?

¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

lunes, 13 de julio de 2015

El maratón

Francisco Aular
faular @hotmail.com
Lectura devocional: 2 Timoteo 4:1-8
He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 2 Timoteo 4:7 (RV60)

El maratón es una disciplina deportiva muy exigente, nada más y nada menos que ¡una carrera de 42 kilómetros! Tuvo su origen en un memorable episodio de la antigua Grecia, durante la guerra entre griegos y persas.
Maratón es en realidad el nombre de un campo de batalla. Allí en el año 490 antes de Cristo, los griegos lograron una heroica victoria sobre sus enemigos. Se buscó a un corredor que llevara la buena noticia hasta Atenas. Encontraron a un atleta bien ejercitado y fuerte. Lo enviaron. Recorrió 42 kilómetros sin detenerse. Cuando llegó a Atenas, solo exclamó con las pocas fuerzas que le quedaban: ¡Victoria, victoria! Y calló muerto. ¡Pagó con su propia vida la proclamación de las buenas nuevas!
No podemos reflexionar en este relato, sin pensar en JESÚS. Vino del cielo anunciando las buenas noticias de salvación para todos los seres humanos: “…para anunciar buenas nuevas a los pobres.  Me ha enviado a sanar los corazones heridos, a proclamar liberación a los cautivos  y libertad a los prisioneros, a pregonar el año del favor del Señor  y el día de la venganza de nuestro Dios, a consolar a todos los que están de duelo,  y a confortar a los dolientes de Sión. Me ha enviado a darles una corona  en vez de cenizas, aceite de alegría  en vez de luto,  traje de fiesta  en vez de espíritu de desaliento. Serán llamados robles de justicia,  plantíos del Señor, para mostrar su gloria. Reconstruirán las ruinas antiguas,  y restaurarán los escombros de antaño; repararán las ciudades en ruinas,  y los escombros de muchas generaciones. (Isaías 61.1-4, NVI) A dos mil años del triunfo de JESÚS en aquel maratón por la vida nuestra, venció a Satanás, el pecado y la muerte. Fue un triunfo glorioso, definitivo y eterno. Pero no debemos olvidar que para conseguir esa victoria dio Su vida. Sí, en efecto dio Su vida para que el Mensaje de Salvación llegara a nosotros. Tampoco se nos debe olvidar en esta hora, los millones de hombres y mujeres que a través de los siglos, dejando sus tierras y sufriendo mil incomodidades, despojándose de todo enredo mundano al costo de sus propias vidas, han corrido el maratón, llevando las buenas nuevas y nosotros somos sus trofeos.
¿Sabía usted que los cristianos nacidos de nuevo somos maratonistas del Señor? Porque la carrera cristiana es un maratón de relevos. Nosotros estamos corriendo para pasarle nuestra posición en la carrera a otros. Hace dos mil años, JESÚS nos pasó el testigo al decir a sus díscipulos: Como me envió el Padre, así también yo os envío.” (Juan 20:21b). Entre aquellos maratonistas, Dios puso en la carrera a Saulo de Tarso, al cual después llamó Pablo. Ciertamente después de JESÚS, Pablo es uno de los mejores maratonistas que la Iglesia ha tenido. Fue sentenciado a muerte por el poderoso imperio romano, sin embargo, Pablo había puesto a otros maratoristas en posición de seguir corriendo hacia la meta final. Me lo imagino, yendo hacia el cadalzo en donde el verdugo lo esperaba para decapitarlo, pero Pablo lleva en mente estas palabras que han llegado hasta nosotros en este día: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. Por lo demás, me está guardada la corona de justicia, la cual me dará el Señor, juez justo, en aquel día; y no sólo a mí, sino también a todos los que aman su venida.” (2 Timoteo 4:7,8).
Termino, con esto. Es sabido que, en la historia de los grandes eventos deportivos, y de esta disciplina del maratón, algunos deportistas han resbalado y caído; ¡pero de nuevo se pusieron en pie, corrieron y cruzaron la meta! Hagamos lo mismo no rompamos la cadena en este maratón en donde, por la gracia de Dios, estamos participando. ¡Gritemos al pasar el testigo con toda pasión el grito de victoria paulino, porque es nuestro también!: He peleado la buena batalla, he acabado la carrera, he guardado la fe. 2 Timoteo 4:7 (RV60).
Oración:
Amado Padre Celestial:
Te alabo por ser el Autor de una salvación tan grande a nuestro favor. Esta vida temporal que nos has dado no tendría sentido sin la trascendencia de un destino eterno y una misión histórica que cumplir. Ayúdame a correr los últimos kilómetros que me quedan porque ya siento muy cerca de mí, los gritos de victoria, los aplausos y el gozo de los que corrieron antes que yo y que me esperan, en el nombre de JESÚS, amén.
Perla de hoy:
Concéntrate en la victoria del Señor y no en tus derrotas. Dios no patrocina fracasos. ¡El triunfo está asegurado!
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?

viernes, 10 de julio de 2015

¡Hoy canto a la amistad y al amor!

Francisco Aular 
faular@hotmail.com
Lectura devocional: Proverbios 18:14-24
El hombre que tiene amigos ha de mostrarse amigo; Y amigo hay más unido que un hermano. Proverbios 18:24 (RV60)

¡Hoy le canto a la amistad y al amor! Porque la amistad es el campo en donde cultivamos a los amigos que hemos sembrado con amor.
¡Hoy le canto a la amistad y al amor! Porque he tomado la iniciativa de mostrarme amigo para tener amigos y porque la Palabra de Dios dice: “En todo tiempo ama al amigo, y es como un hermano en tiempo de angustia” (Proverbios 17:17) El amigo es “alguien que multiplica el gozo y divide la pena, cuya fidelidad es inviolable”; el amigo es “alguien que comprende nuestro silencio”; el amigo es “un enciclopedia completa de simpatía”; el amigo es “un reloj que da la hora correcta y nunca se atrasa”; pero más importante que todo esto es comprobar que, “un amigo es uno que llega cuando todos se han ido”…
¡Hoy le canto a la amistad y al amor! Porque soy constructor de puentes y no de muros, quiero ver cruzar por el puente de mi amistad a mis amigos con sus niños en sus brazos, sobre los profundos abismos y furiosos torrentes de los problemas, sufrimientos y circunstancias que nos amenazan como seres humanos. Honraré la confianza que me han dado, no revelaré a nadie lo que me han confiado, ni me reiré de sus errores porque “quien perdona, gana un amigo; quien no perdona, gana un enemigo” (Proverbios 17:9 La Biblia en lenguaje actual). No hare caso a la lengua de los perversos porque “el que es malvado y chismoso  provoca peleas y causa divisiones” (Proverbios 16:28 LBLA). Me cuidaré de las bromas pesadas y de mal gusto que hagan sonrojar al amigo: “Como el que enloquece, y echa llamas y saetas y muerte, tal es el hombre que engaña a su amigo, Y dice: Ciertamente lo hice por broma.” (Proverbios 26:18,19 RV60)
¡Hoy le canto a la amistad y al amor! Porque la amistad me brinda la oportunidad de compartir todas las esperanzas, y pensamientos positivos que abrigo en mi mente para mis amigos “todo lo que es verdadero, todo lo honesto, todo lo justo, todo lo puro, todo lo amable, todo lo que es buen nombre; si hay virtud alguna, si algo digno de alabanza, en esto pensad” (Filipenses 4:8 RV60)
¡Hoy le canto a la amistad y al amor! Porque desde que tengo memoria, Dios ha utilizado a mis amigos para ayudarme a ser quien soy; tengo el recuerdo viviente de mis amigos de mi primavera de niñez y la juventud, los del verano de mi vida de la vida cuyo amor se extendió hacia mis hijos, amándolos y cuidándolos como los propios; y sobre todo, los que acompañan en esta hora del otoño y de invierno, mi breve transitar por este mundo. Sepan mis amados todos que “ningún amigo puede llenar el vacío de otro amigo”.
¡Hoy le canto a la amistad y al amor! Porque algunos de mis amigos, ya están en el silencio y las distancias pero todavía siento el latir de sus corazones muy cerca del mío; gracias al Padre, que hizo posible que un momento de nuestras vidas anduviéramos juntos en nuestra peregrinación comino a la Patria Celestial en donde: No habrá más separación, ni dolor, ni lágrimas. ¡Nos veremos allí! Porque “Con un buen perfume se alegra el corazón; con la dulzura de la amistad se vuelve a la vida” (proverbios 27:9 LBLA).
¡Hoy le canto a la amistad y al amor! Porque soy discípulo del ser humano más grande que ha pisado las páginas de la historia: ¡JESÚS! Y Él, dijo: “Ya no os llamaré siervos, porque el siervo no sabe lo que hace su señor; pero os he llamado amigos, porque todas las cosas que oí de mi Padre, os las he dado a conocer.” (Juan 15:15). Lo dijo, después de haber dado su máxima expresión de la amistad y el amor: “Nadie tiene mayor amor que este, que uno ponga su vida por sus amigos.” (Juan 15:13).
Por todas estas razones: ¡Hoy le canto a la amistad y al amor!
Oración:
I
La gente de nuestro tiempo
No sabe lo que es el amor;
Que vive perdiendo el tiempo,
Buscando y sin encontrar.
CORO
Amor es el entregarse en alma
y cuerpo a la humanidad.
Vivir siempre sirviendo,
Sin que tú esperes algo
para ti.
II
En Cristo yo he encontrado
Ejemplo de paz y amor.
La muerte del crucificado
Me cuenta de su gran amor.
III
Y siempre debes hablar que
En Cristo hay Salvación,
Llevando este mensaje
De muedrte y resurrección.
Jorge Clark Ramírez: Himnario de alabanza evangélica # 304 EMH, 1997
Perla de hoy:
JESÚS, se nos acerca y nos dice que quiere ser nuestro amigo tal y como somos; nosotros tenemos que hacer lo mismo con nuestro prójimo.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo? 

jueves, 9 de julio de 2015

¿Quién es el fuerte?

Francisco Aular
Lectura devocional: 1 Samuel 2:3-9
Él guiará los pasos de sus fieles,
    pero los malvados se perderán entre las sombras. ¡Nadie triunfa por sus propias fuerzas! 1 Samuel 2:9 (NVI)

Se celebraba la Escuela Bíblica de Vacaciones en pleno verano, la lección de aquel día hablaba de la fortaleza del cristiano. En el segundo piso del edificio, la maestra del grupo de los niños de seis a ocho años, tuvo la idea de invitar al pastor de la iglesia para que él diera la aplicación final de la clase. El pastor se preparó con tiempo para ello, se le ocurrió vestirse de “Superman”. Entró de repente al salón clases, moviendo su capa, los niños más pequeños ¡estaban emocionados al ver al conocido personaje! Uno de ellos preguntó: “¿Tú eres superman?” Sí, dijo el “Superman” mostrando sus músculos y la enorme “S” roja en medio de su pecho. “¡Muy bien!” Exclamó el niño: “¡Lánzate por la ventana y vuela!”… Aquel niño había ratificado con su petición lo del conocido proverbio: “Del dicho al hecho hay mucho trecho”.
¿Quién es el fuerte? En la vida cristiana, nuestra fortaleza proviene de Dios. De hecho, la fortaleza no es virtud humana, somos débiles. En la conocida “Oración de Ana” en el primer libro de Samuel, aquella mujer sabia lo expresa en su poema al poder de Dios: Nadie es santo como el Señor;
    no hay roca como nuestro Dios. ¡No hay nadie como él!”. San Pablo advirtió: “Por lo tanto, si alguien piensa que está firme, tenga cuidado de no caer.” (1 Corintios 10:12, NVI). En aquella época-y todavía en algunos círculos esotéricos-, algunos filósofos enseñaban que el ser humano podía ejercitarse mentalmente de tal manera que sin necesidad de Dios podían vencer su naturaleza pecaminosa; es más el ser humano podía llegar a ser su propio dios. Para ellos, tal asunto como creer en JESÚS y ser salvo, era una locura. Contra ellos Pablo escribe: Pues la locura de Dios es más sabia que la sabiduría humana, y la debilidad de Dios es más fuerte que la fuerza humana. (1 Corintios 1:25)
¿Quién es el fuerte?  Mi gran problema es la firmeza de mi carácter en medio de las circunstancias de la vida. Hacer buenos propósitos y establecerse metas es fácil. Lo verdaderamente difícil es cumplirlos; aferrarse a ello como un perro a su hueso y no soltarlos hasta realizarlos. Tampoco es difícil hacer alarde de nuestros talentos y dones, la arrogancia toma matices muchas veces de falsa humildad. Necesito toda la ayuda de Dios para darle a Él la honra, el poder y la gloria por lo que soy y por lo que hago, si hubiese algo digno de alabanza en ello.
¿Quién es el fuerte? La verdad es que no necesito ir muy lejos para buscar la raíz del problema porque mi carnilidad y naturaleza débil, todavía viajan conmigo. Otra vez, voy a consultar a mi teólogo favorito San Pablo, buscando su apoyo y me estremece su franca respuesta: “De hecho, no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero. Y si hago lo que no quiero, ya no soy yo quien lo hace sino el pecado que habita en mí. Así que descubro esta ley: que cuando quiero hacer el bien, me acompaña el mal.” (Romano 7:19-21, NVI). Algunos cristianos amigos míos, sin duda sinceros, pero equivocados, creen que ellos son ¡impecables! Evidentemente Pablo, no era uno de ellos: ¡Soy un pobre miserable! ¿Quién me librará de este cuerpo mortal?” (Romanos 7:24, NVI). Suele ser más fácil enfrentarse a un gran peligro y vencerlo que admitir humildemente que debo dominarme a mi mismo dándole el control a Dios, como clamó el Apóstol: “¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!” (Romanos 7:25, NVI)
¿Quién es el fuerte? El autor de la Epístola a los Romanos, me hace recordar aquellas peliculas de acción; los malos han logrado someter a todo un pueblo; surge un hombre para enfrentar él solo a los malos que son pocos pero bien armados y no juegan limpio; le hacen trampas a nuestro héroe, lo humillan, lo amenazan de muerte; llega el inevitable momento de la escena final, los enemigos de nuestro héroe, están por todas partes, lo atrapan y lo humillan, parece que no hay salida. Pero de repente, nuestro héroe saca fuerzas de donde menos se esperaba, y mientras él pelea, sabemos que todavía es débil. ¿Vencerán los malos?; pero en el horizonte, la gente buena, esa que nunca se mete con nadie, se ha unido y vienen en ayuda, los malos empiezan a huir. La gente que está en el cine, los espectadores, también se entusiasman se ponen de pie y aplauden. ¡Nuestro héroe está allí, el bien ha triunfando sobre el mal! Me imagino al Apóstol escribiendo con lágrimas, la derrota de todo ser humano pecador y separado de Dios. De repente ve a JESÚS entrar a la escena principal. ¡JESÚS es nuestro Héroe del plan de Dios para el hombre perdido! -Prometido desde antes de la fundación del mundo-; JESÚS hizo Su entrada triunfal en una Navidad y entregó Su preciosa Vida en una Semana Santa. ¡JESÚS nuestro Señor y Salvador, se levantó de los muertos y ahora está en los cielos y de allí volverá en gloria para llevarnos con Él! JESÚS dio Su sangre para salvarnos, y por Su resurrección, nos libra para siempre “de este cuerpo de muerte” Sí, esta es la verdad: ¡Soy libre, soy libre! Me pongo de pie en la escena final. ¡JESÚS es el
Dios Todopoderoso como Ana, exclamo: Nadie es santo como el Señor;
    no hay roca como nuestro Dios. ¡No hay nadie como él!”. Y por eso, con San Pablo proclamo la victoria que tenemos porque el Fuerte y Verdadero ha vencido, nosotros también vencemos: “¡Gracias a Dios por medio de Jesucristo nuestro Señor!” (Romanos 7:25).
Oración:
Padre eterno:
Tal como soy, sin más fuerzas que las tuyas obrando en mí cuerpo mortal, vengo a ti para implorarte que hagas el milagro de librarme de mi mismo para fundirme en ti. Todo lo que soy y lo que tengo, lo rindo delante de ti. Esta vida no es vida sin tu fuerza para vivirla. ¡Gracias Señor! En el nombre de JESÚS. Amén
Perla de hoy:
La fuerza de la vida cristiana es la fuerza que proviene de Dios.
Oración:
Amado Dios:
Te alabo en esta hora por darme una razón para vivir y para morir. Ayúdame a invertir esta única vida humana que poseo en la proclamación de tu amor, y que sí podemos confiar únicamente en ti para darle un verdadero sentido a nuestro breve paso por este mundo. En el nombre de JESÚS. Amén.
Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?