miércoles, 30 de noviembre de 2011

Promesa y rescate

Francisco Aular

Lectura devocional: Salmo 119: 121-128

Mis ojos se esfuerzan por ver tu rescate,  por ver la verdad de tu promesa cumplida. Salmo 119:123 (NTV)

El plan de nuestra salvación fue iniciado antes de la creación del mundo; fue asegurado tras la caída de Adán y Eva en el Paraíso, y cumplido en el Monte Calvario por la muerte de JESÚS.

En ese plan Dios nos ha creado para que seamos semejantes a su Hijo JESUCRISTO: “Sabemos que Dios va preparando todo para el bien de los que lo aman, es decir, de los que él ha llamado de acuerdo con su plan. Desde el principio, Dios ya sabía a quiénes iba a elegir, y ya había decidido que fueran semejantes a su Hijo, para que éste sea el Hijo mayor” (Romanos 8:28-31 NTV).
Entendamos bien esto, aunque hemos sido creados para ser como JESÚS, tenemos un gran impedimento porque todo ser humano que viene a este mundo, nace perdido en su relación con Dios, ya que nace con una naturaleza pecaminosa que es enemiga de Dios; ahora bien, esa condición de perdido la recibió de Adán porque él pecó la primera vez, y ahora, todos nosotros, también desarrollamos, individualmente, la misma tendencia pecaminosa de Adán: “El primer pecado en el mundo fue la desobediencia de Adán. Así, en castigo por el pecado, apareció la muerte en el mundo. Y como todos hemos pecado, todos tenemos que morir” (Romanos 5:12); sin embargo, ante el pecado de Adán y Eva, Dios hizo la promesa de rescatar al ser humano caído (Génesis 3:15), y volverlo a traer al Plan de Salvación diseñado para él, ese fue el rescate que JESÚS compró con su sangre en el Monte Calvario: “Por el pecado de Adán todos fuimos castigados con la muerte; pero, gracias a Cristo, ahora podemos volver a vivir” (Romano 5:21-22 NTV). La Buena Noticia es que debido al sacrificio de JESÚS, el cielo se nos ofrece como un regalo: “Quien sólo vive para pecar, recibirá como castigo la muerte. Pero Dios nos regala la vida eterna por medio de Cristo Jesús, nuestro Señor” (Romanos 6:23 NTV). ¿Cómo se recibe este regalo de Dios? Se recibe poniendo toda nuestra confianza en JESÚS como nuestro Señor y Salvador, mediante el arrepentimiento y confesión de nuestros pecados; esta experiencia es de tal trascendencia espiritual, que JESÚS la llamó el nuevo nacimiento: “De cierto de cierto te digo, que él que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). Igualmente, las bendiciones e implicaciones de este rescate son de enormes proporciones para todo ser nacido de nuevo: “El cuerpo de ustedes es como un templo, y en ese templo vive el Espíritu Santo que Dios les ha dado. Ustedes no son sus propios dueños. Cuando Dios los salvó, en realidad los compró, y el precio que pagó por ustedes fue muy alto. Por eso deben dedicar su cuerpo a honrar y agradar a Dios” (1 Corintios 6:19,20 NTV).
Claro está que el salmista en su poema a la Palabra de Dios, no había presenciado todavía el cumplimiento de aquella promesa del rescate del pecador; pero con los ojos de la fe confía en la Palabra de Dios: “Mis ojos se esfuerzan por ver tu rescate,  por ver la verdad de tu promesa cumplida” (v.123); con la promesa de rescate sabía que vendría la salvación de todos los enemigos de su alma, y la seguridad que el mismo Dios lo preservaría hasta el final: “No me dejes a merced de mis enemigos, porque he hecho lo que es correcto y justo. Te ruego que me des seguridad de una bendición. ¡No permitas que los arrogantes me opriman!” (vv.121,122); sabía que la base de aquella promesa y el rescate eran fruto de la misericordia y amor de Dios: “Soy tu siervo; trátame con tu amor inagotable” (v.124); el salmista confía en la intervención de la soberanía divina en un mundo injusto y pecador: “Da discernimiento a este siervo tuyo; entonces comprenderé tus leyes. Señor es tiempo de que actúes, porque esta gente malvada ha desobedecido” (vv.125,126); el salmista valora la Palabra de Dios porque sabe que allí está el manual y el plan para servir a Dios, y comprender su Promesa y Rescate: “De verdad, amo tus mandatos más que el oro, incluso que el oro más fino. Cada uno de tus mandamientos es recto, por eso detesto todo camino falso” (vv.127, 128). Sí, la Biblia nos presenta, y hace posible: La promesa y el rescate.

Oración:
Gracias SEÑOR porque has cumplido tus profecías respecto a tu gran salvación, y al rescate del pecador. Ayúdame a llevar la Buena Nueva de tu salvación. En el nombre de JESÚS. Amén.

Perla de hoy:
Somos nosotros los que debemos aceptar las verdades eternas de la Biblia, y no intentar hacer que la Biblia acepte nuestras teorías.

Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?




martes, 29 de noviembre de 2011

Lealtad y firmeza

Francisco Aular

Lectura devocional: Salmo 119: 113-120

Detesto a los que tienen divida su lealtades, pero amo tus enseñanzas. (Salmo 119:113 NTV)

Servimos a Dios y a su Palabra al mostrar firmeza y lealtad a Él y a los demás.

El hermano Miguel A. Limardo en su libro Ventanas abiertas, de la Casa Nazarena de Publicaciones, escribe una meditación que tituló “Mi iglesia ante todo”, su texto es Josué 24:15. La copio para ustedes:

“Sí, mi iglesia ante todo. Hay muchas iglesias. Todas son hermanas de mi iglesia y sus miembros son también mis hermanos. Siento que debo amarlos a todos, como si fuésemos una sola familia pues así lo pide el Señor de cada uno de nosotros.
Cuando oro, pido por todas las iglesias, que Dios las bendiga y las prospere y que puedan resolver los problemas a las que muchas de ellas se enfrentan. Pido que mantengan el alto el testimonio de la fe cristiana y que proclamen el mensaje del evangelio a todos los hombres.
Cuando voy a dar mi dinero, de mi talento, de mi tiempo y de todos mis haberes, debo hacerlo generosamente, sin reparar a qué iglesia lo doy, pues haciéndolo así estoy contribuyendo a la obra de Dios en el mundo.
Cuando voy a adorar a Dios tampoco tengo reparo de ninguna especie. Puedo hacerlo en cualquier templo o junto a cualquiera de mis hermanos –Si tu corazón es limpio, dame la mano-, eso me basta.
Todo esto es así pero quiero reiterar que mi iglesia es ante todo. Mi primer amor y mi primera obligación son para mi iglesia. Sí, para esta iglesia dónde estoy creciendo y fortaleciéndome espiritualmente. Para mi pastor que vela por mi alma y me prodiga su cuidado pastoral. Para éstos, mis hermanos, que participan conmigo de la comunión con Dios.
Es mi deber atender primeramente las necesidades de mi iglesia. Cuando mi iglesia tiene un servicio, yo no puedo dejarla e irme para otra iglesia pues ella requiere mi presencia. Yo no puedo ser candil de las demás iglesias y oscuridad de la mía” (p.394).

Pues bien, nosotros hemos llegado, en el Salmo 119, a la sesión que pudiéramos llamar: Lealtad y firmeza. Porque aunque existen muchas religiones en este mundo con sus libros sagrados, sus dioses y sus sacerdotes, nosotros hemos resuelto ser leales al SEÑOR  y a su Palabra. Y por ello, nuestro mensaje  debe ser parecido al del profeta Elías en el Monte Carmelo, frente al pueblo de Israel y a su desleal rey Acab en sus coqueteos con el dios Baal: “Elías se paró frente a ellos y dijo: “¿Hasta cuándo seguirán indecisos, titubeando entre dos opiniones? Si el SEÑOR es Dios, ¡síganlo! Pero si Baal es el verdadero Dios, ¡entonces síganlo a él!”. Sin embargo, la gente se mantenía en absoluto silencio” (1 Reyes 18:21 NTV). Es verdad que vivimos una hora difícil para la humanidad, algunos tienes sus lealtades divididas, la codicia ha llevado a muchos a postrarse frente a dioses extraños. Esta es la hora de la valentía espiritual y moral. No podemos ni debemos claudicar, y tampoco, mantenernos “en absoluto silencio”. No se trata de lanzarse a la calle en abierta protesta contra ellos, sino de mirar bien dentro de nosotros, pues a los que hemos experimentado las bendiciones de la Palabra de Dios, no podemos echarlas a un lado: Detesto a los que tienen divida su lealtades, pero amo tus enseñanzas” (v.113).
Lealtad y firmeza significa que decidimos, por nuestra propia voluntad, asumir las consecuencias de obedecer al SEÑOR y no a los demás seres humanos en sus desviaciones; nuestra intención es preferir ser leales a nuestro Dios a pesar de todo, y estar firmes en nuestra decisión de lealtad: “Tú eres mi refugio y mi escudo; tu palabra es la fuente de mi esperanza. Lárguense de mi vida, ustedes los de mente malvada, porque tengo la intención de obedecer los mandatos de mi Dios” (v.114,115); lealtad y firmeza, porque el SEÑOR  cumple sus Promesas: “¡SEÑOR, sostenme como prometiste para que viva! No permitas que se aplaste mi esperanza. Sostenme y seré rescatado; entonces meditaré continuamente en tus decretos” (vv.116, 117); lealtad y firmeza, significa que entendemos bien quiénes somos y hacia dónde vamos; no existen atajos para servirle a Dios, o lo hacemos con lealtad a Él y su Palabra o no lo hacemos; por otra parte, la obediencia a Dios siempre trae consigo el gozo del deber cumplido: “Pero has rechazado a todos los que se apartan de tus decretos, quienes no hacen más que engañarse a sí mismos. Desechas a los perversos de la tierra como si fueran desperdicios; ¡con razón me encanta obedecer tus leyes!”(vv.118,119); viendo que nuestro Dios, exige lealtad y firmeza, con temor reverente sirvámosle a Él, guiados e iluminados por su Santa Palabra: “Me estremezco por mi temor a ti; quedo en temor reverente ante tus ordenanzas” (v.120). Así que, ¡mi Dios y mi Biblia ante todo!

Oración:
Amado SEÑOR, que ante todo yo pueda ser fiel a ti y fiel a tu Palabra. En el nombre de JESÚS. Amén.

Perla de hoy:
Servimos a Dios y a su Palabra al mostrar firmeza y lealtad a Él y a los demás.

Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?




lunes, 28 de noviembre de 2011

Lámpara y luz

Francisco Aular

Lectura devocional: Salmo 119: 105-112

Tu palabra es una lámpara que guía mis pies y una luz para mi camino. Salmo 119:105 (NTV)

Dios ilumina con su Palabra a aquellos que están dispuestos a escucharla con el corazón, para dejarse guiar por ella hasta el hogar eterno.

Un pastor inglés de esos años en que no había luz eléctrica, ni linternas de batería, relató la siguiente experiencia: “Después de haber andado dos millas para visitar un vecindario en el que pocos podían  leer, con el objetivo de pasar una velada leyendo a un grupo que estaba reunido para escuchar, y estando ya a punto de regresar por una senda estrecha a través del bosque, en el que el camino se bifurcaba varias veces, se me proveyó de una antorcha de tea. Objeté que era demasiado pequeña, pues pesaba menos de media libra. “Le llegará hasta su casa”, contestó mi huésped. Le dije: “El viento la apagará”, y él me respondió: “Estará encendida hasta que llegue a su casa” “Pero, ¿si llueve?”, dije. Él replicó: “Le iluminará hasta su casa”, y a pesar de mis temores, tuve luz abundante en el camino hasta casa y me proporcionó una ilustración apropiada, creo, de la forma en que nuestros corazones indecisos podrían ser guiados por la “senda estrecha”. Si aceptáramos la Biblia como nuestro guía, sería una lámpara para nuestros pies, que iluminaría nuestro camino al cielo. Uno me dijo que tenía cinco objeciones a la Biblia. Le contesté que si la tomaba como lámpara a sus pies “le iluminaría hasta llegar a casa.” Otro me dijo que hallaba dos faltas en la Biblia, y le contesté con las palabras de mi amigo que me proveyó la antorcha: “Te iluminará hasta llegar a casa”.
El salmista, en esta estrofa de su inmortal himno a la Palabra de Dios, comienza con la afirmación:Tu palabra es una lámpara que guía mis pies y una luz para mi camino” (v.105). Por cierto, este es uno de los versículos más famosos de toda la Biblia, pues, en realidad la naturaleza de la Biblia es ser lámpara y luz. La Biblia hace brotar todo lo que el ser humano necesita para ser luz que ilumine a otros, como lo dice el Apóstol: “Pues antes ustedes estaban llenos de oscuridad, pero ahora tienen la luz que proviene del Señor. Por lo tanto, ¡vivan como gente de luz!” (Efesios 5:8 NTV). Hace algunos años, un joven cristiano nacido de nuevo y muy evangelizador me contó que estaba cursando su último año en la universidad, pero que estaba a punto de renunciar, porque ya le era insoportable vivir entre las burlas de sus demás compañeros. Lo miré. Puse mis manos sobre sus hombros, y le dije: “No conozco tu entorno, pero conozco a la Palabra que tú y yo anunciamos. Dios te puso allí para que seas luz en ese lugar oscuro, ¡brilla para la gloria de Dios! Lo encontré hace poco, y me dijo, “ese comentario que usted hizo, me ayudo más de lo que se imagina, porque me recordó la razón y el propósito de mi vida: ¡Ser luz a los demás, y eso soy!”.
¿Por qué no ser luz y lámpara llenos de la Palabra de Dios por donde vayamos, y en medio de nuestros círculos de influencia que tenemos? Sí en efecto, esta Palabra es luz para nuestros ojos, para así no perder el hermoso panorama de la vida cristiana, pero también buen asidero para poner nuestros pies, y saber por dónde debemos ir con ellos, y los lugares a evitar mientras caminamos a la seguridad de nuestro verdadero hogar. De esta manera, nuestra resolución de servir al SEÑOR no es una moda, sino es para siempre: “Lo prometí una vez y volveré a prometerlo: obedeceré tus justas ordenanzas” (v.106); también sus promesas nos sostendrán, en medio de nuestros sufrimientos en el sendero; el SEÑOR, renovará nuestras fuerzas a través de su Palabra: “He sufrido mucho, oh SEÑOR; restaura mi vida, como lo prometiste” (v.107); nuestro andar cotidiano puede producirnos amargura y escoger el camino de destruir en vez de edificar, pero basado en la Palabra, haremos que la alabanza a Dios y el respeto a los demás sea una de los grandes rasgos de nuestra personalidad: “SEÑOR, acepta mi ofrenda de alabanza y enséñame tus ordenanzas” (V.108); con la Palabra como nuestra luz y lámpara podemos hacer frente a todos los peligros que nos asechan: “Mi vida pende de un hilo constantemente, pero no dejaré de obedecer tus enseñanzas. Los malvados me han tendido sus trampas, pero no me apartaré de tus mandamientos” (vv.109,110); la Palabra como nuestra luz y lámpara es el fundamento de nuestros valores para obedecerlos, y andar en esta vida hasta el triunfo final en el cielo: “Tus leyes son mi tesoro; son el deleite de mi corazón.
Estoy decidido a obedecer tus decretos hasta el final” (vv.111, 112) Por todo esto, la Biblia es lámpara y luz.

Oración:
SEÑOR, dame la oportunidad de ser en un mundo lleno de tinieblas, un reflejo de tu Palabra: Lámpara y luz. En el nombre de JESÚS. Amén.

Perla de hoy:
Nuestro testimonio de JESUCRISTO es lámpara y luz en un mundo de tinieblas. ¡Brilla!

Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?




viernes, 25 de noviembre de 2011

Fuente de la verdadera sabiduría

Francisco Aular

Lectura devocional: Salmo 119:97-104

Tus mandatos me hacen más sabio que mis enemigos, pues me guían constantemente. Salmo 119:98 (NTV)

La sabiduría no es algo que poseemos, sino Alguien, que por medio de la Palabra de Dios llena nuestra mente, gobierna nuestro corazón, endulza y guía nuestra vida y vive en nosotros en el poder del Espíritu Santo: JESUCRISTO.

Permítanme comenzar con una experiencia muy personal de cómo la Biblia llegó a mis manos. Era un jueves santo del año 1963, tenía 17 años y era un fotógrafo profesional. Toda mi familia se había ido a pasar aquellos días de asueto a las playas cercanas a la ciudad de Caracas, yo había decidido quedarme solo porque entre otros motivos, mi hermano mayor, José, había muerto hacían seis meses y pienso ahora, quise guardarle luto. Aquella mañana puse la radio; había música clásica en todas las emisoras. Siempre he amado los libros, y en una pequeña biblioteca que estaba en el comedor, Dios me llevó a poner los ojos en una Biblia Reina Valera de 1909, que estaba entre los libros, la tomé en mis manos, me senté, y fui al Evangelio de San Juan; lo leí todo. No era la primera vez que yo oía de la Biblia, ni tampoco la historia sobre la “vida, pasión y muerte de JESÚS”, pero sí era la primera vez que me detenía leyéndola e intentaba interpretarla, bajo la pequeña luz de un entendimiento meramente humano. De repente, en la tarde, en la platabanda de la casa, frente al majestuoso cerro “El Ávila”,  volviendo a leer a San Juan, me detuve en el capítulo 17, versículo 20 que dice: “Mas no ruego solamente por éstos, sino también por los que han de creer en mí por la palabra de ellos” (Reina Valera Antigua), en aquella hora recibí la iluminación de la sabiduría verdadera, me conmoví hasta las lágrimas al pensar en el hecho de que JESÚS había vivido, sufrido y muerto por mí, así que leí el versículo incluyéndome en él: “Mas no ruego solamente por estos, sino por Francisco Aular, que ha de creer en mí por la palabra de ellos”… ¡Sí, era cierto!, Juan, el apóstol amado había escrito aquel testimonio que yo estaba leyendo. Conmovido, me arrodillé en la platabanda de mi casa, y oré al SEÑOR Autor de la Palabra de Dios, quien había bajado del cielo para buscarme y salvarme. Me di cuenta de que yo no era un accidente en este mundo, Dios en su Plan eterno, me llamaba a integrarme a su familia (Efesios 1:5), por medio del arrepentimiento de mis pecados y la fe en JESÚS, el Mediador entre Dios y nosotros (1 Timoteo 2:5). Aquella experiencia sencilla de fe me condujo a buscar una iglesia que creyera en la Biblia como yo había creído, y la encontré: La Misión Bautista Emanuel de Chacaíto, hoy en día, la preciosa Iglesia Bautista Emanuel de la Castellana. ¡Gloria a Dios!
Todavía recuerdo cuando mi familia llegó de la playa, le pregunté al esposo de mi prima, Miguel Romero, quién le había regalado aquella Biblia, y en tono de burla me dijo: “Un loco evangélico que trabajó conmigo”, y al momento de escribir esto, se me nublan los ojos por las lágrimas y grito con todas las fuerzas de mi ser: ¡Bendito loco evangélico!, si supieras que aquella Biblia no era para él, sino para mí. ¡Ah, si supieras también lo que Dios ha hecho, hace y hará con aquella vieja Biblia que todavía obra en mí! ¡Aleluya para siempre! gracias SEÑOR.
El precioso poema del Salmo 119 es un acróstico que comienza cada estrofa de ocho versículos con cada una de las letras del alfabeto hebreo. La estrofa que consideraremos hoy, la podemos titular: La fuente de la verdadera sabiduría. Aquí el salmista canta un himno de gozo y alabanzas al SEÑOR por su Palabra. Gracias a esta Palabra viva mis pensamientos se elevan: ¡Oh, cuánto amo tus enseñanzas! Pienso en ellas todo el día” (v.97); gracias a esta Palabra viva, mi sabiduría, mi correcto proceder en esta vida en todas las esferas de mi personalidad, puedo mostrar los rasgos de quién soy, de dónde vine y adónde voy, y con humildad llena de gratitud al SEÑOR, puedo decir “así es, tengo mejor percepción que mis maestros, porque siempre pienso en tus leyes. Hasta soy más sabio que los ancianos, porque he obedecido tus mandamientos” (v.99, 100); gracias a esta Palabra viva que está activa en mí, tengo fuerzas para vivir a la altura del sendero que Dios me ha trazado: “Me negué a andar por cualquier mal camino, a fin de permanecer obediente a tu palabra. No me he apartado de tus ordenanzas, porque me has enseñado bien” (vv.101,102); Porque la Palabra de Dios está viva y activa en mí, sé que vivo y moriré en un mundo injusto; el mundo vive horas inciertas, y los que hemos vivido más, no vemos esperanza en él, frente a esta realidad, mi temperamento ante tanta injusticia puede volverse cínico, arrogante o amargado; pero yo he resuelto mostrar el carácter de mi amado SEÑOR Y SALVADOR, y con éste propósito, grito lleno de fe como el salmista: ¡Qué dulce son a mi paladar tus palabras!, son más dulces que la miel. Tus mandamientos me dan entendimiento, ¡con razón detesto cada camino falso de la vida! (vv. 103,104). Ciertamente, ¡la Biblia es la fuente de la sabiduría verdadera!

Oración:
SEÑOR, hoy repito la oración de la serenidad:”Dios, concédeme la serenidad para aceptar las cosas que no puedo cambiar, el valor para cambiar las cosas  que puedo cambiar y la sabiduría para conocer la diferencia”. En el nombre de JESÚS. Amén

Perla de hoy:
La Sabiduría no es algo que poseemos, sino Alguien que vive en nosotros en el poder del Espíritu Santo: JESUCRISTO.

Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?




jueves, 24 de noviembre de 2011

Fe y triunfo



Mis amados que viven en los Estados Unidos, sé que después de Navidad, no existe otro día más familiar que el Día de Acción de Gracias en toda esa nación. Por lo tanto, me uno a ese sentimiento familiar y con un fuerte abrazo les digo: ¡Feliz Día de Acción de Gracias!

Francisco Aular

Lectura devocional: Salmo 119:89-96

Tu eterna palabra, oh SEÑOR, se mantiene firme en el cielo. Salmo 119:89 (NTV)

¿Cuál es el éxito de la Biblia? Se fundamenta en que sus promesas participan de las mismas cualidades de su Autor, por lo tanto, al hacerla nuestra norma de vida por fe, nos espera el triunfo.

Dios es eterno y no cambia: “Yo soy el SEÑOR y no cambio” (Malaquías 3:6); el Nuevo Testamento nos dice la misma verdad: “Jesucristo es el mismo ayer, y hoy, y por los siglos” (Hebreos 13:8). Por otro lado, nosotros los seres humanos vivimos en un mundo que, como nosotros está en constante cambio, y yo, en este país en donde vivo, lo aprecio en las estaciones del año. Las montañas se coronan de nieve en invierno que se marcha en el verano convirtiéndose en manantiales; los ríos y lagos se congelan desde diciembre a febrero, de tal manera que un vehículo pueda andar sobre ellos sin hundirse, pero se convierten en aguas cristalinas para nadar en el verano; la nieve que se desprende del cielo a finales de diciembre, llenando todo de una “blanca Navidad” se convierte en lluvia y poderosos truenos en la primavera y en el verano; los árboles que lucen muertos y secos en invierno, en primavera resucitan, y en el verano, sus flores y polen inician un nuevo siclo de la vida vegetal, y después, en el otoño, nos ofrecen un espectáculo al ver sus hojas vestirse de colores, luego, nos dicen un adiós sentimental al morir y desprenderse. Sin embargo, la Palabra de Dios no cambia: “Tu eterna palabra, oh SEÑOR, se mantiene firme en el cielo” (v.89). ¡Sí, la Biblia es inmutable como los cielos! Si creemos a la Biblia, y la hacemos nuestra única norma de fe y práctica, entonces, nos llenamos de optimismo porque el triunfo nos espera.
Pues bien, Dios es fiel, y tarde o temprano cumplirá sus promesas hechas en la Biblia: “Tu fidelidad se extiende a cada generación, y perdura igual que la tierra que creaste” (v.90). En comparación con la inmutabilidad y lo eterno de Dios soy frágil y voy de paso por este mundo, pero, de los años que he vivido guiado por la Palabra de Dios, puedo decir con toda sinceridad: ¡Dios es fiel y cumple lo que promete!, por ello, como cantábamos en nuestra pequeña congregación en los años de mis primeros pasos en la fe: “/Todas las promesas del Señor Jesús, son apoyo poderoso de mi fe/; /mientras viva aquí cercado de su luz, siempre en sus promesas confiaré/”. Lo más grande de todo es que después de mi salida de este mundo, ¡la fidelidad que Dios por su gracia ha tenido conmigo, la tendrá con mis descendientes!: “Nuestros hijos y nuestros nietos estarán a tu servicio, como lo estamos nosotros, y vivirán contigo para siempre” (Salmo 102:28 La Biblia en lenguaje actual).
Igualmente, la fidelidad y la verdad de Dios son los fundamentos de su Palabra: “Tus ordenanzas siguen siendo verdad hasta el día de hoy, porque todo está al servicio de tus planes. Si tus enseñanzas no me hubieran sostenido con alegría, ya habría muerto en mi sufrimiento” (vv.91,92); por lo tanto, si la Biblia y sus verdades las hacemos nuestras por la fe, podemos esperar el triunfo: “Jamás olvidaré tus mandamientos, pues por medio de ellos me diste vida. Soy tuyo, ¡rescátame!, porque me he esforzado mucho en obedecer tus mandamientos” (vv. 93 y 94).
Por otra parte, en este mundo la perfección como tal, que pueda satisfacer las demandas de nuestro Dios que es perfecto, justo y santo, tienen su limitación, y por ello, necesitamos una fuente de nuestra creencia que tenga firmeza, en la cual podamos apoyar nuestra fe, y que vaya mucho más allá de nuestras buenas intenciones humanas, porque por muy santos y perfectos que nos creamos, necesitamos una guía perfecta y santa como nuestro Dios. Ese fundamento, esa guía perfecta sobre la cual poner toda nuestra fe y esperar el triunfo final, ¡es la Biblia!, la bendita Palabra de Dios: “Aun la perfección tiene sus límites, pero tus mandatos no tienen límite” (v.96). 
 
Oración:
SEÑOR, creó en ti cuando el sol brilla, pero también creo en ti en medio de las tinieblas de la vida, porque sé que enviarás un rayo de esperanza. Ayúdame a perseverar en medio de la prueba, y con ello ser la esperanza contagiosa de los otros. En el nombre de JESÚS. Amén.
Perla de hoy:

¿Cuál es el éxito de la Biblia? Se fundamenta en que sus promesas participan de las mismas cualidades de su Autor, por lo tanto, al hacerla nuestra norma de vida por fe, nos espera el triunfo.

Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?




miércoles, 23 de noviembre de 2011

¡La esperanza! Un rayo de luz en las tinieblas

Francisco Aular

Lectura devocional: Salmo 119:81-88

Estoy agotado de tanto esperar a que me rescates pero he puesto mi esperanza en tu palabra. Salmo 119:81 (NTV)

El fuego del sufrimiento hace brillar el oro de la esperanza.

Una de las obras maestras del arte es el cuadro del pintor y escultor inglés George Frederic Watts (1817-1904) que se exhibe en la galería de arte de Londres, y cuyo título son dos palabras: La esperanza. Es una joven muy bella sentada sobre el globo terráqueo; en sus manos tiene un laúd cuyas cuerdas están rotas, menos una. Sus ojos están vendados, pero sus delicados dedos se posan sobre la única cuerda que no está rota; ella inclina graciosamente su cabeza sobre el laúd, como si estuviese presta a captar la nota que ha de emitir la cuerda. En la concepción del artista, la esperanza es aquello que el ser humano nuca debe perder.
Pues bien, en la estrofa del canto del Salmo 119 que estamos considerando en nuestra meditación de hoy, el salmista –posiblemente el rey David- muestra que está rodeado de enemigos; él ha confiado su aflicción a Dios, y para ello, utiliza imágenes  muy expresivas: “Estoy agotado de tanto esperar a que me rescates pero he puesto mi esperanza en tu palabra” (v.81); el salmista ha estado deprimido y dice: “Estoy arrugado como un odre viejo pero no me olvidé de obedecer tus decretos” (v.85).
En efecto, en medio de aquella oscuridad, un rayo de luz penetra iluminándolo todo; es la esperanza, y precisamente, esa esperanza es la Palabra de Dios: “He puesto mi esperanza en tu palabra (…) pero no me olvidé de tus decretos (…) todos tus mandatos son confiables (…) pero me negué a abandonar tus mandamientos”, el salmista parece decirnos: ¡No importa el tamaño del problema, sino el tamaño del Dios en el cual he creído! ¡Dios es quien la Palabra dice que es; Dios puede hacer lo que la Palabra de Dios dice que puede hacer! ¡Yo soy quien la Palabra de Dios dice que soy: Un hijo de Dios!, por lo tanto, confiando en su Palabra: Todo lo puedo en Cristo     que me fortalece (Filipenses 4:13). Aunque los problemas estén allí, y a veces, mis emociones me traicionen, no me dejaré dominar de ellas, sino que haré, lleno de fe, esperanza y amor, ¡que la Palabra de Dios siga viva y activa en mí! Todavía espero escuchar el precioso sonido de la última cuerda: La voluntad de Dios. Pase lo que pase: “… entonces aprenderán a conocer la voluntad de Dios para ustedes, la cual es buena, agradable y perfecta” (Romanos 12:2b).
La esperanza es un rayo de luz en medio de las tinieblas; es una continua expectación de que lo mejor está en el horizonte, y la Biblia llama a esta virtud “la bendita esperanza”; no se nos ha prometido a los cristianos nacidos de nuevo que viviremos en un lecho de rosas, y debemos echar bien fuera de nosotros, por inútil, la duda que nos lleva a la desesperación, al temor y a la depresión; como le escuché decir al admirado hermano Adrian Rogers en medio del sufrimiento de su enfermedad, que finalmente lo condujo a la muerte: “El pesar mira hacia atrás, la preocupación mira alrededor, pero la esperanza mira hacia arriba”.
El proceso natural del cristiano nacido de nuevo y su vida normal en el camino hacia lo eterno, no es ir de placer en placer, de prosperidad en prosperidad -puesto que son temporales y que el mundo nos promete-, sino de esperanza en esperanza; ciertamente “la fe, la esperanza y amor vivirán para siempre con nosotros”, pero la mayor de estas virtudes es el amor (1 Corintios 13: 13). En cuanto a Dios, Él es amor (1 Juan 4:16), y en medio de nuestras luchas aquí, nunca volteará su rostro, si le buscamos, porque un rayo de luz nos iluminará para siempre: la esperanza. Así, concluye el salmista: “En tu amor inagotable, perdona mi vida; entonces podré continuar obedeciendo tus leyes” (v.88).

Oración:
SEÑOR, creó en ti cuando el sol brilla, pero también creo en ti en medio de las tinieblas de la vida, porque sé que enviarás un rayo de esperanza. Ayúdame a perseverar en medio de la prueba, y con ello ser la esperanza contagiosa de los otros. En el nombre de JESÚS. Amén.

Perla de hoy:
El fuego del sufrimiento hace brillar el oro de la esperanza.

Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?






viernes, 18 de noviembre de 2011

¡SEÑOR eres mío!

Francisco Aular

Lectura devocional: Salmo 119:57-64

¡SEÑOR, eres mío¡ ¡Prometo obedecer tus palabras! Salmo 119:57 (NTV)

Todo ser humano nacido de nuevo, vive siempre al borde de una decisión de amor, fidelidad y obediencia a la Palabra de Dios, por lo cual puede afirmar: “¡SEÑOR eres mío!”

“¡SEÑOR eres mío!” Qué gran misterio para el poeta del Antiguo Testamento al escribir este Salmo 119: ¡El Dios grande y glorioso es suyo! Pero en la revelación del Nuevo Testamento se devela todo ese misterio, ese secreto de Dios se convierte en realidad, y por eso, los Apóstoles aprendieron a decirle a JESÚS: “¡SEÑOR mío y Dios mío!” (Juan 20:28 (RV60). Mayúsculas mías); y nosotros, una vez que proclamemos a JESÚS como nuestro Señor y Salvador, podemos decirles con sinceridad: “Prometo obedecer tus palabras”, pero sin fe, obediencia y fidelidad a la Palabra de Dios no existe conversión a Él, ni tampoco progreso en la vida espiritual. Por obediencia venimos a conocer a JESÚS por el arrepentimiento de nuestros pecados y por haber confiado únicamente en Él para nuestra salvación eterna; y por la fe, la obediencia y fidelidad a su Palabra permaneceremos en Él: “Por lo tanto, de la manera que habéis recibido al Señor Jesucristo, andad en Él” (Colosenses 2:6 RV60).
“¡SEÑOR eres mío!”, porque primero tú me hiciste tuyo: “Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no le echo fuera (…) Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de lo mío, y os lo hará saber (Juan 6:37; 16:15 RV60), y, porque soy del SEÑOR puedo decir: “Deseo tus bendiciones con todo el corazón; ten misericordia como lo prometiste” (v.58). La confianza que tenemos en un Dios y Padre nuestro, y que además, ¡es nuestro!, nos hace orar y vivir confiados en que Él nunca nos negará sus bendiciones, lo que es aún mejor para nosotros, según sus Promesas.
“¡SEÑOR eres mío!”, aunque los enemigos del cristiano nacido de nuevo: el mundo, la carne y el demonio, vengan a ofrecerme con sus tentaciones, una vida mejor, les diré, no porque: “¡SEÑOR eres mío!”, y sin en esta lucha flaqueare, no dejaré que lo dicho por el apóstol Pedro se aplique a mí: “Les hubiera sido mejor nunca haber conocido el camino a la justicia, en lugar de conocerlo y luego rechazar el mandato que se les dio de vivir una vida santa. Demuestran qué tan cierto es el proverbio que dice: «Un perro vuelve a su vómito»  Y otro que dice: «Un cerdo recién lavado vuelve a revolcarse en el lodo” (2 Pedro 2:21,22). ¡No! Yo poseo una nueva naturaleza, por lo tanto digo como el salmista: “Consideré el rumbo de mi vida y decidí volver a tus leyes. Me apresuraré sin demora a obedecer tus mandatos. Gente malvada trata de arrastrarme al pecado, pero estoy firmemente anclado a tus enseñanzas” (vv.59-61). En efecto, me encanta lo que escribe nuestro hermano Rick Warren en su famoso libro Una vida con propósito: “La Biblia es mucho más que una guía doctrinal. ¡Genera vida, crea fe, produce cambios, asusta al diablo, realiza milagros, sana heridas, edifica el carácter, transforma las circunstancias, imparte alegría, supera la adversidad, derrota la tentación, infunde esperanza, libera poder, limpia nuestras mentes, hace que las cosas existan y garantiza nuestro futuro para siempre! ¡Aleluya! No podemos vivir sin la Palabra de Dios” (p. 201).
“¡SEÑOR eres mío!”, y por lo tanto medito en tu Palabra y una oración de gratitud y acción de gracias surge del corazón a mis labios, y allí, en mi habitación, te busco aun a medianoche y encuentro una bendición especial en mi vida devocional, y como bien lo recomendó y practicó el mismo SEÑOR JESÚS: “Pero tú, cuando te pongas a orar, entra en tu cuarto, cierra la puerta y ora a tu Padre, que está en lo secreto. Así tu Padre, que ve lo que se hace en secreto, te recompensará” (Mateo 6:6 NVI); el salmista siente y practica, ¡la oración secreta!, esta es la oración que requiere invertir todo nuestro ser, espíritu, alma y cuerpo: “Me levanto a medianoche para agradecerte por tus justas ordenanzas” (v.62).
“¡SEÑOR eres mío!”, ¡qué hermosa actitud la del corazón del salmista! Ciertamente ama a Dios, pero también a los hermanos en la fe, como dijo Juan: “Nosotros sabemos que hemos pasado de la muerte a la vida porque amamos a nuestros hermanos. El que no ama permanece en la muerte. Todo el que odia a su hermano es un asesino, y ustedes saben que en ningún asesino permanece la vida eterna. En esto conocemos lo que es el amor: en que Jesucristo entregó su vida por nosotros. Así también nosotros debemos entregar la vida por nuestros hermanos” (1 de Juan 3:13-16 NVI). ¿Amas la iglesia como JESÚS la ama? No puede vivir la verdadera fe en forma solitaria: “Soy amigo de todo el que te teme, de todo el que obedece tus mandamiento. Oh SEÑOR, tu amor inagotable llena la tierra; enséñame tus decretos” (vv.63,64). Por estas cosas: “¡SEÑOR eres mío!”.

Oración:
“¡SEÑOR eres mío!” “¡SEÑOR, eres mío!” ¡Bendito y alabado seas para siempre! ¡Eres mío!, y, ¡soy tuyo! Amén.

Perla de hoy:
Todo ser humano nacido de nuevo, vive siempre al borde de una decisión de amor, fidelidad y obediencia a la Palabra de Dios, por lo cual puede afirmar: “¡SEÑOR eres mío!”

Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?


jueves, 17 de noviembre de 2011

Esperanza y consuelo

Francisco Aular

Lectura devocional: Salmo 119:49-56

Recuerda la promesa que me hiciste; es mi única esperanza. (…) Medito en tus antiguas ordenanzas; oh SEÑOR, ellas me consuelan. Salmo 119:49,52 (NTV)

Sin la esperanza y el consuelo que me da la Biblia no pudiera vivir.
La Biblia es el libro de la esperanza y del consuelo porque es el Libro de Dios para encontrar una razón para vivir y luchar. Dios nos ha dejado en este sagrado Libro, su Voluntad para que el ser humano lo encuentre a Él y sea feliz, porque su Voluntad es siempre buena, agradable y perfecta (Romanos 12:1); no existe desesperación humana tan grande o sufrimiento que no encuentre en la Biblia esperanza y consuelo (2 Corintios 1:3-11); no hay dolor, por muy diferente sea el motivo que lo produzca, que no encuentre en las doradas páginas del Libro de los libros esperanza y consuelo; no existe pecado demasiado tenebroso que no pueda ser iluminado por la esperanza y consuelo del perdón de Dios que surge de su Palabra, siempre como un faro luminoso que penetra en las tinieblas del mundo: “¿Qué Dios hay como tú, que perdone la maldad y pase por alto el delito del remanente de su pueblo? No siempre estarás airado, porque tu mayor placer es amar. Vuelve a compadecerte de nosotros. Pon tu pie sobre nuestras maldades y arroja al fondo del mar todos nuestros pecados” (Miqueas 7:18,19 NTV); la Biblia es el libro de la esperanza y consuelo porque JESUCRISTO es el centro de la misma, Él es el centro de la historia pasada, presente y futura; JESÚS se encuentra sustentando todo el mensaje la Biblia, desde el Génesis, cuando es profetizado (Génesis 3:15) hasta su triunfo final en compañía de los suyos en la Nueva Jerusalén (Apocalipsis 21:2) ¡Bendito y alabada sea Dios por dejarnos su Palabra! Toda la Biblia es esperanza y consuelo.
En efecto, según el salmista en el Salmo 119, la Biblia es la única fuente de la verdadera esperanza y consuelo que Dios nos ha dejado: “Recuerda la promesa que me hiciste; es mi única esperanza (v.49); la Biblia es el libro de la esperanza y el consuelo por su gran poder transformador: “Tu promesa renueva mis fuerzas; me consuela en todas mis dificultades” (v.50); la Biblia es nuestra esperanza y consuelo en medio de las burlas y persecuciones que nuestros familiares, compañeros de trabajo y amigos, nos puedan dar por ser nosotros amantes de la Palabra de Dios, pero la Palabra me dará la firmeza para mantener mis convicciones: “Los orgullosos me tratan con un desprecio total, pero yo no me aparto de tus enseñanzas… Medito en tus antiguas ordenanzas;  oh SEÑOR, ellas me consuelan” (vv.51,52); aunque mantenga una fuerte indignación contra aquellos que rechazan la Palabra y la desprecian, y aun conmigo mismo cuando le fallo a Dios, no dejo que amarguen mi carácter, porque no soy un fanático religioso legalista, sino un cristiano feliz con su Señor, por lo tanto, mantengo una canción de esperanza y consuelo en mis labios: “Me pongo furioso con los perversos, porque rechazan tus enseñanzas. Tus decretos han sido el tema de mis canciones en todos los lugares donde he vivido” (vv.53,54); la Biblia es el libro de la esperanza y consuelo, y ella será mi única norma de fe y práctica desde ahora y para siempre, porque en la Biblia encuentro esperanza y consuelo, y, sé que Dios es quien Él dice ser, Dios puede hacer lo que Él dice que puede hacer, yo soy quien Dios dice quien soy, todo lo puedo en Él y su Palabra, y por eso, la Biblia está viva y activa en mí: “De noche reflexiono sobre quién eres, SEÑOR; por lo tanto, obedezco tus enseñanzas. Así paso mis días: obedeciendo tus mandamientos (vv.55,56). Sí, “la Biblia es mi esperanza y consuelo” ¡Gloria a Dios!

Oración:
Amado Padre Celestial:
Bendito y alabado seas por dejarnos tu Palabra que permanece para siempre, ella es el ancla sobre la cual se aferran mi fe, mi esperanza y mi amor; no son mis emociones las que iluminan mi sendero, sino la luz de tu Palabra. Ayúdame a ser un ser humano conforme a tu Plan Eterno encontrado en tu Palabra. En el nombre de JESÚS. Amén.

Perla de hoy:
Sin la esperanza y el consuelo que me da la Biblia no pudiera vivir.

Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?


miércoles, 16 de noviembre de 2011

Valor y testimonio

Francisco Aular

Lectura devocional: Salmo 119:41-48

Entonces podré responder a los que se burlan de mí, porque confío en tu palabra (…) a los reyes les hablaré de tu ley, y no me avergonzaré. Salmo 119:42,46 (NTV)

El salmista nos habla hoy del coraje necesario para creerle a Dios y a su Palabra, y dar testimonio con valor y fe.
León Tolstoi (1828-1910) -considerado uno de los más grandes de la literatura mundial-, en sus apuntes biográficos relata que hasta la edad de 18 años, tuvo por costumbre, invariablemente, leer todas las noches, a la hora de acostarse, un pasaje de la Biblia, y luego arrodillarse a orar frente a la cama. Pero sucedió que visitó París por primera vez, y se hospedó en la misma habitación que ocupaba un primo suyo en uno de los grandes hoteles de la Ciudad Luz. Al levantarse de sus rodillas, su primo, irreverentemente, lanzó una carcajada de burla y le dijo: ”¡Qué tonto eres! ¿Cómo es posible que un joven como tú, en esta época, se atreva a hacer esas ridiculeces?”. León no le contestó nada pero a la siguiente noche, sólo leyó la Biblia, le faltó valor para arrodillarse. Unos cuantos días después, había abandonado por completo la lectura de la Biblia y la oración, y en ese estado de sequía espiritual pasó un lapso de 19 años, pero, al final de cual, felizmente se produjo en él un despertamiento espiritual tan intenso, que volvió a los pies del Señor, y luego escribió sus principales obras literarias. Había pasado por un gran enfriamiento espiritual que empezó cuando no tuvo el valor para dar testimonio de su fe en el SEÑOR.
Valor y testimonio van unidos cuando hemos experimentado la salvación por efecto de la Palabra de Dios y el poder del Espíritu Santo, y por eso, el amor divino salta en nuestros corazones: “SEÑOR, concédeme tu amor inagotable, la salvación que me prometiste” (v.41). No somos nosotros los importantes al dar nuestro testimonio, sino Dios quien ha hecho la obra; valor y testimonio van juntos cuando confiamos en las verdades eternas de la Palabra de Dios en medio de las burlas del mundo temporal: “Entonces podré responder a los que se burlan de mí, porque confío en tu palabra” (v.42); valor y testimonio van juntos cuando estamos seguros y confiados en su Palabra, que afirma que Dios es quien dice que es, y puede hacer lo que Él dice que puede hacer; y esta es verdad es nuestra única esperanza: “No arrebates de mí tu palabra de verdad, pues tus ordenanzas son mi única esperanza” (v.43); valor y testimonios van juntos cuando nuestra fe en la Palabra de Dios no es algo negociable, sino nuestra misión en esta vida: “Seguiré obedeciendo tus enseñanzas por siempre y para siempre” (v.44); valor y testimonio van juntos cuando alcanzamos la verdadera libertad al ser librados de la esclavitud del pecado: “Caminaré en libertad, porque me he dedicado a tus mandamientos” (v.45). Así lo ratificó JESÚS al decir: “…si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres” (Juan 8:31,32); valor y testimonio van juntos para ser testigos de JESÚS en cualquier esfera del acontecer humano: “A los reyes les hablaré de tu ley,  y no me avergonzaré” (v.46).
En efecto, el que ama a Dios y teme reverentemente a su Palabra, no tiene por qué temer a nadie, Dios mismo lo llenará de valor para testificar, aun a los seres humanos más encumbrados, como los reyes, y, ni siquiera los  dictadores nos deben infundir miedo, como no lo tuvieron Daniel y sus compañeros ante Nabucodonosor (Daniel 3), y los Apóstoles ante las autoridades judías:¿Acaso piensan que Dios quiere que los obedezcamos a ustedes en lugar de a él? Nosotros no podemos dejar de hablar acerca de todo lo que hemos visto y oído” (Hechos 4:19,20 NTV). Y, ¿qué diríamos de nuestro amado Pablo de Tarso? Encadenado delante de aquellos que humanamente podía disponer de su vida, Festo y  el rey Agripa. Viéndose al borde de una decisión delante de Dios por lo claro del testimonio de Pablo, Festo acudió al antiquísimo truco de llamarlo loco por haberse dedicado al estudio de la Palabra de Dios; brillantemente Pablo, con respeto a la alta investidura de quien se había burlado de él, pero lleno de valor, testificó, diciendo: “—No estoy loco, excelentísimo Festo —contestó Pablo—. Lo que digo es cierto y sensato. El rey está familiarizado con estas cosas, y por eso hablo ante él con tanto atrevimiento. Estoy convencido de que nada de esto ignora, porque no sucedió en un rincón. Rey Agripa, ¿cree usted en los profetas? ¡A mí me consta que sí! —Un poco más y me convences a hacerme cristiano —le dijo Agripa” (Hechos 26:25-28 NVI). Por esto, en la fe cristiana: ¡Valor y testimonio van juntos!

Oración:
Amado Padre Celestial:
Hoy puedo darte las gracias porque en el testimonio que he dado de tu Palabra, y mi fe en el Dios eterno que nos la dejó. Tú no me has dejado en vergüenza, sino que has puesto palabras en mis labios para hablar de ti y de tu Palabra con valor y testimonio. ¡Bendito seas SEÑOR!, porque al dar testimonio, no se trata de mí, sino de ti. Ayúdame con tu gracia para no callar. En el nombre de JESÚS. Amén.

Perla de hoy:
En la evangelización eficaz el valor y el testimonio van juntos.

Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?


martes, 15 de noviembre de 2011

Enseñar y guiar

Francisco Aular

Lectura devocional: Salmo 119:33-40

Enséñame tus decretos, oh SEÑOR; los cumpliré hasta el fin (…) hazme andar por el camino de tus mandatos, porque allí es donde encuentro felicidad. Salmo 119:33,35 (NTV)

El salmista nos dice, a través de este texto, que la Biblia nos transforma. Les cuento que muy cerca de donde escribo estas reflexiones, cerca de mi oficina en el templo, existe un cementerio –muy hermoso por cierto-, sólo camino unos pasos y lo atravieso. La cultura bíblica, sobre cuyos fundamentos se forjó la nación canadiense, hizo posible que los cementerios estuvieran alrededor de los templos cristianos, porque los creyentes querían estar cerca de sus iglesias, aun después de muertos, para cuando el SEÑOR regrese, se levanten de sus tumbas, juntamente con sus otros hermanos en la fe, para irse a morar para siempre con sus cuerpos glorificados. ¡Aleluya! Cuando camino por ese cementerio, me doy cuenta de que mucha de la riqueza y la sabiduría de este mundo está allí, porque yacen personas que fueron ricas, gente de distintas profesiones y vocaciones; percibo, que sus familiares les han puesto en sus placas, que dejaron tras sí un hermoso legado; entonces, me vienen a la mente pensamientos sobre la brevedad de nuestra vida aquí en la tierra, y la eternidad e inmutabilidad de Dios.
En efecto, comparado con la grandeza divina, nuestro breve paso por este mundo es simplemente como el día de ayer que ya pasó; como el torrente del Niágara que cae a 800 toneladas por segundo; como un sueño del cual nos despertamos de repente y nos parece que no dormimos lo suficiente; como la hierba y las flores del camino real; como un pensamiento; como una sombra; como la nube y el humo.  Pienso, al salir del cementerio, que un día estaré allí. ¡Dentro de pocos años, todos mis problemas y mis preocupaciones no me inquietarán más!, y si todavía no estoy allí es porque el SEÑOR me necesita de este lado, sin embargo, no me gustaría vivir en vano lo que me resta de tiempo aquí. Por lo tanto, con la misma Escritura me respondo: “Enséñame tus decretos, Oh SEÑOR; los cumpliré hasta el fin”. Entusiasmado, regreso a mi oficina y sigo el consejo de Salomón: “Todo lo que hagas, hazlo bien, pues cuando vayas a la tumba, no habrá trabajo ni proyectos ni conocimiento ni sabiduría” (Eclesiastés 9:10 NTV).
Todos en esta vida necesitamos, urgentemente ser transformados, enseñados y guiados por un poder divino, que estaba aquí cuando llegamos a esta tierra y que seguirá aquí después que nosotros salgamos de ella. Por eso, si Dios es quien dice ser y puede hacer lo que Él dice que puede hacer, entonces, Él tendría que habernos dejado un manual de conducta que nos enseñara y guiara en la brevedad de nuestro paso por esta vida. Sí, ese Libro existe y es la Biblia.
Pues bien, la Palabra de Dios nos enseña (v.33); nos hace entender y a obedecer a Dios (v.34); nos hace andar por los caminos de Dios, y nos hace felices (v.35); la Biblia nos da entusiasmo para adquirir la sabiduría divina, en vez de llenarnos de cosas materiales que algún día dejaremos atrás (v.36); la Biblia nos aparta de pensar, decir y hacer cosas inútiles y nos da vida en abundancia para poder repartirla a otros (v.37); la Biblia nos confirma cada día que sus verdades, valores y principios son eternos y sabios, y sus promesas son verdaderas (v.38); la Biblia nos ayuda a entender que las pruebas, tribulaciones y problemas son parte del plan de Dios para enseñarnos que la vida aquí, en el “más acá” es tan sólo un lugar de entrenamiento para nuestra vida al lado de nuestro Dios, en el más allá (v.39); por ello, la Biblia nos enseña y guía: “Enséñame tus decretos, oh SEÑOR; los cumpliré hasta el fin (…) hazme andar por el camino de tus mandatos, porque allí es donde encuentro felicidad” (Salmo 119: 33,35 NTV).

Oración:
Amado Padre Celestial:
¡Gracias Señor por la Biblia que me has dado que me enseña y guía hacia ti! Tu Palabra es una Palaba viva; tu Palabra es una Palabra que nos enseña a vivir para lo grande, lo noble y lo puro; Tú Palabra está viva y activa en mí. Ayúdame a oírla, leerla, estudiarla, memorizarla, meditar y aplicarla. En el nombre de JESÚS. Amén.

Perla de hoy:
La Biblia nos ayuda a entender que las pruebas, tribulaciones y problemas son parte del plan de Dios para enseñarnos que la vida aquí, en el “más acá” es tan sólo un lugar de entrenamiento para nuestra vida al lado de nuestro Dios, en el más allá.

Interacción:
¿Qué me dice Dios hoy por medio de su Palabra?
¿Existe una promesa a la cual pueda aferrarme?
¿Existe una lección por aprender?
¿Existe una bendición para disfrutar?
¿Existe un mandamiento por obedecer?
¿Existe un pecado por evitar?
¿Existe un nuevo pensamiento para llevarlo conmigo?